SIGNIFICADO
ESPIRITUAL DE LA ESTACIÓN CUARESMAL
La Estación Cuaresmal es un tiempo de
trabajo anímico, con el fin de prepararse para recibir el influjo de los
Misterios Pascuales, lo mismo que la Estación de Adviento es un tiempo de
preparación para la recepción de los Misterios Navideños. La Estación Cuaresmal
es un período de cuarenta días que precede a la Pascua. Si bien esto está de
acuerdo con el calendario, el cristiano místico comprende que hay un
significado oculto en el valor numérico de este período. El número cuarenta
representa un tiempo de preparación para la culminación de cualquier elevado
esfuerzo espiritual. Los israelitas, por ejemplo, vagaron durante cuarenta años
por el desierto, simbolizándose así una meta buscada pero no encontrada hasta
que se hicieron dignos de penetrar en la Tierra Prometida. O, en otras
palabras, hasta que se hicieron dignos de convertirse en los pioneros de una
nueva raza y una nueva edad. Lo que en este período preparatorio se obtiene
actualmente, depende del esfuerzo realizado por el ego. En rarísimos casos
puede completarse la preparación en sólo cuarenta días. Puede ocupar cuarenta
años y, en algunos casos, hasta cuarenta encarnaciones.
Para los primeros Iniciados en los
Misterios Cristianos, la Cuaresma no era tan sólo un período de cuarenta días
de ayuno parcial y oraciones dominicales como hoy lo son para la iglesia. Era
un extenso período de probación, que comenzaba con la entrada del sol en
Capricornio por Navidad y continuaba durante los siguientes meses, mientras el
sol pasaba por Acuario y Piscis y entraba en Aries, el signo de los nuevos
comienzos, en que la vida sube a lo alto con el milagro de la Resurrección.
Durante ese período se producía un
profundo examen del corazón: Los acontecimientos del año anterior se
recapitulaban, y la esencia de las experiencias adquiridas, era asimilada por
el alma. Este proceso de autoexamen, encontraba su expresión ceremonial en los
rituales del Miércoles de Ceniza, el primer día de la Cuaresma, cuando las
palmas que ondeaban con regocijo el anterior Domingo de Ramos, eran quemadas, y
sus cenizas esparcidas sobre las cabezas de los penitentes. Así se simbolizaba
que las caídas del año precedente servían a los elevados ideales, a los que el
alma había sido despertada el Domingo de Ramos.
El sábado, mientras regía el Maestro
Saturno, tenían lugar los "escrutinios". Es decir, que el Maestro
escrutaba los cuerpos internos de los discípulos para comprobar los efectos de
las disciplinas que estaban practicando.
Los principales objetos de estudio y
meditación durante este período preliminar eran los libros de Job y de Jonás.
Ninguno de estos dos libros puede ser comprendido en su verdadera
significación, hasta que se los estudia como manuales de Iniciación, que se
refieren a determinados procesos de desarrollo que, más tarde, fueron ampliados
por Cristo durante el período de los tres años de Su vida pública.
Los principales acontecimientos de la
vida de Cristo Jesús, desde la Anunciación a la Ascensión, configuran el
Sendero de Iniciación que ha sido dado a todos los pueblos y a todas las razas,
por medio de las distintas religiones del mundo. Es por ello por lo que muchos
ocultistas dicen que la historia de Cristo, tal y como se relata en los
Evangelios, es un mito que hay que leer alegóricamente y que no es histórica,
sino el símbolo de ese sendero de perfección que toda la Humanidad acabará
recorriendo. Esta interpretación, sin embargo, olvida a la Suprema Luz del
Cristianismo Esotérico, al glorioso ser arcangélico, al Señor Cristo que, ya en
aquel remotísimo pasado, rico en eones, que comprende el Segundo Día de la
Creación y designado en la terminología oculta como Período Solar, se consagró
a Sí mismo como guardián de nuestro planeta Tierra; y que, cumplido el tiempo,
descendió a nuestra esfera planetaria para tomar, Él mismo, una forma humana en
la persona del Maestro Jesús, encarnación que tuvo lugar en el momento de Su
Bautismo, cuando la voz de lo alto proclamó: "Este es mi amado Hijo en el
que me complazco".
En los Misterios Navideños y Pascuales
tratamos de seguir el Sendero de Santidad, que Cristo recorre anualmente,
durante Su ministerio a favor de este mundo y su Humanidad. Como hemos dicho,
toda la naturaleza que, en su totalidad, constituye el cuerpo de esta Tierra,
cambia armónicamente con el ascenso y el descenso de Cristo, y el Sendero del
Progreso Espiritual o Iniciación para el hombre, sigue el mismo proceso. Por
eso, cuando aprendemos a ponernos en una más estrecha e íntima relación con
Cristo, nos encontramos, consecuentemente, más armonizados con el espíritu
interno de los cambios estacionales, y con el trabajo particular de cada una de
las cuatro estaciones del año, mejor realizado.
Además de que la vida de Cristo
reproduce las experiencias de los primitivos Maestros del Mundo y las etapas
iniciáticas procedentes de los antiguos Misterios, Él, no sólo añadió a todo lo
antiguo un significado más profundo, sino que lo llevó a cabo en el plano
histórico, para que el mundo lo vea y lo contemple. Por eso los Misterios
Crísticos constituyen la suprema consecución a alcanzar mediante el desarrollo
futuro de la Humanidad.
Así como la suma del trabajo realizado
durante la época de Adviento consistía en tres Grados: La Anunciación, la
Inmaculada Concepción y el Santo Nacimiento, el trabajo realizado durante la Cuaresma, consiste también en tres Grados: Getsemaní, el
Juicio y la Crucifixión. Los tres Grados que preparan al candidato para
tomar parte en los Misterios Navideños son hermosos y tiernos, ya que el
trabajo está entonces centrado en el amor del corazón y, en ellos, el candidato
penetra en el secreto perteneciente a la columna femenina del Templo, que es,
simbólicamente, el elemento Agua de la naturaleza.
En los tres Grados que preparan al
candidato para los Misterios Pascuales, el trabajo es difícil y la
autodisciplina dura, ya que se dirigen al desarrollo y expresión de una
voluntad firme y concentrada. El candidato aprende a desvelar el secreto
perteneciente a la columna masculina del Templo que es, simbólicamente, el
elemento Fuego de la naturaleza. Dedica, pues, todo el poder de su voluntad y
resuelve utilizar toda la fortaleza de que dispone, para realizar con éxito el
trabajo exigido. Y entonces es cuando aprende, en verdad y de hecho, lo que
significa "caminar a solas".
En
el Primer Grado o Getsemaní,
el Sendero se estrecha y se hace tan inclinado como el tejado de un campanario,
sin nada a la vista salvo la cruz que lo corona. Toda la pureza, todo el amor y
toda la fe que se han ido incorporando al alma durante la preparación para
recibir los Misterios Crísticos, deben ser puestos entonces en juego, junto con
la fortaleza y firmeza de propósito que han crecido en su interior durante la
presente época de Cuaresma.
El propósito de los Misterios Navideños
consiste en guiar al hombre a lo largo del Sendero que conduce a la conciencia
crística y a la dedicación de la vida al servicio del prójimo. El propósito de
los Misterios Pascuales consiste en iniciar al hombre en el estado de
inmortalidad consciente y hacerle capaz de conseguir la liberación del cuerpo
físico, no solamente durante las horas de sueño ni entre vidas terrenas, sino
en cualquier momento que desee, para convertirse así en un Auxiliar Invisible
consciente, cuantas veces sea requerido, tanto en este plano como en los del
espíritu. El alcanzar esta meta entraña una preparación ardua y difícil. El
Rito de Getsemaní exige una vida de pureza e inegoísmo. El ceremonial del
Miércoles de Ceniza, que marca el comienzo de la Cuaresma, incluye la colocación
de las cenizas de la contrición sobre la cabeza del penitente arrodillado. El
acto simboliza la dedicación e inegoísmo supremos, necesarios para que el
candidato pueda pasar al Grado conocido como Getsemaní.
El Rito de la Agonía en el Huerto
podría denominarse, con propiedad, el Rito de la Transmutación. La agonía de
Cristo la produjo Su esfuerzo por reducir, a las condiciones limitadoras de la
Tierra, Su elevada tasa vibratoria, con el fin de convertirse en el Espíritu
Planetario Interno de la misma. Cuando se abrió a Sí mismo al ritmo terreno,
todas las poderosas, siniestras y abundantes corrientes del mal, existentes en
nuestro mundo, se precipitaron hacia Él. Y Él, no sólo sintió su peso
abrumador, sino que vio, en caleidoscópica visión, su origen y su propósito.
Las debilidades, caídas y caprichos de la Humanidad le abrasaron como llamas,
al tiempo que la voracidad, el egoísmo y el odio gravitaron sobre Él como
cargas plúmbeas. El dolor, la angustia y el sufrimiento causados por las malas
acciones de los hombres Le hirieron hasta lo más profundo de Su dulce y
compasivo corazón.
El límite de la agonía, incluso para un
arcángel, se precipitó sobre Él cuando pasaron ante Su visión las imágenes del
futuro, y vio cuán pocos, de entre las inmensas multitudes que constituyen la
Humanidad, reconocerían el verdadero significado de Su venida y el objetivo
real al que apuntaba. Contempló con profundo dolor cómo el oscuro velo del
materialismo cegaría al mundo moderno, y la consiguiente falta de
discernimiento, intranquilidad y temor. La ceguera y la ignorancia de las masas
en cuanto a Su misión, la cristalización y la cada vez más estrecha comprensión
por parte de los que, inicialmente, habían sido concebidos como canales
dedicados a Su servicio, hicieron culminar Su Rito de la Agonía con esta
súplica: "Padre, si es posible, aleja de mí este cáliz; pero que no se
haga mi voluntad, sino la tuya".
Getsemaní no tuvo lugar en el Huerto de
los Olivos por casualidad. Se dio allí porque ese Huerto es una de las áreas de
la Tierra más elevadamente cargadas de vibraciones (positivas). Lo que Cristo
hizo en aquel Huerto, altamente magnetizado, lo hizo bajo el aleteo de los
ángeles. Fue un momento en el que el programa todo de la evolución recibió un
impulso nuevo y poderoso.
En
el Grado del Juicio, las
pruebas que el candidato ha de superar están de acuerdo con su status
espiritual. Cuanto más avanza uno en el Sendero, tanto más sutiles y
penetrantes son las pruebas. Ninguna podría compararse en severidad con las
sufridas por Cristo Jesús, ya que nadie posee Su fortaleza y Su poder
espirituales.
Una vez más, en el Grado del Juicio, el
candidato comprueba la inmensa importancia de su largo entrenamiento en el
inegoísmo. Si no se ha realizado apropiadamente el trabajo preparatorio, no se
tendrá éxito al pretender pasar este importante Grado. Pocos han sido capaces
de caminar a lo largo de su largo y estrecho sendero. En un inspirado manual se
dice, al referirse a este elevado trabajo: "Antes de que los oídos puedan
oír, han de haber perdido su sensibilidad. Antes de que la lengua pueda hablar
en presencia del Maestro, ha de haber perdido su poder de herir; antes de que
los pies puedan permanecer en presencia del Maestro, han de haber sido lavados
con la sangre del corazón".
El
último o Tercer Grado
que conduce a la liberación, es el de la
Crucifixión. En este Grado, el
candidato se encuentra frente a uno de los más sagrados Misterios, y que ha de
permanecer por siempre sellado para el profano. Su significado secreto puede
sólo ser aludido brevemente aquí; su propósito interno y verdadero sólo puede
ser revelado a aquéllos que buscan y encuentran la luz en su propio interior,
esa llama del gran amor blanco que excede a toda comprensión.
Ha habido algunos que han alcanzado
este punto avanzado del Sendero y se han vuelto atrás, no teniendo suficiente
fortaleza para seguir adelante, con Cristo, camino del Gólgota. Otros, han
llegado a ser "clavados" en la cruz, y han fallado, porque no han
podido soportar que la cruz se irguiera. Estrecho es el Sendero y sutiles son
las pruebas hasta el mismo final.
Los estigmas en las manos, pies y
cabeza están en la misma posición relativa que los extremos de la estrella de
cinco puntas. Los cinco clavos son los cinco sentidos, que atan al espíritu a
la cruz del cuerpo físico. Platón dice: "Cada placer y cada dolor son una
especie de clavo que une el alma al cuerpo". El espíritu está muy
íntimamente ligado a la forma por los cinco sentidos y, en esos puntos, el
poder del fuego espiritual ha de ser muy potente. La "extracción de los
clavos" de esos puntos, produce las cinco llagas sagradas.
El padecimiento lo produce el ascenso
del fuego creador a lo largo del triple cordón espinal. Cuando ha ascendido
durante cierto tiempo, Neptuno enciende el fuego espinal espiritual. Este fuego
hace vibrar las glándulas pineal y pituitaria en la cabeza y, cuando la onda
vibratoria golpea el seno frontal, despierta a la vida los nervios craneales o
Corona de Espinas. Más tarde, la Corona de Espinas se convierte en un halo
luminoso, y la túnica escarlata se transforma en otra de púrpura real.
Cuando el espíritu de Cristo quedó
liberado del cuerpo de Jesús y pasó al centro de la Tierra, Su alma inmensa
empapó el globo entero de una incomparable brillantez, tan intensa que la luz
del sol a su lado pareció oscura.
Cada sacrificio comporta su
compensación espiritual. Todo hombre que muere en el campo de batalla, por
cualquier causa que considera más importante que él mismo, renace en un nivel
superior de conciencia. El status evolutivo del ego avanza cuando la sangre,
que es su vehículo directo, se limpia de impurezas fluyendo del cuerpo en el
momento de morir. Todo ego, durante sus amplísimos ciclos de peregrinaje
terrenal, vive, por lo menos, una vida en la que el espíritu abandona el cuerpo
mientras la sangre fluye. Cristo, mediante Su sacrificio en la cruz, fue
elevado a las Grandes Iniciaciones que pertenecen al Reino del Padre.
El candidato victorioso, que sigue a
Cristo hasta el final del camino, llega a la Gloria de la Gran Liberación.
Entonces es ya libre de pasar, a voluntad, del plano físico a los reinos
espirituales. La Corona de Espinas se convierte en un halo de luz, ya que ha
conquistado el más grande de los dones de la vida: La inmortalidad consciente. Pasando
triunfalmente a los planos internos, se une a las blancas multitudes que rodean
a Cristo y que elevan sus voces entonando el eco de las palabras pronunciadas
por el Maestro en el momento de Su Gran Liberación: "¡Dios mío, Dios mío,
cómo me has glorificado!".
El victorioso, pues, conoce entonces
toda la gloria de la alborada de su propia Resurrección.
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NOTA
: Este tema ha sido extractado del libro titulado “El Misterio de los Cristos”,
escrito por la Sra. Corinne Heline, de la Fraternidad Rosacruz de Oceanside,
California
*
aporte realizado por César Lillo Arellano, que agradecemos
*
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