viernes, 23 de marzo de 2012

EL CAMINO A DAMASCO - CAPÍTULO VII:


CAPÍTULO VII:
EL CAMINO A DAMASCO

Las escuelas iniciáticas, tanto antiguas como modernas, han
valorado las instrucciones dadas y las disciplinas requeridas del
aspirante en tres pasos principales que fueron conocidos entre los
cristianos primitivos como Dedicación, Purificación e Iluminación, o Preparación, Purificación y Perfección. Esto bosqueja el trabajo del Probacionismo, Discipulado e Iniciación como se conoce en las
actuales escuelas.

San Pablo, uno de los más esclarecidos del cristianismo original,
nos ha dado mucha información sobre las experiencias que marcan el progreso del aspirante en el Camino de la Santidad. El Camino de
Damasco le llevó a San Pablo a la gloriosa cumbre de la Iluminación.
Se ha dicho con certeza que la Biblia tiene un significado alegórico; y por tanto el Camino a Damasco ha llegado a significar el Sendero de la Luz, debido al desenvolvimiento iniciático de San Pablo en dicho camino. Sin embargo ello no significa que la historia de Pablo
constituya un mito o que nunca ocurrió de la manera como se la ha
descrito. Fue una historia verdadera y esta verdad está ennoblecida
en todos sus detalles, pero además puede ser tomada como una
representación que ilustra la experiencia de la iluminación que llega a todo aspirante.

Esto es verdad para todo ser humano. La vida del más humilde,
desde el nacimiento hasta la muerte, puede ser evaluada en toda su
integridad y sublimes misterios derivados de sus numerosas
experiencias. Cómo esto puede suceder se entiende si nos damos
cuenta que los arquetipos vitales existen en los cielos y la vida en la
Tierra es la sombra que se funde en el tiempo y en el espacio según
esos modelos divinos. Imperfecta como la vida pueda ser, no obstante, el arquetipo sagrado aun puede ser inferido del contorno de las sombras.

El Camino de Damasco fue el comienzo del Sendero para Saulo,
que luego se llamaría Pablo. Si alguien guarda escepticismo acerca
del hecho que la Biblia enseña las Verdades de la Iniciación y de los misterios que conducen hacia ella, estudiemos cuidadosamente los Tres Viaje de San Pablo como se registran en el Nuevo Testamento en el Libro Hechos y en sus Epístolas. Entonces se encontrará un nuevo significado profundo en las palabras de Pablo: “Hay leche para los infantes y carne para los fuertes.”

Su vida fue una potente imagen caleidoscópica de apasionados
eventos. Le vemos como Saulo, resguardando los sayos de aquellos
que apedrearon a Esteban; su primer encuentro con el discípulo
Pedro; observamos su grandiosa iluminación en el camino a Damasco; mas tarde, ya como Pablo Apóstol, le vemos apedreado y escarnecido una vez, adorado como dios en otra. Le oímos en advocaciones con los atenienses en las colinas de Marte y luego elevarse en las alas de la inspiración cuando canta la melodía inmortal en la cual el amor precede a la fe y a la esperanza, un himno extático que nos traslada a los cánticos angelicales y que está cargado de belleza y poder y que arraiga su lugar en los corazones de todos los hombres por todos los siglos venideros.

Más tarde seguimos a Pablo al Sanedrín. Le vemos lanzar la
víbora en el fuego, y finalmente, en las oscuras sombras púrpuras de los grandes pinos de Roma, su noble cabeza colocada bajo la segur del gobernador. Así advertimos a Pablo, el intrépido, el atrevido, el victorioso, cuya máxima de vida adoptada centenares de años después por una gran fraternidad oculta como el ábrete sésamo en su Templo, fue encerrada en estas palabras: “No deseo nada más que a Jesucristo y a Él crucificado”.

Cada una de las semblanzas en la vida de Pablo golpea una
distinta nota-clave y marca una fase específica de desarrollo. Una
progresión similar del avance del alma, paso a paso, caracteriza al
aspirante que consigue el estado exaltado de Pablo. Saulo, el
precursor de Esteban, tiene apenas similitud con Pablo, el autor del
divinamente inspirado canto de amor, exceptuándose solamente en el
fervor de su temperamento. El cambio de su carácter y consciencia
fue lo que produjo el cambio del nombre de Saulo a Pablo, de este
vigoroso y arduo espíritu, ya que esotéricamente los nombres son la
expresión vibratorial de la idea que representan.

El Saulo de Tarso es total y concientemente erradicado del
Pablo que escribió al final de la Epístola a Timoteo – aquella epístola que describe la meta superior para cada discípulo actual, su canto en espíritu: “He librado la buena pelea, he guardado la fe, he consumado el derrotero”.
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Pablo pone claves místicas en cada una de sus Epístolas como
una ayuda a todos los discípulos que entran en el Sendero en busca
de un más profundo entendimiento de los misterios de la vida. Este
trabajo del gran evangelizador está testificado en catorce de
veintisiete Libros que comprenden el Nuevo Testamento y “cada carta de Pablo es una imagen de Pablo” (Adolf Diessman). Cuando searreglan en su orden cronológico, las trece Epístolas de Pablo se
pueden clasificar en cuatro grupos:

A……I y II de Tesalonicenses
Escritas durante el Segundo Viaje 51 D.C.

B……I y II Corintios, Gálatas y Romanos
Escritas durante el Tercer Viaje 52 al 56 D.C.

C…… Filipenses, Éfesos, Colosenses y Filemón
Escritas en el aprisionamiento romano 56 al 61 D.C.

D....…Tito, Timoteo I y II
Escritas precedente al martirio

*




EXCELSO RESPLANDOR EN DAMASCO

Saulo nació en la ciudad de Tarso, provincial de Cilicia, durante
los días más apasionantes del imperio romano. Pertenecía a la tribu
de Benjamín (Cáncer) que siempre permaneció fiel a Judea (Leo).
Aproximadamente al mismo tiempo en que nacía Saulo, los ángeles
proclamaban el nacimiento del Sagrado Niño en Belén. El mundo
pasaba por un estado de transición en preparación para la Nueva
Dispensación, la venida de Cristo Jesús. El joven Saulo era entrenado estrictamente según las doctrinas farisaicas. Su primera visita a Jerusalén se produjo a la edad de trece años, a donde fue llevado para estudiar con Gamaliel, el mayor de los Doctores de la Ley. Nótese su edad y compárese con la de Jesús, que a los doce años enseñó en el Templo. Esos son los años de adolescencia, que en un plano más alto de desarrollo marcan el despertar del alma emocional.
Leal a la secta de los Fariseos, desdeñoso y desafiante a las
enseñanzas del nuevo culto de los Nazarenos, estaba indignado por
las demandas presuntuosas que éstos hacían en nombre de su
Maestro y estaba decidido a exterminarlos a cualquier costo. Por
herencia y por precepto, esa era la actitud imbuida en Saulo de Tarso, esa era la formación de aquel que luego sería Pablo, el cristiano cuya vida, después de su conversión, se dedicó para un propósito: “Que puedan ser llenos con la plenitud de Dios”.

Hechos IX: 3-9

“Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo:
Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?’ Dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: ‘Yo soy Jesús, al que tu persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.’ Él, temblando y temeroso, dijo: ‘Señor, ¿qué quieres que yo haga?’ Y el Señor le dijo: ‘Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.’ Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo en realidad la voz, más sin ver a nadie.
Entonces Saulo se levantó de la tierra, y abriendo los ojos, no veía nada; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió.”

Es del mayor significado que este evento se produjo en el
ambiente áurico de la ciudad de Damasco. Aún en aquel tiempo
Damasco era una de las ciudades más antiguas de historia continua,
una ciudad que nunca había conocido la muerte. Muchas poderosas
y grandes ciudades florecieron en la antigüedad, pero Damasco las
sobrevivió a todas.

Hacia el oriente de Damasco, en la tierra yerma, había
comunidades místicas donde los Iniciados se comunicaban dentro de su corazón con Dios y con los anfitriones de los cielos, los
gobernantes de los elementos y los egregios y poderosos Ángeles y
Arcángeles. Sus himnos repetían la música de las esferas y se dice
que uno de sus cantos a la luz de la alborada, descendió hacia
nosotros en los versículos de apertura del Evangelio de Juan. Hubo
comunidades similares a aquellas de los Esenios del Mar Muerto en
Palestina y entre dichos santos miembros tenían una comunicación
constante, en una peregrinación de ida y vuelta.

Había en Damasco una comunidad de jefes de familia, según
sugiere el libro de los Hechos, de condiciones similares a las de la
Sagrada Familia en Nazareth y los Sagrados Misterios se veneraban
en sus casas desde antes de Cristo y en preparación para Su venida.
Hacia allá fue llevado Saulo y ahí le cuidaron durante sus tres días de ceguera externa y en donde su alma interior fue despertada.

Damasco es una ciudad preciosa y mística a la que todo
aspirante se acerca al hacer el contacto iluminado con el Cristo. Abran, al igual que Saulo, se dirigió hacia esta ciudad excepcional, cuando se preparaba para la realización interna, lo que le alteró de tal manera que su nombre fue cambiado a Abraham igual que a Saulo, que se convirtió en Pablo tras ese derrame torrencial de poder espiritual.

Saulos, un nombre judío famoso y Pablo, un nombre latino de
orígen y forma griego, representan las dos naturalezas del hombre, a
saber, la inferior (carnal) y la superior (espiritual). Saulo de Tarso, el intolerante, el vengativo, el perseguidor, surge de su experiencia como Pablo, el hombre nuevo. En él murió el viejo Adán y el Cristo interno nació. Su egoísmo se trocó en humildad; su sectarismo dogmático se transformó en fraternidad y compasión absoluta abarcantes. Su intenso celo por la familia de Israel fue absorbido en amor por la humanidad. Su brillante futuro se cambió por una carrera unificante de sufrimiento y de renunciación, en tanto que honores y lisonjas fueron intercambiados gustosamente por escarnio y prisión. Renunció voluntariamente a todo lo que este mundo le ofrecía a fin de que llegase aun a ser el menor de entre los Apóstoles de Cristo, y “si de esa forma pudiese salvar a alguno”.



¿De que manera operó esta completa transformación? Adolf
Deissman, en su obra acerca de la vida de Pablo se acerca a la
verdad oculta cuando dice que la religión de Pablo es “Misticismo
Cristiano” y que el Viaje a Damasco estableció el comienzo de su
interiorización de Cristo. Por tres días y tres noches Pablo no vio la luz con sus ojos ni comió ni bebió. Durante este intervalo místico, sus ojos se abrieron y su conciencia se enfocó en los planos espirituales internos. Su luz en este periodo no fue la del mundo físico sino la más alta de los reinos celestiales.

*



EL CAMINO A LA LUZ INTERIOR

Muchos intentan transitar el camino que conduce a la mística
ciudad de Damasco, mas pocos tienen éxito en cruzar sus portales.
La luz de los cielos es, en primer lugar, la llama del espíritu interior en su despertar; es aquella luz que nunca falla en atraer al Maestro que viene a abrir el sendero para posteriores preceptos e iluminación.

Los requerimientos necesarios para la verdadera Iniciación
Espiritual son la adquisición de conocimiento de primera mano sobre la vida y las condiciones de los mundos superfísicos y el contacto con los Superiores que guían los destinos de la humanidad desde estos reinos internos y la obediencia a sus instrucciones. Dichas iluminaciones son al presente posibles, pero es esencial un estado espiritual más alto que la mayoría y hay pocos que pueden cumplir con los requerimientos de una dieta limpia, pensamientos
constructivos y armoniosos y una vida casta y pura. Todo esto es
fundamental y no puede ser ignorado o disimulado.

Durante el sublime intervalo de ceguera a las condiciones del
mundo externo, Pablo fue iluminado acerca de la misión esotérica real de Cristo Jesús y de la orientación de la Nueva Dispensación
Cristiana. Después de años de escarnios y de persecuciones a los
seguidores del gentil Nazareno, el relampagueante resplandor de la
iluminación purificó su alma y tuvo el privilegio de vislumbrar
acontecimientos que ocurrirían después de los siglos. Vio el nuevo
cielo y la nueva tierra en la cual el compañerismo y la fraternidad eran una realidad, un tiempo en que Isaías, otro Iniciado, había declarado que iba a ocurrir, en donde los hombres cambiarían sus espadas en podaderas y sus sables en rejas, cuando -en palabras repetidas después por un profeta ulterior- el conocimiento de la ley espiritual (el Señor), cubriría toda la Tierra como las aguas cubren el mar.

Pasada su experiencia iniciática en la comunidad de Damasco,
Pablo se adentró en el desierto de “Arabia”, como se dijo, en donde
permaneció por tres años. Por esto entendemos que salió a la tierra
yerma conocida como la Peraea, a la cual se refiere oscuramente en
sus Epístolas. Indudablemente también hizo un peregrinaje a la
comunidad del Mar Muerto y a otros sitios.

Durante su confinamiento en Arabia, Pablo se comunicó
incesantemente con el Cristo Ascendido y con los Grandes Guías que dirigen y gobiernan la evolución de la humanidad en su avance hacia la emancipación. Éste fue el verdadero noviciado de Pablo en la Escuela de Dios, la Escuela del Universo y de sus divinos Misterios. Aprendió a leer en el gran Libro de la Memoria de Dios descrito por Enoc, que está ubicado en el estrato etérico del aura de la Tierra, en el aun más mirífico Libro que se encuentra en los más altos cielos. Él vio y entendió esta admirable fórmula de Iniciación que fue difundida al mundo en la vida de Jesucristo, en su Muerte, en su Sepelio, Resurrección y Ascensión. En el mismo admirable Libro de Dios leyó los advenimientos futuros que concernían a su propio periodo de vida en la Tierra.

Hechos IX: 22

“Pero Saulo crecía más en fortaleza, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo.”

Hechos IX: 15,16

“Pero el Señor le dijo ‘Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuanto le es necesario padecer por mi nombre”

La experiencia de Pablo en los reinos suprafísicos durante los
tres días y noches en Damasco dejó su impresión de variada manera
en cada una de sus Epístolas, cartas que proclaman inmortalidad y
cuyas páginas brillan con el resplandor de la vida eterna. Cada una
de sus Epístolas contiene mensajes tanto internos como externos. Ha puesto dentro de cada una de ellas, leche para los infantes y carne para los hombres fuertes.

*


LOS VIAJES DE PABLO

El principal trabajo de Pablo está dividido en tres períodos o viajes.
Siempre hay tres pasos que conducen a la culminación final de la
Gran Obra, como se delinea en cualquier escuela de Iniciación.
Hemos expuesto que estos tres pasos fueron antiguamente
denominados Preparación, Purificación y Perfección, los que
corresponden a los pasos modernos de Probacionismo, Discipulado e Iniciación. Pablo ha escondido estos pasos en su descripción de los episodios de sus tres viajes y en las obras que allí llevó a cabo.

El primer peregrinaje le ocupó dos años, el segundo tres y el
tercer cuatro años, lo que totaliza un número de nueve, que es
nuevamente es una clave mística que se refiere a los nueve pasos o
grados de la masonería de Aprendizaje, Compañerismo y Maestro. En la vida del Supremo Iniciador estos pasos están representados por el Nacimiento, el Bautismo y la Transfiguración. Pasadas estas
experiencias, para otros siempre continúan los grandes trabajos o
ministerios. Los “juicios” a los que todo neófito se enfrenta en el
Camino, encuentran una correspondencia histórica en la vida de
Pablo como el juicio ante Félix, el juicio ante Festus y el juicio ante
Agripa. Esta fue la manera como Pablo pasó estas tres pruebas que le dieron la autoridad para declarar: “...Me está guardada la corona de justicia... y no solo a mí, sino también a todos los que aman Su venida”. (II Timoteo IV: 8, N. del T.)

Pablo comenzó a escribir las inigualables Epístolas durante las obras de su Segundo viaje, la primera de las cuales fue enviada a la iglesia de Tesalia. El amor manifiesto por la fuerte atadura que existe entre el maestro espiritual y sus pupilos se expresa en estas líneas: “...habéis llegado a sernos muy queridos, vosotros sois nuestra gloria y gozo.” (I Tesalonicenses II: 8, 2.- N. del T.)

La Epístola a los Tesalonicenses contiene en todos sus
significados internos, el mensaje de la Resurrección a la Nueva Vida, es decir, la habilidad de funcionar concientemente fuera del cuerpo físico, lo cual ningún otro ha podido describir en forma tan exacta como este gran Iniciado cristiano.

Él hace muy sencillo el Camino de la iniciación.
I Tesalonicenses IV: 13,17


“Tampoco queremos, hermanos que ignoréis acerca de los que
duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Luego nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes, y así estaremos siempre con el Señor”.

El que ha adquirido la habilidad de funcionar en los reinos
etéricos más sutiles, conoce la verdad de la inmortalidad del espíritu, la continuidad de la vida. Entonces encuentra que la muerte no es más que una transición de un plano de actividad a otro. Esta fue una consecución inmortal que produjo en Pablo la exclamación “¿Dónde está, oh muerte tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (I Cor: XV: 55). Aquel que ha alcanzado este lugar ya no tiene que decir “Yo creo” o “Yo pienso”. El puede victoriosamente proclamar con Pablo.
“Se, porque he visto”. Entonces viene el entendimiento de que “La
muerte no le ha tocado en absoluto; aunque su morada parezca”.

Esta conquista traerá a la humanidad una de las bendiciones
supremas que le aguarda en la nueva Era etérica que está delante de nosotros.

Corinto, la ciudad de los placeres frívolos y errabundos, significa
las tentaciones sutiles de los sentidos. La vida alegre y disoluta de
esta ciudad se manifestaba alrededor del hermoso Templo de Venus. Allí florecían toda clase de placeres, tanto inocentes como malvados. No había otra ciudad donde más se necesitara la manifestación de la influencia de la Dispensación Cristiana.

Hechos XVIII: 9-11

“Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: ‘No temas, sino habla y no calles; porque yo estoy contigo y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo gente en esta ciudad.’
Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de
Dios”

La Epístola a los Corintios está llena de significados internos
místicos, entendibles en su significación completa solo por aquellos
que siguen similar camino y que luchan por igual consecución. La
Primera Epístola a los Corintios le enseña al aprendiz a morir
diariamente en el sometimiento del cuerpo, o de la naturaleza inferior, ya que ésta es siempre la primera y fundamental enseñanza dada por cualquier escuela de misticismo verdadero. La Segunda Epístola a los Corintios contiene un mensaje más profundo, dado solamente a aquellos que han encontrado la transformación a través de VIVIR LA VIDA. II Corintios V: 17

“Por tanto, si alguno está en Cristo, es criatura nueva; acabose lo que era viejo, y todo viene a ser nuevo”.

En las enseñanzas dadas por Hermes Trismegisto hay una
instrucción similar a la de Pablo en los Corintios XV, donde habla de cuerpos incorruptibles, de cuerpos naturales y de cuerpos celestiales. Con relación a esta transformación, Hermes dice: “Puesto que tenemos una corriente de agua y tierra, o de fuego y de aire fluyendo en nosotros, que renueva nuestros cuerpos y mantiene unida nuestra casa”.

“Cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno” (II Corintios XI: 24, N. del T.).

Aquí Pablo recuenta, para aquellos que tienen ojos para ver y
oídos para oír, el proceso y el número de sus iniciaciones. Cuarenta
menos uno es 39, que numéricamente suma 3, y 3 veces 3, ó 9, - los
pasos de las realizaciones pertenecientes al tercer viaje, o grados de
Maestro.

Otra vez está describiendo los mismos logros de la Maestría
cuando dice:

II Corintios XII: 2-4

“Conocí a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado al tercer cielo. Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) que fue arrebatado al paraíso donde oyó palabras inefables, que no le es dado al hombre expresar.”

En la Epístola a los Gálatas, tal vez la más profundamente
esotérica de las Epístolas, Pablo proclama que él “no dialoga con
carne ni con sangre”.

Gálatas I: 17


“Ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino
que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco.”

Estos versículos nuevamente se refieren a las enseñanzas de
los planos internos del Templo de Misterios y al trabajo de los
Iluminados que servían allí. Pablo nos dice que estas enseñanzas
que le fueron reveladas se podían dar solamente en forma privada a
aquellos que tenían una “notoriedad”, es decir a aquellos que estaban calificados para recibirlos. Esta no es sino una ratificación del mandato del Maestro de no entregar perlas a los cerdos. La Epístola a los Gálatas termina con una de las más místicas expresiones: Gálatas VI: 17

“De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas de mi Señor Jesús”

Estas palabras no se refieren a las marcas físicas de los golpes,
lapidaciones y agravios sino a ciertas marcas de luz apreciables sólo
por la visión espiritual. Aquellos que tienen estos estigmas son los
que están entre los Cristificados, los elegidos del Señor, que se
sentarán en la mesa sagrada en la comunión con el Salvador.

La Epístola a los Romanos fue escrita cerca de la terminación
del tercer viaje. Estaba entonces acercándose a su final la excelsa
confirmación de las pruebas de Pablo a través de las tres grandes
obras o viajes. Sentado en la nívea luz de la Maestría, hizo sonar la
nota-clave de su elevado trabajo en las palabras: “...presentad vuestros cuerpos en SACRIFICIO VIVO, sagrado, agradable a Dios...” (Romanos XII: 1).

En su obra titulada “ Pablo el Sembrador”, que es un estudio de
los propósitos y significados de la Epístola a los Romanos, Allen R.
Brown se aproxima mucho a la Interpretación de la Biblia de la Nueva Era cuando dice: “Las palabras, ‘en Cristo’ los usa Pablo por sobre 150 veces; estas palabras no se refieren al Jesús histórico sino que denotan una relación continua con el Cristo presente en el corazón; Pablo no está consumando el sufrimiento de Cristo (Colosenses I:24), sino que lleva a cabo en su propio cuerpo el sufrimiento del Maestro.”

Toda la interpretación de la Nueva Era trata sobre el despertar
de los poderes crísticos dentro del hombre. “Deja que el Cristo se
forme en ti”. Esta declaración de un gran Iniciado cristiano contiene la solución a todos los problemas del universo y, cuando sea bien entendida y desarrollada, nos acompañará en el Nuevo Cielo y la Nueva Tierra. Cuando Pablo vino para realizar su último viaje a enfrentar su último juicio y redimir mediante la muerte a su brillante y egregio espíritu, estuvo totalmente absorbido en interesar al centurión (que, conjuntamente con la soldadesca le acompañó al portón romano de Ostain) en la obra de la Nueva Dispensación Cristiana. Hasta lo último el mayor pensamiento en su mente fue conducir a otros al servicio de Cristo.

A llegar a su destino, bajo la enorme sombra de un árbol de pino,
buscó un momento de meditación y de oración. Los que le observaron, le vieron ponerse en posición de cruz y, con los brazos extendidos, se dirigía a una presencia invisible. Ese altísimo Ser, que le había dado Su bendición en la primera Iluminación de Pablo, estaba presente para bendecirle y apresurarle en su camino mientras en una entrega total y devoción inquebrantables entregó hasta el final su cuerpo en Su nombre. Siempre fue fiel a sus propias palabras: “Si vamos a vivir en Cristo, debemos abandonarnos a nosotros y morir con Él”.

Hay muchos portadores de oropeles pero pocos místicos. Recto
es el sendero y estrecha la puerta y serán pocos los que la
encontrarán.

Éste es el Camino a la mística ciudad de Damasco con sus
tesoros espirituales. Solamente es para aquellos que, al igual que el
eximio Pablo, han aprendido a “morir en Cristo.”

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