martes, 21 de noviembre de 2017

El Supremo Misterio: El Sacrificio del Gólgota



CAPÍTULO XIV

EL SUPREMO MISTERIO: EL SACRIFICIO DEL GÓLGOTA

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El Maestro fue crucificado entre dos ladrones, los cuales, en términos de experiencia iniciática, significan el cuerpo de deseos y la mente inferior, que tienden, por naturaleza, a apropiarse la luz que pertenece al espíritu.
Las Cinco Heridas Sagradas que Cristo Jesús recibió con Su crucifixión, aluden a ciertas envolturas que oprimen al espíritu en la casa-cárcel de la carne, y que el discípulo aprende a eliminar cuando aprende a seguir al Maestro en el Rito de la Muerte Mística, en la inmensa gloria de la alborada de Resurrección.
"Desde la hora sexta hubo tinieblas... hasta la hora nona". Son las horas desde las doce hasta las tres, e indican el período en que lo espiritual se impone a lo personal y la naturaleza superior obtiene su victoria final sobre la inferior. La iglesia, en su solemne vigilia de este día, da especial énfasis a este intervalo sagrado, entre las doce y las tres del Viernes Santo.
Durante esas horas, la luz comienza a declinar en el mundo exterior.
Similarmente, en términos de experiencia iniciática, es el tiempo en el que el interés por las cosas externas decrece poco a poco, y lo perteneciente al espíritu se incrementa y se hace más intenso y vívido. Hay tres horas cruciales desde que la fuerza transformadora, que ha sido despertada en los centros de fuego del cuerpotemplo, produce "una luz tal como nunca brilló en la Tierra o en el mar". En el cuerpo de la Tierra, los tres centros que, durante la Marea de Pascua se convierten en depósitos de tremendas energías espirituales, están situados en los polos norte y sur y en el ecuador.
Cuando el espíritu de Cristo se desprendió de la cruz, una gloriosa luz dorada flameó a lo largo del cuerpo de deseos de la Tierra. Lo que entonces ocurrió, quizás pueda ser imaginado mejor, reflexionando sobre los efectos producidos en el mundo físico por la explosión de un ingenio atómico. Lo mismo que ésta puede "evaporar" torres de acero y arrasar ciudades enteras en una llamarada, del mismo modo pueden las energías de tan inmensa categoría como las que obedecen a Cristo, flamear un instante en los mundos psíquicos, internos, y "evaporar" cúmulos de antiguos miasmas, generados durante eras por la Humanidad no regenerada. Desde el momento en que Cristo produjo tal desprendimiento de energía, la Humanidad ha vivido en una atmósfera más sana, en el aspecto psíquico. Mediante este acto cósmico maravilloso de redención, se hizo para el hombre más fácil contactar con su Yo Superior, aspirar a valores superiores y liberarse a sí mismo del pozo de autosugestión y degeneración en el que había caído.
Pero este acto redentor de Cristo no se limitó a aquella liberación "atómica" de energía. Desde ese mismo momento, en el que se convirtió en el Regente de la Tierra, ha servido a la Humanidad, a escala planetaria, renovando, cada año, el derramamiento de Su espíritu purificador, cuando resucita anualmente, con toda la naturaleza, en el Equinoccio de Primavera o Pascua, y reasciende al trono del Padre en el Solsticio de Verano o Ascensión, tras haber funcionado en y con la Tierra desde la caída del año o Equinoccio de Otoño hasta el Equinoccio de Verano o Marea de Pascua. Ése es el ritmo redentor del Cristo Cósmico. Tal ha sido Su trabajo con la Humanidad desde Su venida a nuestro Planeta al cuerpo del Maestro Jesús, y así continuará hasta que la Humanidad haya alcanzado un punto en que sea capaz de encargarse ella misma del trabajo de su redención colectiva, sin necesidad de Su inmediata ayuda. Una vez conocida esta verdad y todo lo que implica, el que ama a Cristo convierte en su máxima aspiración el calificarse a sí mismo para hacerse
digno de compartir fraternalmente Sus sufrimientos, haciendo lo posible por aproximar el día en que llegue a su fin ese sacrificio que sigue realizando para que el hombre tenga vida y la tenga más abundantemente.
Gracias a esa ayuda cósmica que Cristo ha prestado a la Humanidad, la puertas de la Iniciación han quedado abiertas para todo el que quiera hollarlas. Antes de Su venida, la Iniciación era sólo posible para unos pocos y, como se ha dicho, en condiciones anormales que ya no se dan. El sublime Rito del Gólgota rasgó el velo (del Templo). Una nueva fuerza espiritual comenzó a intervenir en la evolución humana. Valiéndose de ella, todos los hombres pueden obtener la Iniciación en los Misterios y la entrada consciente en el reino del espíritu.
Así, pues, el proceso iniciático se ha hecho posible para todos, gracias a las fuerzas liberadas por Cristo sobre la Tierra, transmitidas a la Humanidad a través de los centros de fuego planetarios antes mencionados. Uno de los efectos de esa energía liberada ha sido el de aflojar la conexión entre los cuerpos de deseos y vital del hombre. Cuando ello se logra, el hombre ya no tiene necesidad de recibir la Iniciación en estado de trance, fuera del cuerpo, sino en condiciones completamente normales.
Al abandonar el cuerpo de Jesús, Cristo penetró en el corazón de la Tierra.
Esto elevó la vibración de la misma y sincronizó más su cuerpo físico con el Mundo del Espíritu Divino; iluminó y limpió el cuerpo etérico del Planeta, habilitándolo para, desde entonces, transmitir energías crecientes desde el plano universal o Crístico, que los Rosacruces denominan Mundo del Espíritu de Vida, y los teósofos, Plano Búdico; del mismo modo, el plano astral o cuerpo de deseos de la Tierra se convirtió en un canal más limpio para transmitir a la vida de la misma las fuerzas del Mundo del Pensamiento Abstracto o plano de la mente espiritualizada.
Como se ha dicho ya, la crucifixión de Cristo no terminó con Su muerte en la cruz del Calvario. Su espíritu continúa sufriendo en la cruz de la materia y continuará así hasta que el mundo entero y toda su Humanidad hayan sido redimidos. Él es, verdaderamente, el alma del mundo, crucificada. Y, hasta que la Humanidad, a través de una vida elevada y noble, no haya alcanzado la estatura espiritual que le permita llevar su propia cruz, el Redentor del Mundo no cejará. Se acerca el tiempo en que toda rodilla se doblará y toda voz lo proclamará Señor de señores y Rey de reyes.
Mediante Su sublime sacrificio en la cruz, en favor de toda la Humanidad, Cristo alcanzó una iniciación más allá de las correspondientes a los Misterios Cristianos: Fue elevado hasta la conciencia espiritual de Dios Padre. Las últimas palabras de Cristo en la cruz se referían a esta exaltada experiencia, según la verdadera traducción de las mismas, pues no se quejó en ellas de haber sido abandonado, sino que agradeció con exaltación Su elevación.
Entre los poderes conferidos por esta Iniciación, se encuentra la facultad de alinearse, a voluntad, entre las doce Jerarquías Zodiacales. La puerta zodiacal de acceso para tales viajes celestiales es Cáncer, y el plano inferior en el que se puede traspasar esa puerta se encuentra en el Mundo del Espíritu de Vida, denominado, a veces, el Hogar propio de Cristo.
A los pies de la cruz, María, la madre de Jesús, pasó el Tercer Grado o Grado el Maestro. Un himno cristiano primitivo contiene la promesa que ella hizo al Maestro de velar con Él hasta el místico amanecer del día de Pascua. Es otra manera de decir que, durante el intervalo entre la Crucifixión y la Resurrección, María fue capaz, gracias a los poderes que le habían sido conferidos con el Grado de Maestro, de acompañar a Cristo a los mundos internos, donde tuvo conocimiento, de primera mano, de la misión planetaria de Cristo y de la manera en que se llevaba a cabo a escala cósmica.


VIGILIA DE LAS TRES HORAS

Como en la pasión de Cristo se representaron las pruebas más importantes, pertenecientes al Sendero de la Iniciación, el discípulo que aspire a hollar ese sendero ha de experimentar pruebas similares a las que obstruían el camino de Cristo en aquel día lleno de acontecimientos. Encontrará las humillaciones, el ridículo y la persecución, incluso la deserción de sus seres más queridos, como ocurrió a Cristo.
Estas disciplinas tienen por finalidad que uno gane fortaleza interior para permanecer solo. Van sucedidas por pruebas aún mayores, tales como la de llevar a cuestas la propia y pesada cruz, ladera arriba, hasta su calvario personal. En conjunto, las pruebas representan etapas definidas a lo largo del sendero de Iniciación, etapas que culminan con la liberación final del espíritu, de la cruz del cuerpo físico, la realización de actividades espirituales durante tres días y medio en los mundos internos y, finalmente, la triunfante resurrección.
El Viernes Santo, que conmemora los acontecimientos de la Semana de Pasión, que alcanza su clímax en las tres horas de agonía de Cristo, es el día más trascendental del año. El trabajo interno realizado por Él, fue entonces y es ahora, de suprema importancia para toda la Humanidad. Cada vez se va reconociendo más su inmensa trascendencia, como muestra de la observancia, en aumento, de esas tres horas, por parte de la iglesia. Antiguamente, estas enseñanzas estuvieron confinadas largo tiempo en manos de la iglesia católica, pero ahora forman parte, regularmente, de las ceremonias de Semana Santa en muchas iglesias protestantes. En todo caso, la profunda significación esotérica de la Vigilia de las Tres Horas intensifica la comprensión espiritual del sacrificio realizado por un Ser Cósmico en el plano de la historia humana, relacionándolo con el proceso específico del desarrollo espiritual en la vida interna de cada aspirante. Las tres horas de agonía describen tres estadios de la progresiva liberación del propio espíritu, de la cruz de la materia, en la que permanece crucificado durante la encarnación física.
Así vemos que las tres horas se relacionan con tres etapas en el ascenso del fuego espinal espiritual (fuerza de vida Kundalini) desde la base de la espina dorsal, a través de los tres más importantes centros del cuerpo. La primera hora se relaciona con el despertar de la fuerza ígnea en el plexo solar y su ascenso hasta el centro cardíaco; la segunda hora, con la subida de esa fuerza hasta el centro de la garganta; la tercera hora, con su continuación hasta lo alto de la cabeza. Porque el hombre es el medio, y la espina dorsal es el sendero hacia la meta de la perfección. Toda la experiencia de la vida está ordenada para conducir a este proceso, y que el cuerpo humano pueda convertirse, verdaderamente, en un templo sagrado e inviolable del Dios Viviente, en el que el espíritu pueda reinar. Entonces, luminoso y sereno, desde esa eminencia, buscará la luz eterna y el amor inmortal.
La primera hora se correlaciona con el período preparatorio para el Primer Grado, que se refiere a la limpieza y purificación del cuerpo de deseos, como hemos dicho, y que por ello se denomina el Grado de la Purificación. En ese Grado han de ser sometidos todos los factores negativos de la naturaleza de deseos, que no son sino autoalucinaciones, tales como la envidia, los celos, la ira, el odio y el resentimiento, y que han de ser reconocidos como lo que realmente son.
La vida de Cristo Jesús es el modelo de la Iniciación del Nuevo Testamento.
También el Tabernáculo constaba de tres secciones: La primera, el patio exterior, contenía el altar en el que se quemaban los cuerpos de los animales sacrificados.
Aquella ceremonia simbolizaba la limpieza y purificación de la naturaleza inferior del hombre. El vencer las cualidades negativas acrecienta la virtud del inegoísmo; y la completa subyugación del yo, es la piedra angular de todo trabajo ocultista, un proceso largo y difícil. Ello justifica el largo período de probación que exigían Pitágoras y otros maestros de la Sabiduría, pues la falta de discernimiento es la causa del fracaso de muchos aspirantes. Su trabajo no estará completo hasta que puedan decir con Cristo: "Yo no hablo por mí mismo, sino que el Padre, que vive en mí, es quien hace las cosas".
Durante la Segunda Hora o Grado, cuando el fuego espinal está siendo elevado hasta el centro de poder situado en la garganta, el sendero se estrecha y las tentaciones se hacen cada vez más difíciles. Las tentaciones de la primera hora son manifiestas, francas, claramente definidas. Pero las pruebas de la Segunda Hora o Grado están, muchas veces, sutilmente cubiertas por una máscara de belleza, estando sus espinas disimuladas por pétalos de rosa. En este Segundo Grado, como se representa en Parsifal, una de las más sublimes leyendas iniciáticas de todos los tiempos, el caballero Parsifal es tentado por la belleza de las muchachas-flores, mientras se divierten en exóticos jardines de color y fragancias inusitados. El discernimiento es la principal lección del aspirante, durante la Segunda Hora en la cruz. Ha de aprender, como hizo Pablo, a distinguir lo real de lo irreal, lo verdadero de lo falso.
A lo largo de este período, los aspectos negativos del deseo son destilados y transformados en poderes anímicos adicionales, ya que el trabajo del Segundo Grado consiste en la Transmutación o Iluminación. En el segundo departamento interno del
Tabernáculo, el fuego del altar era alimentado sólo con el más puro aceite de oliva.
Es significativo también notar que, en Parsifal, el segundo acto desemboca en el tercero con la música de la Transformación y que, en este tercer acto, el caballero Parsifal se convierte en el Rey del Templo del Grial y en Maestro de sus caballeros.
Durante la Tercera Hora o Grado, el fuego espinal es elevado desde la garganta hasta el punto situado en la parte superior de la cabeza. Es la coronación de la Gran Obra. Del mismo modo, en el tercero o supremo departamento del Tabernáculo, estaba colocado el Santo de los Santos. Cuando ese fuego espinal ilumina el centro de la cabeza del aspirante, éste es conducido al lugar más sagrado, puesto que ha encontrado la llave que abre las puertas del cielo, y puede decir con Cristo: "Se me ha dado todo poder en el cielo y en la Tierra". Su Tercera Hora en la cruz fue resumida por el Maestro con estas palabras: "¡Cómo me has glorificado!".
Este Tercer Grado, correspondiente a la Tercera Hora, es el Grado de la Glorificación o del Maestro, cuyo trabajo consiste en aprender a enfocar, a voluntad, la conciencia en los diferentes planos internos o mundos celestiales. Más tarde, el aspirante ha de ser capaz de mantener la continuidad de conciencia, sin dudas ni fallos. Pasa del estado de vigilia al de sueño sin ningún intervalo de inconsciencia y, al regresar al cuerpo, conoce sus experiencias extrafísicas y es capaz de recordarlas tan vívidamente como recuerda los acontecimientos del día anterior. Esta continuidad de conciencia debe mantenerse también durante la transición llamada muerte. Un ser así puede pasar, plenamente consciente, de un plano de expresión a otro. Ésta es la más alta significación de la Resurrección de Cristo, y muchos discípulos avanzados, a lo largo y a lo ancho del mundo, están ahora trabajando para alcanzar tal desarrollo. Esto se convertirá en una facultad de todos los hombres durante la Nueva Era. Con su obtención desaparecerán todo el temor y el misterio, relacionados con la muerte, y el espíritu, radiante, triunfante, libre para siempre, hará a un lado la piedra de las limitaciones físicas y se elevará para saludar el comienzo de una nueva vida.

EL MISTERIO DE LOS CRISTOS

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