martes, 21 de noviembre de 2017

La Sagrada Familia, un símbolo Cósmico


CAPÍTULO VII

LA SAGRADA FAMILIA, UN SÍMBOLO CÓSMICO

El relato de la Navidad es familiar en la historia y se canta en todas las partes del mundo. El cristiano místico, además de aceptar la versión literal, tal como aparece en los Evangelios, encuentra en ella significados más profundos. Acepta a María de Belén como uno de los más ilustres Maestros que ha venido a la Tierra.
Sabe que José fue uno de los primeros Maestros Iniciados del Templo de Misterios, y que el Niño Jesús era el ego más avanzado que jamás ha encarnado en la Tierra. El Niño Jesús, con la asistencia de la divina María, construyó el cuerpo físico más perfecto nunca formado en este mundo, puesto que venía como modelo supremo para toda la Humanidad.
El místico cristiano, que acepta todas estas verdades, comprueba, además, que todo hombre es un Cristo en formación. Comprende que cada personaje de la historia navideña representa determinada fase de su propio desarrollo interior y que cada experiencia de esos personajes, formará parte de su propia experiencia espiritual, a medida que aprenda a ascender, cada vez más, por el Sendero de la Santidad.
Es la comprensión de la historia navideña lo que inclina al aspirante serio a volver a estudiar y a meditar, cada vez con más intensos entusiasmo y reverencia, estas profundas verdades internas. Que existe una elevada meta de posible acceso, lo indicó ya el Maestro cuando dijo: "No sólo las cosas que yo hago haréis, sino mayores cosas que yo".
Sobre la entrada de los antiguos Templos de Misterios, como ya se ha recordado antes, se hallaba esta inscripción: "Hombre, conócete a ti mismo y conocerás todos los misterios del universo". A la luz de esta profunda verdad esotérica, estudiaremos la inspiradora historia navideña y la vida y experiencias de la Sagrada Familia, tal y como en ella se describen.


LOS CATORCE PELDAÑOS DEL DESARROLLO INICIÁTICO

En cada cuerpo-templo humano existen dos corrientes de fuerza magnética: La primera, de potencia masculina o positiva; y la segunda, negativa o femenina. A veces, se las cita como los dos polos del cuerpo. En lenguaje místico se habla de ellas como de los elementos Fuego y Agua, y se las representa por dos columnas, una coronada por el Sol y otra por la Luna. En la mayoría de las personas, esas dos corrientes no funcionan de un modo armonioso; hay un desequilibrio que da lugar a distorsiones y desajustes en el cuerpo. El cometido del sendero iniciático consiste en llevar esas dos corrientes a correlacionarse armoniosamente. Las varias etapas de ese sendero se hallan representadas por los acontecimientos más importantes de la vida del Supremo Iniciador del Camino, el propio Cristo.


LA ANUNCIACIÓN

La potencia negativa o femenina está centrada en el corazón, sede de la intuición; la positiva o masculina, en la cabeza, sede del intelecto. La iluminación conseguida con el Grado de Anunciación proporciona la facultad para ver el cuerpo perfecto que resultará del equilibrio total y armonioso entre las fuerzas masculina y femenina. Hasta que ello se consiga, el hombre no materializará un cuerpo ajustado al divino arquetipo, que existe eternamente en los cielos. Es la visión de ese glorioso cuerpo-templo, construido a imagen y semejanza de Dios, la que da la nota-clave espiritual de este logro: "Hágase en mí según Tu palabra".

LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Lo mismo que el Grado de la Anunciación proporciona una visión gloriosa, el Grado de la Inmaculada Concepción imprime esa visión en el cuerpo. La vibración de cada átomo se eleva, como consecuencia de la nueva oleada de poder espiritual.
El organismo entero es elevado hasta una mayor armonía con el arquetipo. El cuerpo-templo es literalmente renovado, y se convierte en un habitáculo más santo para el espíritu, en el que vivir y trabajar. La nota-clave espiritual de este Grado está contenida en las proféticas palabras de María: "Todas las generaciones me llamarán bienaventurada".


EL SAGRADO NACIMIENTO

En este Grado, una nueva luz arde en el corazón y una nueva radiación emana de la mente. Coros de angélicos ministrantes, junto con el Gran Uno Compasivo, en los planos internos, desde los que están continuamente escudriñando el mundo en busca de la aparición de esta nueva luz en el interior del corazón y de la mente de un hombre, saludan el descubrimiento con cantos celestiales llenos de gozo. Aquéllos entre los hombres que dan lugar al nacimiento de esa nueva luz, comienzan a estar bajo la más próxima y tierna guía de los seres espirituales. Como consecuencia de este desarrollo y su expresión, la vida cobra nuevos y más profundos significados.
María simboliza la corriente femenina, que tiene su asiento en el corazón; y José representa la corriente masculina, que tiene su sede en la cabeza. En cualquier plano
en que estas dos corrientes de fuerza se unan armoniosamente, se manifiesta un nuevo elemento. Este tercer elemento constituye un nacimiento sagrado o el despertar de un nuevo poder, el poder de la voluntad. Este poder de la voluntad creadora espiritualizado es la mágica Piedra Blanca ya que, mediante su posterior desarrollo, el hombre se convierte en un Superhombre, un hijo o una hija del Rey. En el momento de este nacimiento, ángeles ministrantes rodean la Tierra cantando:
"Gloria a Dios en las alturas y, en la tierra, paz y buena voluntad hacia los hombres".
Esto es, paz en el cuerpo-templo del hombre, y buena voluntad porque ha podido llegar a conocer verdaderamente esa grande y gozosa fraternidad entre ángeles y hombres, que sobrepasa toda comprensión. Cuando esto lo hayan alcanzado todos los hombres, el amor, la bondad y la armonía reinarán supremos sobre la Tierra.


LA PRESENTACIÓN EN EL TEMPLO

Un templo es un lugar de dedicación. Y es el lugar adonde el aspirante, que pretende recorrer el Sendero de la Santidad, acude a meditar y a orar. Tales hombres deben necesariamente vivir de acuerdo con unas normas y disciplinas, observándolas muchísimo más exactamente que quienes aún se sienten satisfechos con el mundo, tal cual es. Los pensamientos han de ser cuidadosos, para no admitir influencias negativas o destructivas. Las palabras hay que vigilarlas, con el fin de no herir nunca con ellas. Las acciones han de valorarse por su capacidad de ayuda y de constructividad positiva. Tal control sobre los pensamientos, las palabras y los actos no pueden mantenerse con éxito sino tras largos períodos de estricta disciplina y de mucha oración y meditación. El aspirante se ha de retirar con frecuencia a un lugar de dedicación para renovar su propósito y restaurar su fortaleza interna. Si sus esfuerzos son serios y sinceros, con toda seguridad, llegará el día en que recibirá, como recibió el Niño Jesús, la bendición del Sumo Sacerdote y la Suma Sacerdotisa (las fuerzas masculina y femenina) y sobre él se proyectará un nuevo nombre para el alma, que le armonizará con sus propios poderes internos, y lo proveerá de la clave
mágica para invocar la guía y protección de los que están en lo alto.


LA HUÍDA A EGIPTO Y EL RETORNO

Durante las primeras etapas del desarrollo espiritual, el aspirante experimentará, frecuentemente, "huidas a Egipto" o deslizamientos hacia las tinieblas. La vida interior quedará temporalmente velada. Sentirá que ha quedado sin guía espiritual. Ello le producirá un sentimiento de desesperanzada soledad y abandono, desde los que clamará su espíritu, lleno de agonía, como hizo el salmista en el mismo estadio de su evolución. Pero, si persiste en sus esfuerzos por reconquistar la luz, volverá a poner el pie en el Sendero, como hizo la Sagrada Familia que, aunque huyó a Egipto, país simbólico de las tinieblas, regresó llena de gracia, acompañada por los hosannas de los coros angélicos. Se trata de un punto difícil en el Sendero. Muchos caen aquí y retroceden hacia los atractivos del mundo.
El místico rosacruz Max Heindel nos dio la siguiente alentadora admonición: "El único fracaso consiste en no seguir intentando". Esta verdad es tan importante como la afirmación bíblica de que "el viento es templado para la oveja esquilada".


LA ENSEÑANZA EN EL TEMPLO

La Humanidad está dividida en dos clases: La que sigue el sendero del corazón y la que sigue el camino de la cabeza. Los aspirantes más centrados en el corazón son vapuleados más fácilmente por sus emociones. Salvo que esté equilibrada y asegurada por los poderes de la mente, su casa estará, literalmente, construida sobre arena, y la destruirán los vientos y las mareas. Los predominantemente mentales, con sus poderes centrados en la razón, construyen sus casas sobre roca, pero también en este caso estarán sujetas a la destrucción por obra de los vientos huracanados.
Mediante las Enseñanzas del Templo, el aspirante aprende a combinar los poderes de la mente y del corazón, la razón y la intuición, lo masculino y lo femenino, de su propio interior. Cuando esto se ha logrado, la emoción cobra alas con la razón, y la mente queda iluminada por la luz del espíritu. Con ello se llega a un grado mayor de perfección, a un nuevo poder, recién encontrado, y a una expansión de conciencia que, desde ese momento, conduce a la consagración de la vida entera al servicio del reino de Dios en la Tierra. Cualquier otro interés que pudiera introducirse temporalmente, recibirá la misma respuesta que el Niño Jesús dio cuando sus padres lo encontraron en el Templo, enseñando a sus mayores, los sacerdotes: "¿No sabíais que he de ocuparme de las cosas de mi Padre?".


EL BAUTISMO

El Bautismo era una fórmula de iniciación y constituía el acontecimiento más ilustre de la Semana Sagrada. La Virgen Santa y los demás discípulos femeninos eran siempre participantes importantes en este rito sagrado. Para los que eran dignos de participar en este ceremonial, los cielos se abrían a su visión embelesada, y eran muchas las actividades trascendentes que se les hacían visibles y audibles.
En todos los antiguos Misterios, el rito del Bautismo era simbólico de "conducir a la visión". Es en este momento cuando el candidato desarrolla un mayor grado de equilibrio entre las fuerzas masculina y femenina de su cuerpo-templo; los principios de María y José son conducidos a una más armoniosa interacción. El aspirante adquiere entonces la capacidad de pensar con su corazón y de amar con su mente. Es necesario que este desarrollo tenga lugar en este tiempo especial pues, con el desarrollo de la visión adquirida, el aspirante es capaz de ver en los planos internos y contactar con los elevados seres que en ellos habitan. Para funcionar, pues, sin peligro, cuando se contactan los mundos internos, es imprescindible haber establecido una relación equilibrada entre las fuerzas positivas y negativas del propio ser. Para este estadio de la evolución, el consejo de Max Heindel a sus discípulos era: Que mantuviesen "su cabeza en las estrellas y sus pies en el suelo". Si este
consejo fuese seguido, muchas de las tragedias psíquicas que afligen al aspirante en este punto del Sendero, se evitarían.
El simbolismo pictórico representando al candidato de pie entre dos columnas, a las puertas del Templo, unas veces solo y, otras, acompañado de un Maestro, se refiere a este especial punto del Sendero. Aquí es también donde escuchará la voz que fue oída por Jesús el día de Su Bautizo, ya que se trata de una bendición del Templo, impartida a todos los participantes dignos de este sagrado rito: "Éste es mi amado Hijo, en el cual me complazco".
El Bautismo forma el eslabón que conecta los Misterios del Agua, de la Navidad, con los Misterios del Fuego, de la Pascua. Aquí hay que buscar el significado de la afirmación de una antigua leyenda que asegura que, cuando Jesús descendió al río Jordán, grandes bolas de fuego aparecieron sobre la superficie de las aguas.
Cuando quiera que un aspirante experimenta un elevado estado de exaltación, éste es siempre seguido por una sutil tentación. La tentación, por tanto, generalmente constituye lo opuesto al Bautismo. Tras el Bautismo de Cristo-Jesús, sublime ocasión de dedicación y consagración, vino Su tentación en el desierto y, tras la gloria de Su Transfiguración, vino la agonía de Getsemaní. Esta secuencia ha constituido, en todas las edades, el Sendero del Discipulado, para que el discípulo comprenda completamente el poder del discernimiento, o sea, la habilidad para distinguir lo verdadero de lo falso, lo real de lo irreal.
La caída de los ángeles se relata en la descripción de la Guerra en los Cielos.
La caída de la Humanidad se relata en la versión bíblica de la expulsión de Adán y Eva del Jardín del Edén.
Los arcángeles, sin embargo, no han "caído" nunca. Aunque poseen cuerpo de deseos, han transmutado el deseo en poder espiritual y su cuerpo de deseos en un cuerpo de luz. Era necesario, pues, que el Salvador de ángeles y hombres viniese de la jerarquía arcangélica. Los espíritus Luciferes lo comprendieron bien y sintieron gran angustia ante la venida a la Tierra del arcángel Cristo. San Marcos, en su Evangelio, refiere que el espíritu del mal dijo a Cristo: "Sé quién eres: El consagrado de Dios". (Marcos 1:24).
Inmediatamente tras Su Bautismo, Cristo se retiró al desierto durante cuarenta días. Tenía que familiarizarse con el uso de un cuerpo físico y aprender a funcionar en él, sin que quedara destrozado por las poderosas radiaciones de Su exaltado espíritu. En ese momento es cuando Lucifer se le aproximó y lo tentó, con la esperanza de que Su encarnación en un cuerpo físico lo hubiese hecho vulnerable.
La tentación de Lucifer fue triple: Física, mental y espiritual. Le ofreció a Cristo todos los reinos de la Tierra, probablemente la más sutil de las tentaciones.
Han abandonado el Sendero más personas a causa de la riqueza, la fama, el prestigio y el poder terrenal, que por ningún otro motivo, como simboliza la parábola de Cristo sobre el joven rico.
De nuevo Lucifer tentó al Maestro con la promesa de poderes mágicos para convertir las piedras en pan. Incontables miles de hombres están empleando ahora sus poderes mentales para atraer hacia ellos posesiones terrenales, todos sin pensar o indiferentes al hecho de que, obrando así, se colocan, cada vez más, bajo la influencia de Lucifer.
Finalmente, Lucifer transportó a Cristo hasta el pináculo del Templo y le ordenó arrojarse desde él, tras haber ordenado a los ángeles que le protegiesen.
Cuando uno comienza a despertar los poderes internos inherentes al espíritu, son muchas y muy sutiles las tentaciones para utilizar esos poderes en beneficio propio.
Pero Cristo declaró: "Yo no puedo hacer nada por mi" (Juan 5:30). En el iluminado manual del discipulado de Mabel Collins, titulado "Luz en el Sendero", se recomienda a los aspirantes matar toda ambición personal, pero trabajar como los que son ambiciosos. Verdaderamente "Estrecha es la puerta y angosto el camino... y hay pocos que los encuentren" (Mateo 7:14). El completo despego personal es la nota-clave del verdadero Sendero del Discipulado.


LA TRANSFIGURACIÓN

Cuando el candidato alcanza este punto del Sendero de Santidad, ya ha sido establecido el equilibrio entre las dos polaridades. Con esta etapa llega el completo florecimiento de los dos órganos espirituales de la cabeza, el cuerpo pituitario y la glándula pineal. Esos dos órganos son entonces las luminosas lámparas del cuerpotemplo.
La glándula pineal corona la columna de fuego masculina, la columna de José; y la pituitaria corona la columna femenina o de agua, la columna de María.
Cuando la luz que emana de estas dos glándulas se une en el tercer ventrículo, que se encuentra entre ambas, este punto de la cabeza se convierte en un verdadero pesebre de luz, punto focal de la actividad del principio crístico de la vida del candidato. La primerísima manifestación de este principio tiene lugar, como se ha dicho, en el Grado del Nacimiento sagrado. En el Grado de Transfiguración, este divino principio crístico creador ve multiplicada por mil su potencia. La luz que se expande, más allá de la periferia de la cabeza, forma el halo radiante de los santos. Gradualmente, ese halo se va extendiendo hasta que envuelve el cuerpo entero y forma lo que se denomina "el dorado vestido de bodas". La creación de este cuerpo-alma luminoso es requisito necesario para tener acceso a los grados superiores de los Misterios.
Una de las evidencias del discipulado avanzado consiste en la facultad de entrar, instantáneamente, en contacto con el Maestro, al margen del tiempo y del espacio. La comunión de María con su bendito Señor, era de esta naturaleza. Su alma purísima recibía, instantáneamente, la impresión de cualquier emoción o pensamiento de Aquél.
Durante la Transfiguración, el Maestro apareció en toda la resplandeciente gloria de Su cuerpo arcangélico a la vista de Sus discípulos, que eran ya capaces de elevar su conciencia hasta el punto de poder percibirlo. María, aunque no físicamente presente, experimentó también todo el gozoso éxtasis de aquel sublime momento.

LA ENTRADA TRIUNFAL

En la Entrada Triunfal, Cristo llegó montado en un asno y fue saludado por los aplausos de Sus seguidores, que llevaban ramas de palma, esparcían flores a lo largo del camino y gritaban hosannas al que venía en nombre del Señor (Ley Espiritual).
Esta procesión es simbólica. Representa el Sendero del candidato que ha salido triunfante del Grado de Transfiguración. Cabalga sobre un asno, que simboliza la consecución de la sabiduría anímica, y recibe las aclamaciones de los que, previamente, han alcanzado este Grado, así como de los de menor desarrollo y que están luchando por alcanzarlo. Fue San Juan, el discípulo amado, el que experimentó la exaltación de este Grado la noche del sábado precedente a la entrada triunfal en Jerusalén. Juan fue el primer discípulo en recibir los profundos Misterios Cristianos, traídos a la Tierra por el Señor Cristo, y la primera entrada triunfal se inauguró, precisamente, para celebrar esa elevada consecución.
María y los demás discípulos femeninos del Maestro estaban entre los que se alineaban a lo largo de este camino sagrado, y observaban la gloriosa procesión cuando entraba en Jerusalén. Sintieron la gran oleada inundadora de entusiasmo que embargó a las muchedumbres y se manifestó en oleadas de adoración y devoción, que rodearon a su amado Maestro en ese momento de la Entrada Triunfal. Ellas comprendieron perfectamente ambos significados, el externo y el interno, de este acontecimiento. Y aprovecharon la ocasión que se les brindaba a los que se habían beneficiado de Su amoroso ministerio, para expresarle su homenaje y reverencia.
Comprobaron también el profundo significado de aquel día. Sabían que la vida de Cristo bosquejaba el Sendero de la Iniciación para el hombre, y que la Entrada Triunfal marcaba la consumación de la Gran Obra, o sea, la entrada en el Templo de la Luz.


LA CENA EN LA CÁMARA SUPERIOR

La Fiesta de la Eucaristía se denomina esotéricamente la Fiesta de la Polaridad. Este aspecto de la celebración fue destacado por Cristo en el momento de partir el pan (la potencia femenina o de agua) cuando dijo: "Esto es mi cuerpo, quebrantado por vosotros" Después, tomando el vino (la potencia masculina o ígnea) dijo: "Esto es mi sangre, derramada por vosotros". Sólo los que habían alcanzado este Grado de Iniciación pudieron participar con Cristo, alrededor de la mesa sagrada, y recibir de Él los profundos Misterios que les impartió. Como se ha dicho ya, el dominio de los opuestos proporciona equilibrio e igualdad. Esto se refiere, no sólo al equilibrio perfecto entre los principios masculino y femenino en el interior del cuerpo, sino también a la igualdad entre el hombre y la mujer en sus relaciones personales en el mundo externo. Antes de que tal igualdad pueda ser alcanzada en el mundo exterior, de un modo total, ha de haberse obtenido por todas las naturalezas internas de todos los individuos que componen el cuerpo social de la Humanidad.
Esa fue la consecución de aquéllos que se reunieron con Cristo en la Sala Superior, en la víspera de Su sacrificio en el Gólgota. Aquel grupo comprendía tanto hombres como mujeres.

EL JARDÍN DE GETSEMANÍ

El candidato que se eleva a la visión más alta para recibir de arriba un derramamiento divino, debe luego descender al jardín del dolor del mundo para compartir algo de las bendiciones que vienen de lo alto con los que son menos afortunados. Las notas-clave de Getsemaní son Sacrificio e Inegoísmo. Antes de alcanzarlas, el candidato ha de retornar, una y otra vez, a ese jardín hasta que, como hizo Cristo, pueda decir: "Que no se haga mi voluntad, sino la Tuya". Sólo cuando esta entrega haya sido total y sus huellas queden impresas permanentemente en el alma, dejará Getsemaní, que tan familiar es ahora para la Humanidad.
En toda la simbología bíblica no hay un momento más impresionante que aquél en que a Abraham le fue ordenado que sacrificase a su amado hijo Isaac.
Cuando Abraham (el candidato) accedió a obedecer el mandato divino e hizo su entrega a lo que se suponía era la voluntad de Dios, quedó terminado el trabajo interno que debía ser realizado y, consecuentemente, el sacrificio material ya no fue necesario. El cordero atrapado en el matorral, que ocupó el lugar de Isaac como víctima sacrificial, simboliza el poder adquirido, sublimando las fuerzas animales en poder espiritual, mediante el sacrificio. Esta historia simboliza un punto crucial en el Sendero de Santidad y es uno de los peor comprendidos generalmente, de todos los relatos bíblicos. En ese aspecto es como la historia de Jonás y la ballena, que también tiene que ver con procesos relacionados con la Iniciación.
La bendita María estaba tan completamente armonizada con Cristo que era una con Él en cada gozo y en cada dolor. Aunque ella no estuvo presente físicamente en el jardín de Getsemaní, la agonía del Maestro imprimió su huella en su corazón y ella también pasó aquel instante en oración y súplica para que Su carga y el dolor que gravitaba sobre Su corazón, así como la debilidad e ignorancia de la Humanidad, pudieran ser mitigados.
Mientras sus dolores en el jardín atormentaban el corazón de María con agonía y aflicción, nuestro bendito Señor, en correspondencia, era consciente de su amor y de sus súplicas, que lo rodeaban con toda la dulzura y poder de una bendición angélica.


EL JUICIO

El Juicio marca un punto crítico en el Sendero. El candidato, hasta ese momento, ha ido desarrollando poderes que exceden con mucho a los normales del individuo medio. La tentación que ahora se le presenta es la de si empleará esos poderes para la consecución de sus ambiciones personales o para el beneficio y bendición de sus hermanos los hombres. Cristo vino como indicador del Camino a toda la Humanidad. Y experimentó personalmente cada una de las etapas o Grados por los que el candidato ha de pasar a lo largo del mismo. ¿Cómo se enfrentó Cristo a esta prueba?. Durante el juicio ante Pilatos, rodeado por una multitud enardecida que vociferaba epítetos llenos de odio y clamaba por su crucifixión, tenía entre Sus poderes el de convocar legiones de ángeles para Su liberación, pero no hizo uso de tal poder. No se salvó a sí mismo, sino que se ofreció a Sí mismo como un sacrificio viviente por todo el mundo. Pocos, incluso ahora, comprenden este sacrificio en su significado cósmico y universal. Incluso Sus discípulos, en aquel momento, tenían un pobre concepto de la vasta misión que venía a cumplir. Ellos pensaban que se iba a sentar sobre un trono en Jerusalén y hacerse rey de toda la tierra. No comprendían que había de convertirse en el Regente Interior de esta Tierra y que Su reinado no podrá manifestarse plenamente hasta que una gran parte de la Humanidad haya
llegado a vivir de acuerdo con la idea que Él encarnó y con los preceptos que estableció. En el corazón de ese ideal y de esas enseñanzas yace el servicio sacrificial, basado en un amor desinteresado por cada uno y por todos. Al contrario de lo que indican algunas corrientes de enseñanzas populares, el Sendero del verdadero desarrollo espiritual no consiste en atraer hacia uno mismo el máximo de bienes terrenales, sino en la realización de la verdad de que "el amor y el servicio desinteresado al prójimo son el camino más corto, el más seguro y el más gozoso hacia Dios".
La bendita María, acompañada por otros de los discípulos femeninos del Maestro, se mezclaron entre la excitada y turbulenta muchedumbre que acompañó al Maestro durante el así llamado Juicio, que no fue sino una parodia con el nombre de justicia. Exteriormente aquellas santas mujeres aparecían tranquilas y sosegadas, en acusado contraste con el perturbado gentío que se arremolinaba a su alrededor.
Interiormente, estaban realizando el trabajo que sabían hubiera complacido más al Maestro, y enviaban grandes corrientes de amor para aliviar y calmar a las tumultuosas e iracundas multitudes, al tiempo que oraban fervientemente para que su ignorancia y ceguera les fueran perdonadas.
Hay un significado profundo en el hecho de que, camino del Gólgota, Cristo encontrase a Su madre y a las otras santas mujeres. Quiere decir que las mujeres estaban interiormente desgarradas de congoja por las inhumanas indignidades y las torturas infligidas al bendito Maestro. Sabiéndolo, Cristo derramó sobre ellas Su divina compasión y las envolvió en la amante ternura de Su gran corazón. De este modo quedaron restablecidas y fortificadas, hasta el punto de que fueron capaces de resistir la prueba hasta el final.


LA CRUCIFIXIÓN

Cristo, el Supremo Iniciador, declaró: "Si quieres ser mi discípulo, toma tu cruz y sígueme". No hay otro camino. Aquí, ciertamente, el camino se hace estrecho y el candidato se da cuenta de que no hay otro agarradero que la cruz. No son pocos los que, llegados a este punto del Sendero de Santidad, retroceden por no ser capaces de enfrentarse a la severidad de esta última prueba. El ser clavado en la cruz y luego elevado en ella, frente a una multitud escarnecedora, requiere la renuncia a cualquier lazo personal que pudiera impedir una completa sintonía con la voluntad divina.
Traducida a términos familiares en la experiencia del discípulo, el Rito de la Crucifixión representa la capacidad de afrontar impávidamente los malentendidos, el ridículo, la persecución, no sólo de la gente en general, sino especialmente de los más próximos y más queridos. Supone la capacidad de renunciar a la posición, la fortuna y el prestigio. Supone la pérdida, si es preciso, de posesiones, amigos, reputación e, incluso, la vida misma. Todas las cosas deben ir desapareciendo hasta que sólo quede la realización espiritual. Entonces comprende el candidato lo que el Maestro quería decir cuando dijo que, el que quisiera ser Su discípulo, debería tomar su cruz y seguirle. San Francisco de Asís había alcanzado este punto del Sendero cuando recibió la inspiración para componer esa sublime oración que no ha dejado desde entonces de ser utilizada por innumerables almas, deseosas de vivir más plenamente, a la manera del supremo ejemplo para el mundo, el propio Cristo.:

¡Señor, hazme instrumento de Tu paz!
Donde haya odio, siembre yo amor.
Donde haya injuria, perdón.
Donde haya duda, fe.
Donde haya desaliento, esperanza.
Donde haya niebla, luz.
Donde haya tristeza, alegría
¡Oh, divino Maestro!.
Concédeme que no busque ser comprendido, sino comprender;
Que no busque ser consolado, sino consolar;
Que no busque ser amado, sino amar;
Porque, dando es como recibimos,
Perdonando es como se nos perdona
Y muriendo a nosotros es como nacemos a la vida eterna.

La bendita Virgen caminó con Cristo a lo largo de todo el Sendero y permaneció al pie de la cruz hasta el fin. Esto significa que había hollado todas y cada una de las etapas del Sendero de la Iniciación y esperaba la Gran Liberación con el Señor. Muchos discípulos siguieron el Sendero de la Cruz, pero sólo durante parte del camino; algunos no se aventuraron siquiera; y Pedro, uno de los más avanzados entre los discípulos, lo negó y lo siguió "de lejos". La bendita María permaneció llena de fe hasta el final. Ella se convirtió en el discípulo femenino más avanzado de Cristo y así se hizo Maestro y líder de los demás. Fue entre sus amorosos brazos donde el cuerpo maltrecho encontró abrigo a su descenso de la cruz. Por su fortaleza y fe, su sublime coraje y divino amor, suya es la más brillante
corona conferida por las huestes angélicas.


LA RESURRECCIÓN

La Escuela de Misterios Cristiana enseña que el último enemigo a vencer es la muerte y que, mediante el Grado final de la Resurrección, el candidato asciende a Hijo, consciente de la inmortalidad. Cuando Cristo pasó del Grado de la Crucifixión al de la Resurrección, exclamó: "¡Dios mío, Dios mío, cómo me has glorificado!", pues ésta es la traducción correcta. La Resurrección es, verdaderamente, el Grado de la Gloria. A ese nivel, el candidato pasa a experimentar un amor que todo lo abarca y una luz que es inmortal. Aunque tenga que vivir aún varias vidas de servicio sobre la Tierra, nunca más experimentará ninguna interrupción de conciencia entre sus actividades en el plano externo, y en los internos. La muerte, tal y como se la entiende, no existirá ya para él. Cuando Cristo pasó por este Grado para la salvación de toda la Humanidad, entonó triunfalmente las palabras: "Yo soy la resurrección y la vida". Todo candidato que llega a convertirse en "hijo de la inmortalidad" alcanzando este elevado estado de conciencia, está rodeado de huestes angélicas que entonan las mismas palabras de Cristo: "Yo soy la resurrección y la vida".
De acuerdo con los relatos bíblicos, Cristo hizo Su primera aparición a María Magdalena en el místico amanecer de aquel primer día de la Pascua. Pero los Registros Akásicos nos informan de que Cristo se mostró en primer lugar ante los embelesados ojos de la bendita María. Tan elevada y tan sagrada fue aquella divina unión de alma con alma y de corazón con corazón, que nunca podría ser descrita con meras palabras.
Sólo cuando el aspirante moderno aprende a caminar por el mismo Sendero, cuando llega a conocer cómo elevar su conciencia lo suficiente para contactar algo con el milagro de aquel primer día de Pascua, es cuando puede alcanzar parcialmente aquel divino éxtasis y su indescriptible belleza. Sólo cuando se esfuerza por hollar esa misma Vía, adquiere la facultad de contactar parcialmente la magia del amanecer de Pascua, con el divino éxtasis y trascendente gloria experimentados por María en éste, el más sublime de todos los días.
En su novela ocultista Zanoni, Sir Bulwer Lytton da la siguiente inspirada descripción del tránsito del alma desde esta orilla hasta la otra:

"El espacio entero parecía sumido en eterna luz solar. ¡Se elevó desde la tierra... como algo inmaterial, como una idea de gozo y de luz!. Ante él los cielos se fueron abriendo y vio multitudes de belleza, legión tras legión, y un "bienvenido" brotó, en miríadas de melodías, del inmenso coro. Tú, ciudadano del cielo, ¡Bienvenido!. La Tierra, purificada mediante el sacrificio, es inmortal sólo a través de la tumba. Esto es morir. Y, radiante entre los radiantes, la imagen extendió sus brazos y murmuró: "Amigo de eternidad, esto es morir".


LAS CATORCE ESTACIONES DE LA CRUZ

Los catorce Grados de los Misterios Cristianos, desde la Anunciación hasta la Resurrección, constituyen la base de las Enseñanzas dadas en las catorce Estaciones de la Cruz. En las antiguas Escuelas de Misterios Cristianas, estas estaciones marcaban las etapas concretas del progreso iniciático, y su carácter no era meramente simbólico, como generalmente se piensa hoy. Las Siete Etapas de las antiguas
Escuelas de Misterios, los místicos cristianos las extendieron a catorce. Cada candidato entraba en el grado particular para el que había sido preparado. Sólo los dos discípulos más avanzados de Cristo estuvieron calificados para pasar a lo largo de los catorce Grados. Éstos dos fueron: María de Belén, la bendita Virgen, y San Juan, el divino, el más amado de los discípulos. Por eso ambos fueron considerados por los primeros iniciados cristianos y sus seguidores, como personificación de las dos columnas del Templo. Se convirtieron, por así decirlo, en los dos pilares del Templo de Iniciación y en una expresión exterior perfecta, del desarrollo que tiene lugar en el interior del cuerpo-templo del hombre. Alcanzar tal estado constituye el objetivo principal del trabajo que hay que realizar a lo largo del Sendero que conduce a la Santidad.
Los Misterios de Navidad y de Pascua están íntimamente relacionados. Los siete primeros Grados, desde la Anunciación al Bautismo, se relacionan con el elemento femenino o Agua, mientras que los siete Grados restantes, que van desde la Tansfiguración hasta la Resurrección, lo están con el elemento masculino o Fuego.
El trabajo básico de los Misterios Cristianos consiste en la obtención de la polaridad o equilibrio. Siendo esto así, de ello se deriva naturalmente que la Navidad y la Pascua son las dos celebraciones más importantes de la Dispensación Cristiana.

* * *

LA TRANSFIGURACIÓN

COMO ACONTECIMIENTO DE ENLACE ENTRE
LOS MISTERIOS NAVIDEÑOS Y LOS PASCUALES

La Transfiguración marca el comienzo de los gloriosos Misterios del Fuego, de la Pascua, que encuentran su culminación en el glorioso resplandor de la alborada del día de Resurrección.
Cristo no es solamente el Señor de la Tierra, sino el Regente Espiritual del Sol y el Gran Hierofante de los Misterios Cristianos o Solares. Estos Misterios comprendían las enseñanzas secretas de la Iglesia Cristiana Primitiva. La Humanidad está empezando a comprobar parte del inmenso poder que emana, por radiación, del sol físico, y cómo la tierra queda transformada gracias a esa energía. Pero será el hombre de la Nueva Raza Acuaria el que recibirá y transmitirá las radiaciones espirituales del Sol.
En el momento de la Transfiguración, Cristo apareció a la vista de Sus tres discípulos más avanzados, vestido con el radiante esplendor de Su brillante cuerpo solar, y ello constituyó un hito importante en los tres años de Su ministerio. Desde entonces, los acontecimientos más importantes de Su vida adquieren un aspecto más cósmico que personal. Se estaba preparando a Sí mismo para convertirse en el Regente y el Salvador del Planeta entero. En el momento de la resurrección de Lázaro, estaba iniciando a Juan, el más avanzado de Sus discípulos, y cuyo nombre iniciático fue Lázaro, en los Nuevos Misterios Cristianos. Durante la última Cena, instruyó a Sus discípulos en los fundamentos de la que será la religión de la Edad Acuaria.
En el Jardín de Getsemaní, Cristo llevó a cabo el difícil proceso de armonizarse completamente a Sí mismo con los ritmos vibratorios de la Tierra, como una preparación para Su elevadísimo servicio a todo el Planeta.
Desde la cruz, en el Gólgota, pasó al corazón de la Tierra para convertirse allí en su Espíritu Planetario Interno, y Señor de todos los seres creados, tanto en el interior como en el exterior de la esfera terrestre.
En el momento de Su Resurrección, dio a la Humanidad el más glorioso de todos los mensajes pascuales: El hecho demostrable de que la muerte no es más que una transición, y de que, llegará un día, en que no formará parte de las experiencias del hombre en este Planeta. Gozosamente proclamó a todo el mundo el más trascendental de todos los temas de la Resurrección: "La vida es eterna y el amor es inmortal".

SAGRADOS MISTERIOS NAVIDEÑOS
AGUA:
1.- Anunciación
2.- Inmaculada Concepción
3.- Nacimiento
4.- Presentación en el Templo
5.- Huída a Egipto y retorno
6.- Enseñanza en el Templo
7.- Bautismo

SAGRADOS MISTERIOS PASCUALES
FUEGO:
1.- Transfiguración
2.- Entrada Triunfal en Jerusalén
3.- Última Cena
4.- Getsemaní
5.- Juicio
6.- Crucifixión
7.- Resurrección


* * *

HISTORIA DE LA PASCUA

El primer día de la semana, de madrugada, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la losa, entraron y no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. No sabían qué pensar de aquello, cuando se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes; despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron:

- ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?. No está aquí. Ha resucitado. Acordaos de lo que os dijo estando todavía en Galilea: "El Hijo del Hombre tiene que ser entregado en manos de gente pecadora y crucificado, pero al tercer día resucitará".
Recordaron entonces sus palabras, volvieron del sepulcro y anunciaron todo esto a los once y a los demás.
Lucas 24:1-9


* * *

EL MISTERIO DE LOS CRISTOS
Corinne Heline

2 comentarios: