IMPRESO DE COLOR Y MÚSICA SOBRE LOS NIÑOS
Un refrán bien conocido dice “Entrégame un niño hasta que cumpla siete
años y podrás tenerle el resto de tu vida”. Sin duda los años más
importantes en la vida de un niño son aquellos de uno a siete. Durante este
período él es altamente impresionable, imaginativo e imitativo. Los padres
serían sabios en guardar cuidadosamente sus palabras y acciones en
presencia de niños de tan tiernos años, pues naturalmente copiarán
cualquier cosa que escuchen o vean. Es probable que los hábitos
entonces formados permanezcan con ellos por el resto de sus vidas. Así los
padres son responsables ya sea por el gran bien o mucho daño al carácter
de su descendencia.
Durante estos años el cuerpo vital está en el proceso de formación – el
cuerpo en donde las impresiones ponen su sello. Muchas personas mayores
dadas a la retrospección descubren que las fechas, nombres y lugares
asociados con el primer septenario de sus vidas han dejado un impreso
más duradero sobre su memoria que aquellos de los años posteriores.
Los colores debieran jugar un rol importante en las vidas de cada joven.
Den a los niños juguetes de alegres colores. Rodéenlos con diversos colores
y observen cuidadosamente aquellos por los cuales manifiestan una
preferencia. Muchas veces un niño en su segundo año de vida mostrará
una marcada atracción hacia algunos colores y una aversión hacia otros.
Se puede aprender bastante sobre la verdadera naturaleza de un joven
estudiando sus reacciones a las vibraciones de color y música.
Durante los primeros siete años de un pequeño la imaginación tiene juego
completo. Nunca trate de reprimirle. En lugar de eso, busque desarrollarlo
constructivamente porque es la facultad imagen-constructora del alma.
Durante esa edad los niños todavía están muy cerca del mundo de las
hadas por eso se deleitan con los cuentos de hadas. Al relacionarse los
colores con las historias es fácil despertar interés en el poder y magia de los
distintos matices sin imponerles colores por los cuales ellos muestren
aversión. Los niños muy activos, enérgicos, deberían ser vestidos en tonos
más opacos, más tristes; los que tienden a ser tímidos y reticentes
responderán a los colores más vibrantes, más fuertes; quienes son
altamente sensitivos o nerviosos en sumo grado necesitan matices suaves,
pasteles.
Además, permítanles escuchar música que tenga un ritmo definido, pero
sólo esa que es armoniosa. Las marchas de Sousa son espléndidas.
Mientras escuchan, anímenlos para que expresen sus sentimientos en
pantomima o danza espontánea. Es bueno para ellos dar rienda suelta a
tales emociones a medida que son despertadas por cualquier cosa noble
y hermosa. Hay disponibles una gran variedad de discos adecuados para
la primera infancia. Un buen ejemplo es Pedro y el Lobo. Enseñan a los
niños a distinguir los diferentes reclamos de las aves e intercalen música
con historias descriptivas de la inteligencia de las aves y la lealtad de los
animales. Aquellos que tienen este tipo de entrenamiento temprano en la
vida probablemente no van a usar tiros de honda para matar criaturas
emplumadas o trepar a los árboles para robar nidos cuando sean mayores.
Durante los años de siete a catorce los gustos en color de un niño quedan
bien formulados. Los niños a esta edad deberían tener sus propias
habitaciones o, al menos, alguna área que ellos puedan llamar suya
donde se puedan rodear con colores de su agrado. Además, no es bueno
obligarlos a aprender a tocar un instrumento musical con el cual no tengan
ninguna afinidad. Si es posible, denles lecciones sobre el instrumento que
más les guste, pues cada niño o niña debería tener algún entrenamiento
musical. Sabio es el padre que usa cada medio a su alcance para desviar
el interés de sus hijos lejos del jazz especialmente durante el segundo
septenario de sus vidas cuando su naturaleza de deseos está en proceso
de formación. El jazz tiene una tendencia a acelerar e intensificar la
naturaleza de deseos. Por lo tanto, es un grave error para los niños
escuchar en forma indiscriminada la así llamada música popular – una
práctica común en demasiados hogares hoy en día.
Una gratísima costumbre es completar una hora de estudio en la tarde con
un concierto de veinte a treinta minutos. Para este período escoja música
que sea alegre y melodiosa, tal como de Chaminada Danza de la
Bufanda, el Canto de la Alondra, el Berceuse de Jocelyn, de Víctor Herbert
el Badinage; y bellos números como Traumerei, Humoresque, de Schubert
el Ave María, de Handel, Largo; si, y de von Weber, Invitación a la Danza y
la Marcha de los Soldados de Juguete por Herbert. Si un niño parece
cansado o irritable concluya la música inmediatamente a fin de que no se
frustre el verdadero propósito que usted está tratando de conseguir. Los
programas debieran ser cuidadosamente preparados para que los niños
en efecto esperen su hora musical como un período de relajación y placer,
un hermoso interludio entre el término de un día atareado y las horas de
sueño.
Si los niños han recibido este tipo de entrenamiento musical, para el tiempo
que alcanzan los catorce años están listos para asistir a conciertos
filarmónicos. Como resultado de tal interés y preocupación otorgado a
ellos durante sus años formativos, tendrán una rica herencia que llegará a
ser siempre más valiosa conforme pasan los años; esa herencia es la
habilidad para comprender y apreciar la buena música cuando la oyen.
* * *
LA MÚSICA
nota clave de la evolución humana
por
Corinne Heline
Traducido por el
Centro fraternal Rosacruz de Santiago,
Chile
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