domingo, 19 de noviembre de 2017

Clave número uno La Inmaculada Concepción - en you tube -

CLAVE NÚMERO UNO
La Inmaculada Concepción

La Inmaculada Concepción es el sagrado Rito mediante el cual el fuego que arde en la personalidad humana se transmuta en la luz del puro espíritu. Durante el proceso de transmutación, el rojo fuego de Marte, la fuerza de deseos generada por los Luciferes, es reemplazada por la dorada fuerza de Sol, la pura fuerza del amor de Cristo. Ésta es la transformación más importante que ha de tener lugar en toda la raza humana durante la próxima Edad.

En épocas lejanas de la humana evolución, se desarrollaron ciertos centros en las corrientes del cuerpo de deseos del hombre. Estos centros se encuentran en gran parte latentes en la mayoría de la gente, ya que sólo pueden despertar mediante el desarrollo espiritual. Y sólo han adquirido su total esplendor en aquéllos que han recibido los Grandes Grados de Iniciación. Sin embargo doce de esos centros están latentes en el cuerpo de todo individuo. Cuando se despiertan y funcionan se convierten en doce luces gloriosas.

Los centros están situados en distintas partes del vehículo físico: Dos se encuentran en los pies; dos en las rodillas; uno, en la base de la espina dorsal; tres en el plexo solar, en el corazón y en la garganta; y dos en el cráneo (1). En las Escuelas de Misterios orientales a estos centros se los denomina "flores de loto"; los místicos cristianos las describen como "las rosas que florecen en la cruz del cuerpo". No alcanzan su total luminosidad hasta después de lograda la Primera de las Grandes Iniciaciones o Iniciaciones de Cristo. Los centros por debajo del diafragma no se activan completamente hasta que el discípulo recibe las cuatro Iniciaciones Mayores o Crísticas. Por ello la Humanidad no está aún familiarizada con su funcionamiento ni con los procesos implicados en su activación. Los centros situados por encima del diafragma se van activando a medida que se van recibiendo las nueve Iniciaciones Menores y por eso son más conocidos sus actividades y su funcionamiento. Hay aún otros centros que han de ser activados mediante posterior desarrollo espiritual, pero los que aquí tratamos son los más importantes para el hombre en su actual estadio de evolución.

Cuando el centro situado en la base de la espina dorsal comienza a moverse, su color rojo oscuro se va haciendo cada vez más claro, a medida que la propia naturaleza de uno se va purificando y espiritualizando, hasta convertirse en una radiación pura, teñida de naranja dorado. Las fuerzas de este centro colaboran en los procesos de transmutación y purificación que tienen lugar en todo el cuerpo.

Con la animación del centro situado en el plexo solar, se desarrolla una gran reverencia hacia el cuerpo físico, como templo apropiado para el espíritu interno.

Cuando esta comprobación tiene lugar, todas las actividades del vehículo físico se mezclan y armonizan con los principios superiores. Las radiaciones de este centro son de un vívido verde, el color de la naturaleza naciente, y sirven para estimular todos los procesos vitales.

La rosa sólo puede florecer en el corazón cuando la compasión se ha desarrollado hasta el punto de incluir a todas las criaturas vivientes; ese centro no puede convertirse en una luz trascendente hasta que su fuerza motriz sea el amor. La flor dorada en el corazón del discípulo no puede alcanzar su total desarrollo mientras alimente su cuerpo con la carne de sus hermanos menores o utilice su cuero, su piel o sus plumas para gratificar su vanidad. Ha de conservarse santo y proporcionar amoroso cuidado a las criaturas menores antes de que la rosa abra sus radiantes pétalos. Cuando, finalmente se abre, este centro asemeja un estallido solar en miniatura, de dorado esplendor.

La rosa del centro de la garganta, en el que reside el poder del habla, no se desarrollará completamente hasta que, por su medio, dejen de pronunciarse palabras desconsideradas, descorteses o destructivas. El neófito ha de hacer la suprema dedicación de su voz al servicio de Cristo. Ha de poder decir : "Nada pido para mí y de mí mismo doy a los demás". Una tal dedicación desarrolla los pétalos de esta rosa que adquieren un radiante color azul suave, al que la inspiración añade tonos plateados.

En otros escritos nos hemos referido a las dos luces en la cabeza. La glándula pituitaria se convertirá un día en una perfecta creadora de imágenes, mientras que la pineal, será el santuario en el que habite la voluntad, como sierva del espíritu. Ambos centros están bañados en exquisitas sombras violeta, a las que la aspiración añade el deslumbrante brillo del oro. En estos centros se encuentra el misterio relativo al origen del Rosario.

Cuando los doce centros del cuerpo se hallan despiertos, el discípulo viste ya el "dorado vestido de bodas" y se halla dispuesto para ir al encuentro del Novio y penetrar con Él en el Festival del Matrimonio.

EL MISTERIO DE LOS CRISTOS
 Corinne Heline

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