lunes, 20 de noviembre de 2017

Meditación espiritual para Libra - en you tube -


CAPÍTULO XIX

LIBRA

Meditación espiritual para Libra

Todos los pueblos han celebrado el año nuevo relacionado con el paso del sol por determinado punto de la eclíptica. Existen cuatro puntos de esta clase, que los astrónomos llaman equinoccios y solsticios. Unos pueblos celebran el año nuevo en el equinoccio de primavera; otros, en el de otoño; y algunos otros, en el solsticio de verano o de invierno.
Los antiguos hebreos desarrollaron dos calendarios, uno secular y otro sagrado. El año nuevo, en el antiguo calendario secular, comenzaba con el mes de Tishri, aproximadamente, en el equinoccio de otoño. El año nuevo sagrado que, aparentemente, habían adoptado de los babilonios, pero que fue sancionado por Moisés (Éxodo 13:4), caía, aproximadamente, en el equinoccio de primavera. Su Pascua se celebraba como una fiesta de esa estación. Las fiestas hebreas dependían de la posición relativa de la luna y del sol, y la luna nueva constituía el primer día de cada mes.
Como esa correlación enfatizaba la influencia jehovística lunar, fue fijada por los iniciados, que comprendían la correlación entre las fuerzas espirituales y materiales. El Día de la Expiación, o año nuevo civil, y el del Juicio, se celebraban en la época del equinoccio de otoño, y en él siguen celebrándose. Estaban sintonizados con fuerzas que fluyen, a través del universo, en ese tiempo, con particular intensidad, incidiendo sobre la Tierra de una manera especial. La constelación, en la cual el sol cruza el ecuador celestial en otoño, es Libra, signo de la balanza en el simbolismo astrológico, y asociada con los ideales de justicia y equilibrio.
Desde la venida de Cristo, se ha dado énfasis espiritual al sol, al calendario solar y al equinoccio vernal, pero ello no ha cambiado las verdades conocidas por los antiguos iniciados. Y así, y por razones que se expondrán en las páginas siguientes, para los neófitos en el Sendero de Santidad conducente a la Iniciación en Cristo, aún existe el alma del año nuevo, celebrada en otoño, cuando el sol cruza el ecuador en el signo, que no en la constelación, de Libra.
A tenor de la leyenda astrológica cristiana que tiende, naturalmente, a correlacionar los fenómenos astrológicos con las enseñanzas bíblicas, antes de la Caída de la Humanidad, Virgo y Escorpio estaban unidas en una única constelación.
Tras la caída del hombre, fueron separadas y, entre ambas, se intercaló Libra. Las huellas astronómicas de esta leyenda son aún discernibles en el cielo: La constelación de Libra es una de las más extensas, alcanzando, en su estado natural, desde los aproximadamente veinticuatro grados de Virgo, todo el signo de Libra, y los primeros cinco grados del signo de Escorpio; todo ello medido en los tiempos actuales y cuando el equinoccio vernal está, aproximadamente, en el grado diez de Piscis.
Habrán observado los estudiantes que distinguimos entre las Constelaciones y los Signos. Las constelaciones son las estrellas visibles a los ojos. Los signos son divisiones matemáticas, arbitrarias, del espacio, medidos desde el equinoccio vernal, a lo largo de la eclíptica y constituidos por segmentos de treinta grados, el primero de los cuales se llama Aries, el segundo, Tauro, el tercero, Géminis, y así a lo largo de todo el Zodíaco. Hubo un tiempo en que estas divisiones matemáticas del espacio a lo largo de la eclíptica o camino del sol, coincidían con el Zodíaco natural, tal y como aparece en el cielo. Los griegos, lo mismo que el resto de los pueblos de la antigüedad, utilizaron primero el Zodíaco natural, pero luego recurrieron a las divisiones matemáticas iguales, por razones de conveniencia astronómica.
Se decía que Hiparco había dirigido este cambio, pero los arqueólogos han demostrado que los babilonios utilizaban doce subdivisiones del Zodíaco mucho antes de los tiempos de Hiparco. Es, por tanto, evidente que los babilonios habían calculado la dimensión de la precesión de los equinoccios antes que Hiparco. En cuanto a la civilización europea, fue en los tiempos de éste (siglo II a.C.) cuando el sistema moderno de Signos del Zodíaco suplantó al antiguo, de divisiones desiguales del Zodíaco y, desde entonces es el que viene usándose.
Para los griegos, Virgo era Astrea, la Virgen de los Cielos. Sostenía en su mano la balanza del Juicio (Libra) que se extendía en el cielo, ocupando el espacio de lo que ahora llamamos Escorpio. Otro sistema, y por la misma razón, denomina a Libra "la pinza" del Escorpión.
Libra, pues, como una piedra miliar, está en el lugar de la decisión anímica, apuntando, por un lado, hacia el sendero de la pureza, la castidad y la inmaculada concepción, simbolizada por Virgo; y, por otro lado, hacia la generación, simbolizada por Escorpio, el Signo de la octava casa, que establece que, toda forma concebida del modo actual, mediante la generación, debe morir.
Todo neófito debe llegar a esta bifurcación del Sendero, como una prueba, antes de ser juzgado digno de recibir la luz que su alma anhela. Los egipcios representaban este estado de conciencia mediante la figura de un hombre con los ojos vendados, caminando hacia un precipicio, donde un enorme cocodrilo lo esperaba.
Ningún otro símbolo podría describir mejor el estado actual de la Humanidad.
Cegado por sus cinco sentidos, el hombre se apresura, imprudentemente, hacia el borde de la destrucción, donde las fauces abiertas del materialismo (el cocodrilo) están preparadas para engullirlo.
La personificación de la Justicia (Libra) se representa convencionalmente con los ojos vendados, dado que su acción es impersonal. No influida por la preferencia ni por el prejuicio mental, percibiendo con clara visión interior, los efectos de causas anteriores en sucesivos ciclos de renacimiento. Cuando la visión espiritual se convierta en una facultad común a toda la raza, la Justicia dejará de representarse con los ojos vendados. Y, por el contrario, contemplará, sin miedo y compasivamente, al hombre y su mundo, con los ojos abiertos.
En otras constelaciones del Zodíaco encontramos simbolizada la Caída del Hombre. El cristianismo esotérico reconoce que esa Caída constituyó un fenómeno cósmico de este globo físico, en relación, tanto con el universo, como con la Humanidad que en él habita. Dado que cada hombre es un cosmos en miniatura, también él encarna la historia de la caída planetaria. Cuando entra en el Sendero de la Iniciación, conocido en la Biblia como "Sendero de Santidad", comienza a hollar su camino de retorno, desde la Caída cósmica hacia el Edén.
Leyendas sagradas relatan que, antes de la guerra en los cielos y de la caída de Lucifer y sus ángeles, el sol estaba directamente sobre el ecuador de la Tierra y la luna era siempre llena. No había cambio de estaciones. Era la Edad de Oro.
Coincidiendo con la caída de Lucifer, un acontecimiento cósmico, el eje de la Tierra se inclinó a su posición actual. Ahora tiene una inclinación de veintitrés grados y medio con relación al ecuador. Este cambio de posición indujo el cambio de estaciones. La naturaleza de la caída condujo también a un descenso gradual, desde el estado etérico en el que el hombre vivía en el Edén, al estado de materia densa que tenemos actualmente.
A medida que el hombre vaya siendo redimido mediante la regeneración, la Tierra se irá enderezando y eterizando más y más.
De modo que nuestra Tierra se encuentra entre la atracción de Virgo y su regente (Mercurio) por una parte, y Escorpión y su regente (Marte), por otra. Que la victoria final será la de Mercurio sobre Marte (la mente sobre la materia) lo indica el hecho de que la Tierra, en su evolución, ha pasado ya por lo que los ocultistas llaman la mitad marciana del Período Terrestre y ha entrado en la mitad mercurial. Paralelo a la evolución del Planeta es el progreso de los reinos de la naturaleza que en él evolucionan, y cuya cúspide lo constituye la vida de la Humanidad, la oleada de vida astrológicamente relacionada con la constelación de Piscis.

El Sendero de Santidad por medio de Libra 

Las doce constelaciones del Zodíaco son más que una mera colección de estrellas que adornan el cielo. Cada constelación es el hogar de inteligencias espirituales, poseedoras de Sabiduría y Poder más allá de toda humana comprensión.
Cada año, cuando el Cristo Arcangélico realiza Su viaje a la Tierra, mientras el orbe solar completa su circuito del Zodíaco (visto por los habitantes de la Tierra), esas poderosos Jerarquías juntan sus fuerzas espirituales con la de Cristo para sostener y nutrir todo lo que vive sobre el globo terráqueo.
Cuando el sol entra en Libra, en el equinoccio de otoño, el sublime Cristo alcanza la superficie exterior de la Tierra. Entonces tiene lugar una aceleración cósmica. Lentamente, durante noviembre y diciembre, el rayo de Cristo penetra en los distintos planos internos del Planeta, hasta alcanzar el centro mismo de la esfera, por Navidad. Para la visión superior, el rayo de Cristo es dorado, como el sol espiritual del cual emana. Constituye, verdaderamente, el sendero de santidad para todo discípulo que, sinceramente y con firmeza, se dedicó a la búsqueda durante el período del equinoccio de otoño. En algún futuro solsticio de invierno, recibirá la luz divina, recién nacido en el corazón de la Tierra. Es tiempo de dedicación al Sendero de Cristo.
Antes de alcanzar la meta, cada aspirante debe aprender la lección cósmica de Libra:

"Entonces comprenderás la justicia y el derecho, la rectitud y toda obra buena".
Proverbios 2:9

Distinguir lo real de lo irreal, lo verdadero de lo falso, es también la nota-clave bíblica de Libra.
El trabajo principal encomendado a un discípulo en su dedicación al Sendero, consiste en establecer contacto con el Dios viviente interno. La Jerarquía de Libra, los Señores de la Personalidad, están divinamente calificados para ayudar en esta labor. Las pruebas del discípulo en este punto van dirigidas al desarrollo de su facultad de discernimiento, una de las posesiones más importantes en el Sendero del Discipulado.

Parábola bíblica para Libra
Los constructores sobre roca y sobre arena

"En resumen: Todo aquél que escucha estas palabras mías y las pone por obra, se parece a aquel hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, vino la riada, soplaron los vientos y arremetieron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada en la roca.
Y todo aquél que escucha estas palabras mías y no las pone por obra, se parece al necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, vino la riada, soplaron los vientos, embistieron contra la casa, y se hundió. ¡Y qué hundimiento tan grande!.
Al terminar Jesús este discurso estaba la gente asombrada de Sus enseñanzas, porque les enseñaba con autoridad, no como sus letrados"
Mateo 7:24-29


Libra es el signo que marca la línea en la que uno ha de tomar una decisión.
Aquí el aspirante se halla frente a dos senderos: El positivo y el negativo. Es también la estación del año en que la Tierra está equilibrada entre la luz y la oscuridad, entre el verano y el invierno.

En la vida del Señor Supremo, el acontecimiento correlacionado con Libra es Su Tentación, cuando tuvo que elegir entre una promesa de todo lo que el mundo puede ofrecer y la gloria del cielo. "Fue tentado en todos los aspectos... pero permaneció sin pecado" Y así, se convirtió en el Indicador del Camino para toda la Humanidad. Seguir Sus etapas, y superar todas las fascinaciones del mundo, es convertirse en un nuevo Adán, un pionero de la Nueva Raza y de la Nueva Edad. Por eso, en la astrología esotérica, se denomina a Libra "el Signo del Nuevo Adán".
La parábola de los dos constructores está correlacionada con Libra. El constructor necio es el que construye su casa sobre arena, sólo para que, al final, sea destruida por el viento y la corriente. Siendo una persona que no ha contactado con su divinidad interna, es presa de toda corriente negativa de pensamiento que se interponga en su camino. Está centrado en la ley material, ascendiendo y descendiendo a merced de los acontecimientos de su vida, puramente objetiva.
El constructor sabio es el que construye su casa sobre roca, de modo que soporte cualquier tormenta que la ataque. Este hombre ha encontrado al Cristo interno y es, por tanto, inmune a las circunstancias exteriores. Sabe que es más fuerte que cualquier cosa que pueda sucederle. A pesar del rigor del viento y las corrientes, declara triunfante: "Está tranquilo y sabe que yo soy Dios". Verdaderamente, su casa ha sido construida sobre unos firmes cimientos y permanecerá por siempre.
Bajo Libra existe un ir y venir de las fuerzas opuestas de sus dos regentes:
Saturno, la ley del materialismo, y Venus, la ley del amor. Aquí es donde cada individuo se encuentra en el lugar de la elección y se decide a construir sobre arena o sobre roca, a tenor de su necedad o su sabiduría.

EL MISTERIO DE LOS CRISTOS

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