domingo, 19 de noviembre de 2017

Sintonizados con el ritmo de los doce - en you tube -


QUINTA PARTE

EL CICLO ANUAL CON CRISTO

CAPÍTULO XL

SINTONIZADOS CON EL RITMO DE LOS DOCE

En los momentos actuales, sólo muy pocas personas tienen una comprensión espiritual de las fiestas eclesiásticas comúnmente celebradas. Aunque la iglesia de Roma y la iglesia de Inglaterra celebran muchas de estas festividades, su significado interno se perdió hace largo tiempo. Como se ha dicho en los volúmenes anteriores de la Interpretación de la Biblia para la Nueva Edad, el Misterio Cristiano del Templo está situado en los éteres, sobre la ciudad de Jerusalén. Es en esa elevada y sagrada área en la que tales fiestas tienen su origen y allí es donde continúan celebrándose con todo su esplendor y majestad. Durante su observancia se derrama sobre la tierra un poder espiritual dinámico. Éste es uno de los muchos canales empleados por Cristo para la espiritualización del Planeta.

Octubre - Noviembre - Diciembre

Cuando el Sol entra en Libra, lo cual anuncia la llegada de octubre, la dorada fuerza de Cristo pasa a los planos terrestres, ya que empieza de nuevo, este sublime Ser, Su anual sacrificio, acontecimiento denominado la Crucifixión Cósmica. A ello se refiere San Pablo en Romanos 8:22 al decir: "Sabemos bien que hasta el presente la humanidad entera sigue lanzando un gemido universal con los dolores de su parto". En esta época del Equinoccio de Otoño un discípulo debe renovar su decisión de caminar por el sendero del Señor, a despecho de las vicisitudes y obstáculos que le salgan al paso.

Durante el mes de noviembre, la fuerza de Cristo impregna al cuerpo de deseos de la Tierra. Entonces el discípulo debe esforzarse por purificar su naturaleza inferior con el fin de ayudar al Gran Uno en Su trabajo de limpiar la envoltura astral de la Tierra. Debe, especialmente, intentar convertirse en un canal de servicio más eficiente, como Auxiliar Invisible y como auxiliar visible.

Durante los primeros días de la manifestación humana, una parte del trabajo realizado por la Jerarquía de Escorpio, que preside el mes zodiacal de noviembre, consistió en despertar el Ego del hombre, ayudándole así a completar su individualización. Durante el estadio presente de la humana evolución, el discípulo, trabajando bajo la jurisdicción de los Señores de la Individualidad (Libra) y los Señores de la Forma (Escorpio), aprende a transformar la presunción en humildad y a sacrificar el "Yo" personal al impersonal "nosotros"; en otras palabras, a vivir el ideal de el mayor bien para el mayor número.

La época de Adviento se extiende a lo largo del mes de diciembre y se la conoce como el Festival de la Luz. Los impulsos espirituales de la estación preparan a la Humanidad para el derramamiento de fuerzas celestiales que acompañan al renacimiento anual del Cristo Cósmico en nuestra esfera terrestre. Al Adviento le sigue el Solsticio de Invierno, que tiene lugar entre el 21 y el 24, y que culmina en el gran Festival del 25 de diciembre. La Navidad ha de seguir siendo una observancia externa para el aspirante hasta que Cristo nazca en su interior. Y en el grado en que experimente ese despertar, será capaz de participar en el elevado éxtasis espiritual de la más sagrada de las estaciones.

Enero - Febrero

Los Doce Días Santos comienzan el 26 de diciembre y tienen su clímax el 6 de enero con la Fiesta de la Epifanía. Esta fiesta conmemora la llegada de los tres Hombres Sabios con sus ricos presentes para el Niño en el pesebre. En el Sendero del Discipulado, la Fiesta de la Epifanía significa la triple dedicación del discípulo de su espíritu, su alma y su cuerpo, acompañados de regalos de amor, vida y servicio, al Cristo Niño. La influencia espiritual de esta fiesta se extiende a todo el mes de enero. Durante el mismo, el discípulo intenta cultivar esos atributos espirituales y hacerlos patentes mediante una más profunda dedicación a Cristo.

En febrero empieza una preparación especial para la estación Cuaresmal, cuando el aspirante experimenta disciplinas específicas para ir haciendo al espíritu el elemento más importante de cada pensamiento, palabra y obra. La palabra febrero viene del latín Februarius, nombre dado a la fiesta romana de la Purificación que se celebraba el día decimoquinto del segundo mes del año. Durante los primeros días de febrero la iglesia celebra igualmente la Fiesta de la Purificación como trabajo inicial de la época de Cuaresma. Un discípulo místico cristiano la observa como tiempo de triple purificación, tratando de purificar su cuerpo físico con los alimentos más puros; su cuerpo de deseos mediante actos virtuosos; y su cuerpo mental mediante castos pensamientos y palabras de verdad.

Estas disciplinas son a guisa de preparación para la gran transmutación que es el momento culminante de cada observancia anual. Tanto la mente como el cuerpo del aspirante han de sensibilizarse, si ha de tomar parte en el derramamiento extático de esta celebración cósmica. Por eso la iglesia bendice los cirios que se emplearán durante el año siguiente. Para un cristiano místico las velas simbolizan la "luz del mundo", el bendito Cristo. En la Cuaresma se consagra a sí mismo de nuevo al servicio de Cristo y se esfuerza por ser portador de la luz que, según San Pablo, está también en el propio Cristo.

Marzo - Abril - Mayo

La resurrección cósmica tiene lugar en Marzo, cuando el Espíritu de Cristo se libera de la esfera terrestre y pasa a los planos espirituales más elevados. Las Jerarquías, tanto de Aries como de Piscis, se unen a los ángeles y arcángeles en la triunfante celebración de este acontecimiento. El ritmo de su himno cósmico fue plasmado por Händel en su Alleluja. Los ceremoniales precristianos que celebraban el regreso de la primavera y la victoria de la luz sobre las tinieblas estaban también sintonizados con esos mismos ritmos.

El Equinoccio de Primavera es para el discípulo uno de los puntos culminantes del año. Sus notas clave son la libertad y la emancipación, que conducen a una vida más extensa. Es también el tiempo en el que el Cristo Cósmico queda libre de los grilletes que Lo han mantenido esclavo durante los meses del invierno. Así que es el momento más propicio para que un discípulo avanzado rompa los lazos que le atan y penetre en la gozosa libertad del espíritu.

La iglesia celebra la fiesta eclesiástica de la Anunciación en marzo, cuando la naturaleza celebra también el festival cósmico de la Anunciación, pues hay una íntima relación entre el hombre y la naturaleza. La naturaleza es Dios en manifestación. El hombre es un dios en formación. Por ello uno refleja al otro. Los rituales más santos observados por el hombre están sintonizados con los cambios de estación. Los poetas cantan alabando al santo espíritu de la primavera mientras el esplendor verde y oro de la naturaleza evidencia que las retornantes fuerzas de la vida responden en triunfo al impulso cósmico de la resurrección.

Un seguidor avanzado del Sendero comprende que ha llegado el momento de fundir el dolor y las lágrimas de su vida personal (Piscis) con las fuerzas transformadoras de Aries. Si así lo hace, se une al imponente coro, respondido, como un eco, por ángeles y arcángeles, y que canta: "Cristo ha resucitado porque Cristo ha nacido en mí".

A abril se le denomina el mes de la resurrección. Y es entonces cuando las fuerzas que surgen de nuevo, alcanzan su culminación y la naturaleza se convierte en una gloriosa sinfonía de belleza y color.

El Viernes Santo es el día más santo para el cristiano místico. Los cristianos ortodoxos lo celebran con penitencia y luto porque sus pensamientos están centrados en los sufrimientos y en la crucifixión del Salvador. Los cristianos místicos, sin embargo, lo celebran con un profundo gozo y agradecimiento internos porque indica la liberación del Señor tras el medio año de encarcelamiento en los límites físicos de la Tierra, y Su ascensión triunfal a mundos más elevados. Comprenden que Su sacrificio y Su Resurrección son un servicio redentor por la Humanidad, un servicio que no terminará nunca hasta que la Humanidad, como un todo, sea espiritualmente libre.

Cuando Cristo asciende ese día santo, los planos internos toman la apariencia de una masa fundida de refulgente oro. En la leyenda del Santo Grial, se les enseña a los caballeros que el Viernes Santo desciende del cielo una paloma para rellenar la sagrada copa con el agua de la vida, para que puedan así los caballeros recibir alimento espiritual a lo largo del año siguiente. Y así es como el Señor, en Su Ascensión, va derramando Su amor y Su mismo Espíritu para alimentar todo ser viviente sobre el plano terrenal. Si no fuese por ese suministro anual, el trigo no produciría grano ni las vides darían fruto. A la luz de este hecho se puede ver que Cristo expresó literalmente una profunda verdad cuando, durante la última Cena, dijo a Sus discípulos: " Esto (el pan) es mi cuerpo que será entregado por vosotros... Este cáliz es el nuevo testamento en mi sangre, que es derramada por vosotros".

Participando del sagrado Rito de la Eucaristía en Viernes Santo, uno está participando del cuerpo y de la sangre espirituales del bendito Señor, ya que los ritos potencian las energías espirituales. Tras esa participación, el aspirante debe esforzarse por despertar más completamente el proceso de transmutación en su interior. Debe esforzarse por despojarse de lo viejo y vestir lo nuevo, siendo su ideal el sumergir el hombre terreno en el hombre celeste. Desde ese momento ha de demostrar que, verdaderamente, está hecho a imagen y semejanza de Dios.

Junio - Julio - Agosto

Una de las fiestas más hermosas del año es ésta de la Ascensión, que se celebra, aproximadamente, cuando el Sol pasa de Tauro (mayo) a Géminis (junio).

Entonces, falange tras falange de seres celestiales se postran en adoración ante la exaltada presencia de Cristo y las mismas estrellas se unen en una sinfonía que proclama Su majestad y Su gloria. Durante esta sagrada fiesta, Su radiación penetra en la Tierra impregnándola con una refulgencia que excede toda descripción, haciendo brillantes, tanto el mundo físico como los mundos espirituales. Y, como la naturaleza está en perfecta armonía con esas corrientes in crescendo de Cristo, ese período de cuarenta días entre la Resurrección y la Ascensión, es de tal contenido espiritual que se convierte en un tiempo apropiado para que el discípulo desarrolle en su interior los poderes de la clarividencia, la clariaudiencia y otras facultades del espíritu, que pertenecen al verdadero discipulado.

El octavo día de la Ascensión se celebra la fiesta de Pentecostés, que sintetiza las experiencias de los primeros discípulos que vivieron íntimamente con Cristo durante el período mencionado. El día de Pentecostés se convirtieron en hombres y mujeres crísticos, adecuadamente equipados para el trabajo de establecer Su Reino en la Tierra. El santo día conmemorativo de tal acontecimiento es, de hecho y en verdad, el Whitsun (Pentecostés en inglés, significando "el sol blanco"), el domingo blanco del alma; y constituye la máxima consecución posible en este planeta.

En la iglesia exotérica, la octava de Pentecostés se conmemora la triple actividad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Se conoce como el domingo de la Trinidad y marca el fin de las fiestas espirituales del año. Ya no se observan más fiestas hasta el comienzo de la época de Adviento. Sin embargo, el significado esotérico del domingo de la Trinidad hace mucho que se olvidó, aunque siga siendo importante, ya que la iglesia cuenta todos los domingos desde la Trinidad hasta Adviento como primero, segundo, tercer domingo, etc., "después de la Trinidad".

Los cristianos esotéricos, sin embargo, comprenden algo del significado de la celebración de la Trinidad. Saben que el domingo de la Trinidad simboliza, por así decirlo, el trabajo supremo de Cristo en el ciclo anual y que, durante los tres meses del verano - Junio, Julio y Agosto - Cristo trabaja al unísono con el Dios Trino y con las tres Jerarquías de Géminis (Serafines), Cáncer (Querubines) y Leo (Señores del Amor) rellenando, energizando y espiritualizando la Tierra y todo lo que en ella existe.

Cuando el Sol entra en Géminis, en el mes de junio, Cristo pasa al Tercer Cielo que, en terminología rosacruz, es el Mundo del Pensamiento Abstracto. Es la esfera más elevada de las alcanzadas por la Humanidad en el ciclo de renacimientos y en su actual nivel de desarrollo. El Primer Cielo es el mundo del color; el Segundo, es el mundo del tono; el Tercero es el mundo de las Ideas Abstractas. Es éste un mundo de pura luz blanca en el que un alma iluminada aprende a escuchar la Voz del Silencio.

Durante el mes de junio, Cristo se convierte en un canal para las radiaciones emitidas por los Serafines, la Jerarquía de Géminis. Los contacta por medio del Espíritu Santo, el tercer aspecto de la Trinidad. Una de las notas clave de Géminis es la actividad; ésta es también la nota clave del Espíritu Santo. Mediante su actividad, los Serafines traspasan los misterios del Espíritu Santo al signo opuesto de Géminis, Sagitario, los Señores de la Mente. Allí esperan que el hombre desarrolle su iluminación hasta ser capaz de comprender y aplicar el inmenso poder del Espíritu Santo en su vida diaria. Aunque la Humanidad sólo es capaz aún de percibir débilmente los misterios relacionados con el principio y poderes del Tercer Aspecto de la Trinidad.

Durante el período de tránsito del sol por el signo de Géminis, el discípulo hará bien en dedicar el mayor tiempo posible a meditar sobre el principio de la polaridad, pues es el mes más apropiado del año para recibir revelaciones esotéricas sobre esta materia profundísima. Si es posible, el Zohar, "el Libro de Luz", como fue inicialmente conocido, es recomendable para estudios sobre este tema.

Cuando el sol entra en Cáncer, en el mes de julio, Cristo asciende a su propio hogar, el Mundo del Espíritu de Vida, el plano en el que la unidad y la armonía reinan supremas; es también el nivel de conciencia contactado por los discípulos el día de Pentecostés. Y será alcanzado por la porción más avanzada de la Humanidad al finalizar el presente Período Terrestre. En este momento del año, mediante el trabajo del Cristo Cósmico, el Hijo, el Verbo y Segundo Aspecto de la Trinidad, nuestro bendito Señor, contacta con la Jerarquía de Cáncer, los Querubines. Estos seres celestiales son los guardianes de todos los sitios sagrados del cielo y de la Tierra y contienen, dentro de sí, el gran misterio de la vida. Bajo la dirección de Cristo, este sagrado misterio se traspasa desde Cáncer a su signo opuesto Capricornio, quedando a cargo de los Ángeles.

Por esa razón los Salvadores del Mundo que vienen a la Tierra proclamando el misterio del Sagrado Nacimiento, nacen bajo el signo de Capricornio. La observancia conocida eclesiásticamente como Fiesta de San Juan, que fue el Precursor de Cristo, tiene lugar durante el Solsticio de Verano.

En julio, el alma de la Tierra se sumerge en puro éxtasis. Los cielos se comban hacia abajo mientras la Tierra es elevada a lo alto. Con ese divino intercambio de fuerzas espirituales se consuma el Matrimonio Místico entre el Cielo y la Tierra.

Durante un intervalo de cuatro días, son silenciadas las corrientes de deseos para que las fuerzas espirituales puedan reinar supremas y la Tierra se llena con la pura luz del espíritu. Todo discípulo que aprenda a sintonizarse con este poderoso influjo accederá a un nivel de conciencia espiritual nunca soñado. Si dedica mucho tiempo a la meditación durante este período, descubrirá igualmente un profundísimo y aclaratorio significado de la fórmula fundamental de la Creación, dada por San Juan:

En el principio era el Verbo,
Y el Verbo estaba con Dios,
Y el Verbo era Dios.
Él estaba al principio con Dios.
Por Él fueron hechas todas las cosas
Y nada de lo que ha sido hecho, se hizo sin Él.

Juan 1:1-3

Cuando el sol alcanza el punto más elevado en su ascensión hacia el norte, Cristo asciende igualmente al mundo espiritual denominado el Trono del Padre. Se le conoce en la terminología rosacruz como el Mundo del Espíritu Divino, el hogar del Dios de este sistema solar. Dios es Amor y Dios es Luz. Amor y Luz son notas clave de la Jerarquía de Leo, los Señores de la Llama (Amor). Bajo la supervisión de los Señores de la Llama y junto a los poderes del Padre, Primer Aspecto de la Trinidad, Cristo trabaja con el poder supremo del amor, la fuerza estabilizadora de la Tierra.

Para ello, se convierte en el canal de la fuerza, gracias a la cual hace girar la Tierra sobre su eje y recorrer su órbita en torno al Sol. Este poder del amor es traspasado por la Jerarquía de Leo a su signo opuesto, Acuario; por eso será el poder que animará la nueva Era de Acuario.

Durante esta época, el discípulo debe esforzarse por convertir el amor en la fuerza motivadora de su vida. Debe aspirar a embellecer cada una de sus palabras, pensamientos y obras con su magia. El decimotercera capítulo de la Segunda Epístola a los Corintios, uno de los más grandes cantos del alma al amor, es el mantra perfecto, tanto para la meditación como para el esfuerzo, durante el período en el que el sol transita el signo real de Leo.

Septiembre

En septiembre el Bendito Señor sale de la gloria de los más elevados mundos celestes y comienza su descenso hacia los planos físicos. Durante todo el mes, la tierna y anhelante belleza de la naturaleza es como la de ninguna otra estación, porque Cristo está acogiendo a la Tierra como una llueca acoge a sus polluelos, con el mismo amoroso dolor que sintió cuando lloró por Jerusalén, hace muchos años. Él vertió aquellas lágrimas porque sabía las largas eras de dolor y sufrimiento que la Humanidad había de vivir aún por haber buscado la oscuridad en lugar de la luz. Su gran corazón se acongojó por las oscuras nubes que cubrirían Jerusalén, el verdadero corazón del Planeta, al que se había dedicado a servir y sobre el que estaba derramando todo Su inmenso amor.

Septiembre es otro mes de preparación para el discípulo. Una de las notas clave de Virgo es sacrificio. Un discípulo serio, que se prepare mediante el sacrificio y la autorrenunciación para tomar parte en el festival de invierno, meditará frecuentemente sobre la nota clave espiritual de Virgo: "El que quiera ser el primero, sea el último y el servidor de todos". Marcos 9:35.

Con el sol entrando el Libra y las fuerzas de octubre impregnando la Tierra, llega el festival del Equinoccio de Otoño. En el camino de Damasco, a San Pablo se le concedió el que viera, en la memoria de la naturaleza, el ciclo Crístico. En cuanto comprendió la verdadera importancia de este sacrificio anual del Espíritu del Sol, se transformó, de principal perseguidor de Cristo, en uno de Sus más ilustres mensajeros. A la luz de la comprensión de la misión de Cristo en la Tierra, Pablo hizo la suprema dedicación con las palabras. "Pues yo decidí no conocer nada entre vosotros, salvo a Cristo Jesús, y a éste crucificado". Estas palabras deberían ser la verdadera cruz de la dedicación del discípulo cuando medita, cada vez más profundamente, sobre el sacrificio anual del Señor Bendito.

El aspirante al Sendero del Logro es, a veces, elevado a la cima del monte de la exaltación y su fortaleza es renovada, para poder luego servir en los valles de abajo. Quien sigue este ciclo anual de Cristo con fe y año tras año, aprende a sintonizarse con la elevada gloria de las tres festividades de la Santa Trinidad, en verano, siendo luego conducido a hacer una más profunda dedicación de sí mismo y, con ello, a adquirir una mayor fuerza espiritual que le permita cumplir su cometido y asumir sus responsabilidades durante los próximos meses de invierno. Si progresa espiritualmente en todo lo que este período le proporciona, se hará consciente del derramamiento de bendiciones que emanan de la Virgen Cósmica, la más elevada iniciada de la Jerarquía de Virgo, los Señores de la Sabiduría. Durante el curso de este mes de preparación, el discípulo comprenderá claramente en su interior el significado de la hermosa oración de San Francisco de Asís, y ello lo hará más útil como canal para el descenso de las fuerzas de Cristo en los meses venideros:

¡Oh, divino Maestro!

Concédeme que no busque ser consolado, sino consolar;
que no busque ser comprendido, sino comprender;
que no busque ser amado, sino amar.

Porque, dando es como recibimos,
perdonando es como se nos perdona
y muriendo a nosotros es como nacemos a la vida eterna.

Cuando el discípulo considera el ciclo anual a la luz de Cristo y Su misión, comprende que cada mes es, para él, como un santuario bendito. Y si, mes tras mes, se esfuerza por encontrar el profundo significado de la vida de Cristo y de Su obra, entrará en tal sintonía con su Señor que podrá cantar con Salomón, el iluminado vidente del Antiguo Testamento: "Mi amada es mía y yo soy suyo".

Indefectiblemente, esa dedicación conducirá a que Cristo se convierta de tal modo en parte de su vida personal, que cada uno de sus pensamientos, palabras y obras no serán sino reflejos Suyos. Finalmente, alcanzará la gloriosa consecución con la unidad con el Señor, que San Pablo, el vidente del Nuevo Testamento, expresó con su exultantes palabras: "En Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser".

EL MISTERIO DE LOS CRISTOS

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