CAPÍTULO XXIX
LEO
Meditación espiritual para Leo
Un sabio antiguo declaró que "como arriba, es abajo y como abajo es arriba".
Todos los verdaderos Templos de Misterios del plano físico se han construido en armonía con el modelo zodiacal existente en los cielos. En ese círculo de doce constelaciones, Cáncer y Leo forman las dos columnas de la entrada al Templo Cósmico. En plena correspondencia, se han colocado, a la entrada de todos los templos de Misterios, dos columnas simbólicas, entre las cuales ha de pasar todo aspirante a la iluminación. Estos dos pilares han llevado muchos nombres a lo largo de las edades y su significado se ha destacado en la literatura de los Misterios de todas las naciones. Se ha dicho que representan los elementos del agua y el fuego; o los dos metales preciosos, oro y plata; y hasta, simbólicamente, los cuerpos planetarios del sol y de la luna. Cáncer ha sido llamada la madre y Leo el padre de las almas.
Entre esas dos columnas han de pasar el hombre y la mujer, cogidos de la mano, en completa igualdad, para recibir la gloriosa herencia que esta Era prepara para sus pioneros. La habilidad masónica (la construcción) ha de darse cuenta de que sus más secretos misterios jamás serán comprendidos hasta que el Divino Femenino sea restablecido en su estado original de igualdad con relación a la polaridad opuesta masculina.
Los antiguos representaban a Leo como un sumo sacerdote sentado en una carroza que transportaba dos esfinges, una blanca y otra negra. Un símbolo similar hacía referencia a Géminis pero en este caso las dos esfinges estaban arrodilladas frente al sumo sacerdote, significando que es él quien ha de elegir entre seguir el sendero de la luz o el de las tinieblas. En Leo la decisión ya se ha tomado. Tanto su naturaleza inferior como la superior han sido ya sometidas.
Las notas clave de Leo son: Autoridad, gobierno y triunfo. Uno de los símbolos de Leo es una espada, signo de conquista y victoria. Y que la espada representa también la fuerza creadora interna del individuo se indica en numerosos pasajes bíblicos. En el Génesis, por ejemplo, está el relato de la expulsión de Adán y Eva del Jardín del Edén por haber comido del fruto prohibido del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Como consecuencia de su pecado, los Querubines montaron guardia a su entrada blandiendo una espada de fuego para evitar que el hombre, teniendo acceso al Árbol de la Vida, adquiriese el secreto del cuerpo etérico y aprendiese a inmortalizar su imperfecta forma física.
Esos mismos seres celestiales fueron representados ante el Templo de Salomón, pero allí ya una flor completamente abierta había remplazado a la espada.
Así, pues, se representó, con exquisita simbología, el logro del alto iniciado, cuyo cuerpo se describe místicamente como un jardín de flores. En ese jardín las dos flores-centro son: El corazón, la estrella del día del cuerpo, y la glándula pituitaria, el más elevado de los dos centros espirituales de la cabeza. Es a través de esas dos flores-centro, cuando están despiertas, a través de las que trabajan en todo el cuerpo las poderosas fuerzas de Leo.
En la vida de Cristo, Su entrada Triunfal corresponde a las regias radiaciones de Leo. En ese momento, el espíritu de Cristo estaba magnéticamente cargado de la efulgente gloria del Padre, que había descendido a Él mientras el Sol transitaba el signo real en los cielos. Esto produjo los populares e instintivos hosannas que acompañaron Su entrada.
Aquella triunfante escena fue el inicio de los acontecimientos culminantes del ministerio de Cristo en la Tierra, seguidos de Su asunción de la regencia de este planeta para la redención del mundo. Simboliza también la festiva procesión de un candidato que ha logrado la entrada en un Templo de Luz. Por eso se escuchó el canto angélico de los cielos: "Bendito el que viene en nombre del Señor" (la ley). O sea, el que camina en la luz espiritual y el amor.
La ciencia conoce al Sol tan sólo en su aspecto físico. La ciencia esotérica conoce dos esferas solares más, o cuerpos espirituales, que interpenetran a aquél. El primero de ellos es el vehículo del Logos Solar, que conocemos como el Cristo Cósmico; el otro, de frecuencia vibratoria aún más elevada, es el celestial cuerpo del Padre de nuestro sistema solar.
La humanidad ordinaria responde principalmente a la influencia del sol físico, cuyas emanaciones se relacionan con Jehová y las religiones de raza establecidas bajo su influencia. Fue durante el régimen de Jehová cuando se establecieron los Misterios Menores por los Señores de Mercurio. Con la venida de Cristo se inauguró una nueva era durante la que el hombre ya no tiene que obedecer la ley externa sino la interna, pues el principal cometido de su vida consiste en despertar su divinidad interior, su Cristo Interno. Bajo la influencia de Mercurio se inauguraron, como hemos dicho, los antiguos Misterios. Cristo trajo los cuatro Misterios Mayores, un bosquejo de los cuales se nos da en cada uno de los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento. Neptuno, el planeta de la divinidad y la iniciación proporciona a la humanidad la ayuda necesaria para intuir estos Misterios Mayores que contienen las más elevadas verdades que está capacitada para vislumbrar hoy en día. Luego vendrá la religión del Padre. Cuando los pioneros se hayan calificado para la más elevada iluminación inherente a esa religión, el planeta Vulcano emergerá a la vista y a la comprensión humanas, como consecuencia de la ley según la cual, en la secuencia temporal, los acontecimiento externos siguen a los mismos acontecimiento acaecidos antes en los planos internos. Ello supondrá la revelación de una gloria y un poder mucho más allá de los que actualmente la mente humana puede comprender o de lo
que la lengua humana puede describir.
El sendero de santidad a través de Leo
Se ha dicho que, mientras el Sol transita los signos de Cáncer y Leo durante los meses de julio y agosto, Cristo asciende al trono del Padre, donde se baña en Su trascendente gloria. Allí se renueva y revitaliza, atrayendo más y más espiritualizadas fuerzas para proseguir su ministerio terrenal cuando vuelva a penetrar en los reinos de la Humanidad en el equinoccio de otoño. Durante su permanencia en los cielos, el planeta tierra, clarividentemente observado, aparece luminoso por Sus radiaciones; y el observador comprueba en lo más profundo de su ser el significado de Su
afirmación: "Me ha sido dado todo el poder en los cielos y en la Tierra".
Cuando el Sol, pues, atraviesa los signos de Cáncer y de Leo, el iluminado que holla el sendero de la santidad, asciende a los más altos reinos de este planeta y entra en una más profunda conciencia de trascendente poder. Empieza a comprender que el amor, en su más elevado aspecto, no es una pasión o un sentimiento, sino una fase de la propia divinidad. Pedro fue imbuido de una fuerza amorosa de esa naturaleza. Él mismo se refirió a ella cuando dijo al lisiado a las puertas del Templo Hermoso: "Oro y plata no tengo, pero te doy lo que tengo... levántate y anda". Y fue esa misma fuerza la que, de tal modo animó a Pablo que, a pesar de todas sus persecuciones y encarcelamientos, pudo pronunciar aquellas hermosas palabras: "Aunque yo hablase las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tuviera amor (caridad) sería como metal que suena sin ton ni son o címbalo que retiñe sin objeto".
Cuando el aspirante alcanza ese grado de consecución espiritual, Cristo lo es todo para él y todo está en él. Servir como Él sirvió y amar como Él amó se convierten en su principal aspiración. La nota clave bíblica de Leo resuena en las palabras: "Amar es cumplir la ley". A él se le permite mirar en el Registro Akásico el sagrado e iluminado corazón y asimilar algo de los profundos misterios que contiene.
Y comienza a entender la íntima conexión existente entre la Jerarquía de Cristo y el centro de luz del cuerpo humano, llamado corazón. Una de las primeras imágenes akásicas que estudia, representa a Cristo, de pie, ante una puerta a la cual llama. En Su mano lleva una luz, y dice: "Mira que estoy llamando a la puerta: Si un hombre oye mi voz y me abre, iré a él".
Este pasaje trae a la mente enseguida la realista representación hecha por Holman Hunt. Su cuadro ha inmortalizado esa actividad de búsqueda de nuestro Redentor. Hay razonablemente que pensar que la creación de esta obra maestra fue inspirada por el elevado obsequio que el artista recibió, tanto consciente como supraconscientemente. Los discípulos que trabajan en los planos internos frecuentemente se sitúan frente a esa pintura y meditan sobre su profundo significado, pues la puerta ante la que Cristo está, representa el corazón humano. En la próxima Era de Acuario, a medida que la influencia amorosa de Leo vaya penetrando más profundamente en la tierra, más buscadores se harán conscientes de la proximidad de Cristo y escucharán Sus palabras de súplica que resuenan por los pasillos del tiempo: "Mira que estoy llamando a la puerta: Si un hombre oye mi voz y me abre, iré a él".
Parábola bíblica para Leo
El festín de boda del hijo del rey
La constelación de Leo pertenece a la Triplicidad del Fuego. Luz, amor, autoridad y mando están entre sus notas clave. El corazón rige el cuerpo-templo humano y es el centro del amor. Con su creciente espiritualización, el corazón del discípulo aumenta su luminosidad hasta que, finalmente, camina en la luz como Cristo, que está en la luz. Como consecuencia de esa irradiación, llama la atención y gana lealtad. La Jerarquía de Leo está implantando este ideal en lo más profundo de la Humanidad al enfocar su poder de amor sobre la Tierra.
La parábola relativa a Leo es la llamada del Banquete de Boda del Hijo del Rey. Había cierto rey que preparó una gran fiesta en honor de su hijo y envió a sus sirvientes para que invitasen a la misma a todo el que quisiese asistir. Pero ninguno de todos aquellos a los que se dirigieron les hizo caso, y se dedicaron a sus asuntos.
El rey, entonces, envió a sus sirvientes a los caminos y senderos diciéndoles que trajeran a los impedidos, a los cojos y a los ciegos a participar en la fiesta. Cuando estaban todos reunidos, observó que uno no llevaba el traje de bodas. El rey le dijo:
"Amigo, ¿cómo vienes sin vestir el traje de boda?". El hombre permaneció mudo.
Entonces el rey ordenó a sus sirvientes que arrojasen al ofensor a las tinieblas exteriores, diciendo: "Muchos son los llamados y pocos los escogidos".
La fiesta de bodas es, por supuesto, la Iniciación. No hay estación en la que los portales del cielo se abran más o en la que la luz brille con mayor fuerza que durante el tiempo en que las fuerzas de Leo están enfocadas sobre la Tierra. El león, símbolo de Leo, representa el fuego cósmico en el interior del hombre. Cuando ese fuego es elevado a la cabeza, éste órgano se convierte en el centro regenerador del cuerpotemplo.
Esta es la significación más elevada del león rampante, que simboliza el más elevado aspecto de la Iniciación. En la magnífica ceremonia de la logia masónica, el león, en pie, y con una garra extendida, era el que elevaba al héroe masónico Hiram Abif desde las tinieblas de la muerte hasta la gloria de la vida inmortal.
La Iniciación, tal y como existía antes de la venida de Cristo, era un proceso muy diferente de la actual. La Iniciación antigua se denominaba el Sendero de los Misterios Iluminados y consistía en una solemne ceremonia que representaba importantes acontecimientos en la vida de los grandes maestros del mundo, desde su nacimiento hasta su resurrección. Con la venida de Cristo, la Iniciación experimentó un cambio y ahora se denomina el Sendero de los Misterios Solares. La Iniciación cristiana aún representa importantes acontecimientos de la vida del Señor:
Nacimiento, bautismo, transfiguración, resurrección y ascensión. Pero ahora son experiencias realizables y vitales en el interior de la conciencia y el cuerpo del discípulo. De ahí que ahora, bajo Cristo, sea mucho más difícil la Iniciación de lo que lo era antes de Su venida. Por eso San Pablo, uno de los máximos exponentes de los Misterios Cristianos, dio a sus discípulos una especie de mantram, aplicable a los de los tiempos modernos, cuando les dijo: "Que Cristo se forme en vosotros". Las diversas escuelas de metafísicos como el Nuevo Pensamiento, la Ciencia Cristiana y otras, que preconizan la manifestación del Cristo interno, son etapas preparatorias que conducen a la consecución suprema en la vida del hombre: La Iniciación en los Misterios traídos a la tierra por Cristo.
Otra importante diferencia entre los Misterios precristianos y los enseñados por Cristo consiste en que en los tiempos antiguos cada ciudad tenía su propio templo de iniciaciones en el que se observaban los Misterios. Durante la Edad de Oro de Grecia no se permitía ocupar un cargo público a ningún hombre que no fuera iniciado en los Misterios. Todos esos templos terrenos fueron clausurados y los verdaderos Templos de Misterios se hallan ahora situados en el plano etérico. Por eso cada aspirante ha de tejer antes su propio "traje de boda" para poder entrar, puesto que en su cuerpo físico ya no le es posible hacerlo.
Los éteres están divididos en cuatro grados de densidad. Como se ha dicho antes, en tanto que el hombre pertenece a la tierra, es terrenal, y vive para comer, beber y ser feliz, su cuerpo etérico se compone principalmente de los dos éteres inferiores. Cuando comienza a renunciar al sendero de la carne y a aspirar a las cosas del espíritu, atrae cada día mayor cantidad de los dos éteres superiores.
En nuestros días, el elevado y sagrado significado de la Iniciación se ha perdido para la mayoría. Consecuentemente, el reconocimiento del profundo significado espiritual de los antiguos Templos de Misterios, es muy pequeño o completamente nulo. No se trataba de ceremonias al alcance de cualquiera, como irreflexivamente se cree. Eran accesibles sólo a los que se habían calificado debidamente para participar en ellos. Esta es la verdad expresada en la parábola de la cena del rey. Sólo podían entrar en ella los ataviados con el "dorado vestido de boda". Este traje no puede ser proporcionado por nadie. Ha de tejérselo uno mismo.
Y eso sólo se puede hacer "viviendo la vida", mediante la sublimación de los bajos deseos en poderes del espíritu y a través de la prestación de servicios amorosos y desinteresados a todos los demás hombres y a todos los seres vivientes. Esta es la verdad destacada por la cristiandad esotérica. Mientras que la ortodoxa pone todo el peso de la salvación del hombre sobre los hombros de Cristo, la cristiandad esotérica lo pone donde corresponde: Sobre los hombros del propio hombre.
Mientras la Jerarquía de Leo está derramando sus fuerzas sobre la Tierra es cuando más fácil resulta para el aspirante dedicarse de nuevo a hollar el sendero en el que tejer el luminoso vestido que le ha de abrir a esas corrientes de luz y a esas radiaciones de amor. Cuando ese traje esté terminado, será considerado digno de asistir al banquete del matrimonio místico y de ser contado entre los hijos del Rey.
Cuando a uno le es permitida esa asistencia, puede estar en Su presencia, viéndolo
cara a cara y conociéndolo tal cual Él es.
EL MISTERIO DE LOS CRISTOS
Corinne Heline
en you tube, desde aquí
https://www.youtube.com/watch?v=XU5Ly-cHgO4&feature=youtu.be
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