martes, 21 de noviembre de 2017

Etapas preparatorias, desde Lázaro hasta Getsemaní (en youtube, parcial)


CAPÍTULO X

ETAPAS PREPARATORIAS, DESDE LÁZARO HASTA GETSEMANÍ

Habiendo pasado la Cuaresma en profunda meditación sobre los próximos Misterios de la Pascua, el candidato está ya preparado para penetrar en los Divinos Misterios mismos, tal y como se celebran anualmente en los planos internos, en ese tiempo sagrado del año, cuando el Cristo Arcángel retorna a Su hogar en el Sol Espiritual. Conocer estos Misterios es penetrar en lo más profundo de la más iluminadora de todas las revelaciones espirituales hechas jamás a los hombres: El Misterio de Cristo. Algo de la verdad de la Pascua puede captarse mediante el estudio de sus aspectos externos; pero, sólo mediante una aproximación espiritual, puede descubrirse su trascendentalísima significación. En la primitiva iglesia, la Cuaresma era tiempo de seria y profunda preparación, para afrontar las pruebas y tests de la Semana de Pasión que, pasados con éxito, conducían al progreso en los siempre ascendentes Grados de la Iluminación.
La cristiandad ortodoxa, al haber perdido las claves de la Iniciación, acentúa la Pascua histórica; la cristiandad esotérica, por su parte, enfatiza su aspecto iniciático en términos de desarrollo espiritual individual. La ortodoxia se centra en la Pasión de Cristo, mientras que el cristiano esotérico se concentra sobre los efectos de la Pasión dentro de sí mismo, reconociendo que él también es un Cristo en formación. De ahí la afirmación de Orígenes, el Maestro alejandrino de los Misterios Cristianos durante la tercera centuria, de que "los sucesos de Palestina resultan inútiles para nosotros, a no ser que tengan lugar en nuestro interior". Y, en el mismo sentido, las palabras del santo medieval Ángel Silesio:
"En vano habrás puesto la esperanza en la cruz del Gólgota, si no ha sido erigida de nuevo dentro de ti mismo".
Igual que los Antiguos, los Grandes Misterios, inaugurados por Cristo, se dividen en tres etapas o Grados principales.
El Primero es el Rito de la Purificación, relativo a la limpieza de la naturaleza inferior de la vida sensible. Conduce a lo que, comúnmente, se llama "vivir la vida".
Cada etapa del Sendero lleva consigo una compensación espiritual. La de este Primer Grado consiste en la facultad de servir como Auxiliar Invisible consciente. Muchas clases de discípulos que habían alcanzado este Grado, y sus poderes anejos, se mencionan en el libro de los Hechos de los Apóstoles.
El Segundo Grado es el Rito de la Iluminación. Mediante él, se ponen en movimiento ciertas corrientes en los vehículos internos del hombre, que despiertan las facultades de la clarividencia y la clariaudiencia positivas. Tanto en los Evangelios como en los Hechos de los Apóstoles se pueden encontrar muchos ejemplos de tal consecución.
El Tercer Grado es el de Maestro. Su consecución es el Matrimonio Místico entre la personalidad y el espíritu, que queda entonces consumado. Las fuerzas del yo personal se han sublimado de tal modo que se ha podido lograr su perfecta unión con el espíritu interno. Los cielos y la Tierra, al unísono, rinden obediencia al que tal cosa ha logrado puesto que, en verdad, se ha convertido en Maestro de todo lo que maneja.
La pista relativa a este Grado está disimulada en el relato de las Bodas de Caná de Galilea, con el que Juan inicia su Evangelio. Como esta boda pertenece al Tercer Grado, se dice que tuvieron lugar "el tercer día". La palabra "Caná" significa "sanar" o "avanzar", y la palabra "Galilea" significa "la blancura de la nieve". Juan empieza su Evangelio con la fiesta de bodas porque informa a los que pueden discernir su significado interno, al punto del Sendero al que él mismo había llegado.
Hay "claves" colocadas en los relatos bíblicos de las vidas de los seguidores de Cristo y que, para los lectores iniciados, indican el Grado específico hasta el que habían progresado y que, además, sirven para bosquejar el proceso de desarrollo a los aspirantes esotéricos que intentan tomar el Sendero de la Cruz y seguir el Camino del Discipulado Cristiano.
La mayor parte de los Evangelios está dedicada al trabajo de los hombres y mujeres discípulos de Cristo, y al esfuerzo que hicieron para alcanzar la iluminación en los Misterios Cristianos durante la espiritual Marea Pascual. Esos días han sido denominados la "Semana Grande", a causa de la inmensa significación de los acontecimientos a ellos asociados, y también la "Semana Santa", a causa de la profunda santidad de los Misterios a que se refiere.
La Semana Santa comienza con la Entrada Triunfal en Jerusalén y concluye con la gloria de la Resurrección, cuando la muerte es, verdaderamente, transformada en vida. Entre estos dos acontecimientos se encuentran las Estaciones de la Cruz, que constituyen la Vía Dolorosa o Camino del Dolor. Vienen tras el Domingo de Ramos y la Pascua. Suceden a los hosannas que acompañan a la Entrada, y preceden a la Resurrección, en que la conciencia de Cristo, que estaba despertando el Domingo de Ramos, se eleva a la oleada de gloria de la vida iluminada y resurrecta de la alborada de Pascua. El ideal, antes entrevisto, se hace realidad.


LA INICIACIÓN DE LÁZARO


La excelsa labor de Iniciación desarrollada durante la Semana de Pasión, se inaugura, el sábado anterior a la Entrada Triunfal, con la Iniciación de Lázaro.

Debido a la trayectoria ascendente de la evolución humana, las antiguas fases de la Iniciación, así como ciertos aspectos de la religión de Jehová, estaban muriendo.
Cristo vino para "hacer todas las cosas nuevas". Las fuerzas que liberó con Su venida eran necesarias para salvar a la Humanidad de extraviarse en un materialismo que estaba destinado a hacerse más y más denso durante los siglos venideros. Pero, en un proceso ordenado de crecimiento, lo nuevo crece e incorpora los valores conquistados por lo antiguo. Por eso, en el Rito iniciador de Lázaro se combinaron los procesos prevalecientes en el ritual antiguo y los que se trataba de instaurar, dando esa mezcla como resultado el nacimiento de los Nuevos Misterios Cristianos.
Este acontecimiento, por tanto, señala el comienzo de los Misterios de la Semana Santa o las profundas enseñanzas espirituales sobre las que se fundó la Iglesia Cristiana inicial.
El gran poder que detentó la Iglesia Cristiana Inicial, el poder de curar y de hacer milagros, derivaba del conocimiento de los Misterios. Luego, cuando los intereses mundanos fueron invadiendo la iglesia y el pensamiento materialista oscureció su conciencia, perdió contacto con la fuente original de poder, y cayó en una relativa impotencia, situación que se ha prolongado durante centurias y que continúa en nuestros días. Hasta que la iglesia no haga suyas, de nuevo, las verdades de la Iniciación, no recuperará el poder suficiente para conducir a la Humanidad hacia la necesaria regeneración, lo cual la calificará para establecer un orden cristiano sobre la Tierra. Ha habido siempre algunos, sin embargo, tanto dentro como fuera de la iglesia, que han conservado la luz interior y han preservado para la Humanidad la Sabiduría de las Enseñanzas Iniciáticas. Son los que conocemos como santos ilustres, cuyas vidas y hechos han escrito gloriosas páginas de la historia, a lo
largo de los tiempos.
El trabajo del Primer Grado, de los tres de que se componen los Misterios Cristianos, lo constituye la Purificación. Afecta primordialmente al cuerpo de deseos. El trabajo del Segundo Grado lo constituye la Iluminación y afecta especialmente al cuerpo vital. El Rito del Tercer Grado, denominado del "Maestro", unifica las fuerzas del cuerpo de deseos y el vital, de tal manera, que el espíritu iluminado puede establecer contacto con el mundo interno y entrar en comunicación consciente con seres pertenecientes a los reinos suprahumanos e infrahumanos.
En el Rito de la Purificación se le enseña al neófito cómo vivir una vida casta e inofensiva. Si el aspirante permanece fiel a los principios establecidos para este Grado, experimenta, en su momento, un despertar de ciertos centros latentes del cuerpo de deseos. Obtenido esto, adquiere conocimientos, de primera mano, relativos a los planos situados más allá del alcance de los sentidos físicos.
La siguiente etapa del desarrollo esotérico, la del Segundo Grado o Rito de la Iluminación, consiste en conseguir que los recién despertados centros del cuerpo de deseos, impresionen o sensibilicen los centros correspondientes del cuerpo vital. Con tal fin, el aspirante ha de practicar ciertos ejercicios de concentración y meditación, hasta que se desarrollan la clarividencia y la clariaudiencia.
Estos resultados se obtenían en las Iniciaciones precristianas de modo muy distinto. En los antiguos Ritos de Egipto y Babilonia, por ejemplo, derivados originariamente de los Ritos Atlantes, el (espíritu del) candidato a la Iniciación era extraído de su cuerpo físico por el Maestro Supervisor, junto con sus cuerpos de deseos y vital y, en los planos internos, los centros activos del cuerpo de deseos activaban los del cuerpo vital durante un período de tres días y medio. Era, pues, necesaria, una situación anormal, dirigida por un Maestro Iniciado, para conseguir el fin propuesto.
Con la venida de Cristo, esa situación cambió y se hizo posible para el hombre obtener el mismo desarrollo, pero en estado de vigilia y sin necesidad de estados anormales ni de supervisiones elevadas. Tras despertar del estado de trance, el neófito era considerado, en las iniciaciones precristianas, como alguien que había resucitado de entre los muertos. Verdaderamente, era un "recién nacido", puesto que había adquirido facultades supranormales y poderes de que antes carecía.
El pensamiento materialista y sensual tiende a entrelazar de tal modo los cuerpos de deseos y vital, que hace la iniciación extremadamente difícil, si no imposible. Tal era el estado de la Humanidad, en general, en el momento de la venida de Cristo Jesús. Su labor consistió en liberar al hombre de esa barrera que le privaba del desarrollo espiritual. Los comienzos de tal logro se obtienen mediante la concentración y la meditación, a los que se añade el ejercicio vespertino de la retrospección; los tres formaban parte de las enseñanzas de la iglesia primitiva.
Durante la concentración, el polo masculino del espíritu o voluntad, es el predominantemente activo; durante la meditación, el factor dominante es el polo femenino o imaginación. Mediante estos ejercicios, los centros del cuerpo de deseos pueden imprimirse en el cuerpo vital sin disociar éste del cuerpo físico. Actualmente, debido al materialismo prevaleciente, la dificultad para extraer ambos vehículos al modo precristiano es tan grande que podría llegar a ser catastrófico. Su resultado, con demasiada frecuencia, sería la locura o, incluso, la muerte.
Para recibir la nueva forma de Iniciación Cristiana se eligió al más avanzado entre los seguidores de Cristo. Fue el discípulo amado del Maestro, cuyo nombre de iniciación fue "Lázaro". Lázaro significa "aquél a quien Dios asiste". Fue su elevado estado de desarrollo lo que le capacitó para responder a la llamada: "Lázaro, sal fuera" y, luego, a la gran recomendación de su Maestro: "Desembarazadlo y dejadlo libre".
Fue el maridaje que se produjo con la resurrección de Lázaro, entre lo viejo y lo nuevo, lo que produjo tan gran regocijo entre el pueblo cuando Cristo Jesús hizo, el Domingo de Ramos, su entrada triunfal en Jerusalén, al día siguiente del acontecimiento iniciático.


LA ENTRADA TRIUNFAL

Cada acontecimiento de la vida de Cristo Jesús durante la Semana de Pasión, representa alguna fase de Iniciación en los Misterios Cristianos. La Entrada Triunfal representa los gozos, así como el Calvario simboliza los sufrimientos. Para las masas que presenciaban la procesión del Domingo de Ramos, ésta no era sino la atribución de honores al gran Maestro que, durante los tres últimos años, había realizado tales milagros entre ellos, que había hecho ver a los ciegos, andar a los tullidos y sanar a los enfermos. Pero, para los cristianos esotéricos, su significado era más profundo.
Para ellos era una manifestación externa del santo gozo que experimentará toda la Humanidad cuando haya alcanzado la conciencia crística, hecha posible, gracias al recientemente instaurado nuevo procedimiento de Iniciación en los Misterios Cristianos.
Los hosannas de las multitudes que bordeaban el camino, a lo largo del cual pasó el Maestro durante Su Entrada Triunfal, no eran sino el eco de los coros angélicos que saludaron el nacimiento de Jesús. Entonces habían cantado: "Paz en la Tierra y buena voluntad hacia los hombres"; el día de Su entrada en Jerusalén para los acontecimientos finales de Su ministerio terrenal, cantaban: "Bendito sea el Rey que vino en nombre del Señor; paz en los cielos y gloria en lo más alto". Por tanto, anunciaban el amanecer de la Nueva Dispensación, bajo la cual, cada hombre está destinado a convertirse en rey de su propio reino espiritual y a caminar en el nombre del Señor o en la Ley del Amor, la Luz y la Verdad.
El escenario de la Entrada Triunfal fue Jerusalén, la ciudad de la Paz, que representa el corazón o centro del amor en el cuerpo, el primero en el que comienza a vivir el Espíritu de Cristo. El asno, sobre el que Cristo marchaba, simboliza la Antigua Sabiduría. Y las palmas esparcidas sobre el camino representan consecuciones victoriosas. Por tanto, Cristo escenificó, mediante Su Entrada Triunfal, algo que apuntaba a la gloria de la Nueva Edad, cuando las verdades de los Misterios Cristianos se hayan convertido en la religión universal de la Humanidad.
El Maestro había enviado a dos de Sus discípulos, Pedro y Juan, a preparar Su entrada, diciéndoles que "fuesen al pueblo frente a ellos", donde encontrarían un pollino; que se lo trajeran y, sobre él, Cristo cabalgaría hacia Jerusalén.
El "pueblo de enfrente" es el Sendero, que siempre se extiende ante el aspirante; y el pollino, símbolo de la sabiduría, que nunca había sido montado, es el recién liberado impulso espiritual, que dio nacimiento a los Misterios Cristianos. El hecho de que esos discípulos supieran el camino del pueblo y trajesen enseguida el pollino, significa que ellos habían sido ya iniciados en el Sendero Cristiano de la Iluminación Espiritual.


EL MAESTRO EN BETANIA

Todas las noches de la Semana Santa, el Maestro las pasó en el amado hogar de Su seguidor más avanzado espiritualmente, Lázaro, y de sus dos hermanas, Marta y María. El lunes santo, lo dedicó a instruir a estos discípulos en las fases más profundas del trabajo iniciático.
Es interesante llamar la atención sobre el hecho de que, de esos tres discípulos, dos eran mujeres. Y esto es más notable aún, si se tiene en cuenta el status inferior a que las mujeres eran entonces relegadas, especialmente en los países de Oriente.
Pero, viniendo, como vino, a elevar a la Humanidad toda, quiso dejar bien sentado que las dos polaridades, la masculina y la femenina, han de llegar a equilibrarse. Él mismo extendió Su consideración a las mujeres y al elevado lugar que, justamente, debían ocupar, reconociendo que anticipaba la posición que asumirán en el mundo cuando la Nueva Edad Acuaria, de igualdad y camaradería entre los sexos, se haya hecho totalmente manifiesta.
Las dos discípulas femeninas representan los dos senderos: Marta, la mentalidad y el sendero del trabajo. Marta estaba siempre ocupada "en muchas cosas"; María tipifica el sendero del corazón, el camino de la devoción. Renunciaba a todo para sentarse a los pies del Maestro. De las dos, el Maestro observó que ésta había hecho la mejor elección.
Como se ha dicho, los centros sensibilizados del cuerpo de deseos, imprimen su huella sobre los correspondientes del cuerpo vital, de acuerdo con determinados procesos que tienen lugar a lo largo del desarrollo espiritual. Un cuerpo preparado de tal modo, adquiere una luminosidad que es el más preciado regalo para Cristo, puesto que significa una vida de dedicación y, por tanto, calificada para servir, en el plano externo y en el interno, como Auxiliar Visible e Invisible. Ahí se puede encontrar el verdadero significado de la rotura del tarro de alabastro por María, a los pies del Maestro, ungiéndolos con fragante aceite. En la simbología cristiana primitiva, un tarro representaba el alma. La afirmación de que el perfume de su tarro llenó toda la casa significa que su fragante cuerpo del alma vestía la luminosa blancura del tarro de alabastro que María dedicó al servicio del Señor.


LUNES, MARTES Y MIÉRCOLES DE LA SEMANA DE PASIÓN

El lunes de la Semana de Pasión, como se ha dicho, lo pasó el Señor en Betania con Lázaro, Marta y María. Las profundas enseñanzas dadas a las dos hermanas durante ese tiempo están hermosamente descritas en la alegoría de la cena que se le ofreció en casa de Lázaro, y a que se refiere el capítulo doce del Evangelio de San Juan. Los procesos iniciáticos están frecuentemente velados con cenas o banquetes, puesto que alcanzar tal exaltación de conciencia es, verdaderamente, un banquete para el alma, más allá de toda comparación.
Aunque Marta, la neófita, estaba preparada para su promoción espiritual por su servicio, el texto deja entender claramente que aún no lo estaba para participar en la comida iniciática. Lázaro, el "recién nacido", se sentó a la mesa con el Maestro y participó con Él, libremente, del pan de los cielos y de las aguas de la vida eterna.
María estaba en el mismo umbral del Templo de la Luz, como indica su ceremonia de dedicación, consistente en ungir los pies del Maestro durante la cena.
El martes, el Maestro comenzó a impartir a otros hombres y mujeres lecciones avanzadas, conducentes al glorioso Rito de la Resurrección. El Libro de los Proverbios fue el texto empleado en esa ocasión, debido a que sus poderes mantrámicos son tales, que pueden estimular y elevar ciertas corrientes del cuerpo vital, que han de activarse en el proceso iniciático.
El miércoles, Judas sucumbió a la tentación de los sumos sacerdotes, que tipifican la humana razón o mente mortal, no iluminada por el poder del espíritu. Las treinta monedas de plata se refieren numéricamente, a la tríada (3+0) compuesta por el cuerpo físico, el cuerpo de deseos y la mente inferior o concreta. Cuando esos cuerpos o principios actúan en el nivel inferior, como sucedió con Judas al llevar a cabo la gran traición, se destruyen siempre a sí mismos, como ocurrió con él, al suicidarse. Este fracaso de Judas indica que no había logrado pasar el Primer Grado o Rito de la Purificación.


EL JUEVES SANTO

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Para preparar el Rito de la Eucaristía, que tuvo lugar el Jueves Santo, Cristo comisionó a dos de Sus discípulos para ir a la ciudad, donde encontrarían a un hombre con un cántaro de agua. Debían seguirle hasta una casa en la que debía prepararse una gran "habitación superior" para la llegada del Maestro y Sus discípulos. Irían a celebrar juntos allí la cena de Pascua.

Estas instrucciones son, realmente, un anagrama críptico perteneciente al desarrollo esotérico del aspirante. El hombre que lleva un cántaro de agua hace referencia a Acuario, el signo del Portador de Agua, regente de la Nueva Edad, en que el espíritu de la verdadera iluminación será derramado de nuevo sobre toda la carne, y cuya preparación tenía lugar entonces. La "habitación superior" es la cabeza, la cual, cuando está "amueblada y a punto", gracias al despertar de los centros espirituales de su interior, proporciona la visión de los mundos internos y superiores.
Con la glándula pineal y el cuerpo pituitario despiertos y activados, se levanta el velo del Sancta Sanctorum y el hombre se encuentra en presencia de su propio Yo Superior, como creado a imagen y semejanza de Dios y capaz de manifestar los poderes del hombre crístico.
A la luz de esta lectura simbólica, puede deducirse cuál era el status espiritual de Pedro y Juan, los dos discípulos enviados delante por el Maestro. Ambos habían sido ya encontrados dignos de entrar en la "sala superior". Suyo era entonces el privilegio de preparar el camino para cualquiera que, en cualquier tiempo futuro, desease seguir sus pasos.

EL LAVATORIO DE PIES

Quizás la humildad y la voluntad y disposición para servir a todos y a cada uno, sea la más importante lección que ha de aprender el candidato a la Iniciación.
Hasta que esta lección no ha sido dominada, el hombre no se encuentra suficientemente cualificado para gobernar y manejar con seguridad los poderes que la Iniciación le confiere. Hay una ley fundamental de la evolución que establece que los más avanzados sólo pueden continuar su subsiguiente progreso si se detienen para servir a los más rezagados y para ayudarles a alcanzar niveles superiores. El sacrificio propio yace en el corazón de toda verdadera consecución. Y fue por obediencia a esta ley cósmica por lo que el Lavatorio de Pies precedió a la más excelsa de las enseñanzas que el Maestro impartió al círculo de Sus más próximos discípulos a lo largo de todo Su ministerio terrenal. "Si no te lavo - respondió Él cuando Pedro protestó que el Maestro no debía humillarse así -, no tendrás parte en Mí". La humildad y el olvido de sí mismo son las palabras de pase para la
consecución más elevada. Es aquél que se anula el que lo alcanza todo.
Cristo conocía el elevado destino que aguardaba a Pedro, cuando su orgullo e impetuosidad fueran reemplazados por una serena humildad. Consecuentemente, Pedro se convirtió en la figura central de la escena del lavatorio con la cual se da, a todos los discípulos de todos los tiempos, la suprema lección, objetiva, de la humildad, como requisito previo para la consecución espiritual.
Debido a la vieja costumbre de lavar los pies a los pobres en este día, en cumplimiento del "nuevo mandamiento", la iglesia lo denominó Jueves del Mandato, término derivado del latín "mandatum", que significa "mandamiento".


LA ÚLTIMA CENA

"Si tú te elevas a Cristo para celebrar la Pascua con Él, Él te dará el pan de la bendición, Su propio cuerpo; y te entregará Su propia sangre". - escribió Orígenes, el místico primitivo cristiano.
La última Cena o Rito de la Eucaristía ha formado parte de todas las enseñanzas iniciáticas que se han dado al hombre en todos los tiempos. En Egipto, los místicos pan y vino significaban las bendiciones del dios sol, Ra. En Persia, la Eucaristía formaba parte de los Misterios de Mitra. En Grecia, el pan estaba consagrado a Perséfone y el vino a Adonis. También se refiere a este rito un viejo fragmento del indio Rig-Veda: "Hemos bebido soma; - dice - nos hemos hecho inmortales; hemos entrado en la luz; hemos conocido a los dioses".
Cada edad, pueblo o religión han recibido este sacro ritual del pan y el vino, y siempre ha sido observado como el ceremonial que ha proporcionado las más elevadas enseñanzas que en ese momento se podían impartir. Con cada era y cada religión posteriores, al ampliarse la revelación divina, el ritual eucarístico ha ido adquiriendo significados más profundos, alcanzando su más honda significación espiritual cuando Cristo, el Supremo Maestro del Mundo, celebró el Rito con Sus discípulos en la Sala Superior, en la medianoche del Jueves Santo, inmediatamente anterior al Viernes Santo o Día de la Pasión. Entonces Cristo enseñó a Sus discípulos cómo manifestar los poderes del Grado de Maestro.
En la célebre carta de Plinio a Trajano, escrita el 112 d. C., dice que, determinados días, los primitivos cristianos celebraban dos reuniones: Una, antes del alba, en la que cantaban himnos a Cristo y se comprometían, mediante un "sacramento," a no cometer ningún crimen; y otra, al anochecer, en la que tenía lugar el Ágape o Banquete del Amor.
El vino simboliza el cuerpo de deseos, limpio y transformado, del discípulo. El pan representa el puro y luminoso cuerpo etérico. Mediante la combinación de las fuerzas espirituales de estos dos vehículos, debidamente preparados, es como se pueden manifestar los poderes correspondientes al Maestro. Cada uno de los santos hombres y mujeres que participaron en la Última Cena con Cristo, habían purificado sus cuerpos de deseos y vital, de tal modo, que fueron capaces de recibir y transmitir los poderes crísticos para la curación y la iluminación espiritual de todos a los que les fue dado servir.
Viviendo una vida pura e inofensiva durante un período, cuya duración varía según el desarrollo anterior existente, la conservación en el cuerpo de la fuerza creadora de vida, produce una fuerza vital de orden superior que irradia del cuerpo y que puede ser dirigida y utilizada a voluntad en servicio de los demás. Esta emanación etérica, en la noche de la Última Cena, alcanzó en los discípulos un grado de luminosidad que nunca antes había alcanzado. Cada uno de ellos entregó esa emanación anímica a Cristo en el momento de la Última Cena. Dirigiendo esa fuerza hacia Sí mismo e incrementándola con Sus propios poderes divinos, Cristo apareció ante ellos en toda la gloria del cuerpo de Su Transfiguración. Entonces derramó esta poderosa corriente de energía sobre el pan y el vino, magnetizándolos con la magia de la alquimia espiritual, hasta que ambos brillaron con el esplendor de joyas indescriptibles.
En posteriores celebraciones de la Eucaristía por los primitivos cristianos, los poderes divinos desarrollados por el ceremonial magnetizaban el pan y el vino, de tal modo y hasta tal grado, que las sustancias así santificadas se empleaban muy frecuentemente para curar a los enfermos. Por eso la Eucaristía era denominada, propiamente, "la medicina de la inmortalidad".
La Cena de aquella primera noche de Jueves Santo concluyó con el Padrenuestro, un mantra de inmenso poder, si se emplea correctamente, y con el "beso de la paz". Con ello se expresaban la unidad y la armonía que habían logrado y la reserva común de poder espiritual que habían generado, con el fin de derramar el impulso de Cristo por el mundo, para su consuelo y redención. Habían alcanzado la verdadera fraternidad, que es el primer requisito para el éxito efectivo del grupo.
Aquí se encuentra la respuesta a la pregunta, tantas veces formulada, de: "¿Estuvo Judas presente en la Última Cena?".
San Ambrosio, obispo de Milán en el siglo cuarto, escribe que en el ritual practicado por los primeros cristianos, el pan era partido y agrupado formando una figura humana, representando así el cuerpo de Cristo, destrozado por el mundo, con el fin de que la Humanidad caída pudiera ser salvada.
Las Iniciaciones Menores son nueve en número y se corresponden con los Nueve Misterios de la vida de Cristo Jesús que son éstos:

1.- Encarnación
2.- Natividad
3.- Circuncisión
4.- Transfiguración
5.- Pasión
6.- Muerte
7.- Resurrección
8.- Glorificación
9.- Ascensión

El cuerpo humano es el templo del espíritu interno y cada etapa de la expansión de conciencia produce el correspondiente desarrollo en el cuerpo físico.
Desde el punto de vista de la anatomía oculta, el pan consagrado representa la nueva fuerza vital que se ha producido en el cuerpo como consecuencia de la conservación
y transmutación de la sagrada fuerza creadora.
El Cáliz o Santo Grial representa el nuevo órgano etérico que ya ha comenzado a formarse en el cuerpo de los pioneros de la Nueva Era. Este órgano tiene su centro de poder en la laringe, la cual se convertirá en el instrumento para pronunciar la Divina Palabra Creadora. Este poder se habrá adquirido cuando la fuerza vital creadora, centrada ahora en la base de la espina dorsal, haya sido elevada hasta su punto más alto, en la cabeza, y el proceso físico creador se haya sublimado en su contraparte espiritual.
El "cáliz de la flor" o nuevo órgano espiritual que se está formando ahora en la garganta, formará un eslabón que conectará directamente la cabeza y el corazón, con el resultado de que el hombre será capaz de pensar con el corazón y de amar con la cabeza. Este nuevo órgano le permitirá recuperar la memoria de las vidas pasadas.
Esta recuperación no será entonces más difícil de lo que ahora resulta recordar acontecimientos acaecidos algunos años atrás en esta vida. Cristo se refería a este desarrollo cuando dijo: "No beberé más del fruto de la vid hasta el día en que lo beba
de nuevo en el Reino de Dios".
El significado oculto del Santo Grial ha sido el mismo a través de los siglos, como bien indica la siguiente cita de Apuleyo, filósofo romano del siglo segundo.
Describiendo esa copa como simbólica del órgano en desarrollo en la garganta, dice que, en la procesión de los Misterios, "uno transportaba un objeto que alegraba el corazón, un invento exquisito, sin comparación con ninguna criatura viviente, hombre, pájaro o bestia: un maravillosamente inefable símbolo de los Misterios, para que fuera contemplado en profundo silencio. Tenía la forma de una pequeña urna o copa de oro bruñido; su tallo se prolongaba lateralmente, proyectando como un largo riachuelo; a su alrededor culebreaba una serpiente de oro, doblando su cuerpo en ondas e irguiéndose".
El vástago o tallo de este órgano, en forma de copa, está formado por la esencia del fuego kundalini de la espina dorsal, cuando se eleva, como una serpiente, hacia la garganta y la cabeza, y se convierte en el cáliz de una luminosa flor. La serpiente es un símbolo universal de la sabiduría arcana. Por eso al iniciado se le llamaba "serpiente" en los misterios egipcios. En la Escuela Cristiana se le denomina "Hijo del Hombre" y, cuando los Misterios que ella enseña hayan florecido completamente, habremos entrado en el Signo de Acuario o Edad del Hijo del Hombre.
En el exaltado estado de conciencia alcanzado durante el ceremonial de la Cena, los discípulos pudieron ver los "registros cósmicos" y contemplar allí los acontecimientos que tendrían lugar en los años que les quedaban de vida. Entonces tuvieron la posibilidad de aceptar o rechazar libremente esos acontecimientos. El hecho de que escogieran aceptarlos, difíciles como eran de soportar, evidencia el elevado estado que habían logrado, ya que, en todos los casos, lo previsto conducía a persecuciones diversas y, frecuentemente, al martirio. Pero habían renunciado al yo personal; salieron como almas crísticas, tan fortificadas, que no importaba lo que le pudiera suceder al cuerpo físico; el alma seguía adelante, segura y serena, hacia el triunfo cierto.


EL RITO DE LA AGONÍA EN EL JARDÍN

Desde la Sala Superior, el Maestro se encaminó, directamente, a Getsemaní.
La agonía que allí experimentó marca otra etapa en Su Camino ascendente, tal y como ocurre en la vida de cada aspirante, cuando vive idéntica experiencia, en su viaje a lo largo del Sendero que conduce a la Iluminación.
La Agonía de Getsemaní puede denominarse también el Rito de la Transmutación. Tras la elevación de conciencia adquirida en la Sala Superior y la adquisición de poder que lleva consigo, la siguiente etapa ascendente en el Sendero requiere que esa luz adicional y esa fuerza, se apliquen a la transmutación del mal y de las tinieblas existentes, tanto en nuestro interior como en el mundo, en bien y en luz. En el caso de Cristo Jesús, la agonía que experimentó fue el resultado de abrir Su puro y perfecto cuerpo al influjo de las corrientes del mal, de todas las categorías, que atrajo, procedentes del mundo exterior. Y recibió esas fuerzas en Su interior con el fin de elaborarlas alquímicamente e irradiarlas de nuevo al mundo transmutadas en fuerzas de rectitud. Tal es siempre el trabajo de los redentores de los hombres, sean de la naturaleza del Salvador del Mundo o sean de categoría inferior, pero que dedican sus vidas al amante y desinteresado servicio de los demás.
El Maestro había confiado en que sus tres discípulos más avanzados, Pedro, Santiago y Juan Le asistiesen en Su Rito de la Transmutación. Pero, dado que no eran aún lo suficientemente puros e inegoístas, "se durmieron", o sea, que permanecieron interiormente ajenos al trabajo que se estaba llevando a cabo en el Jardín del Dolor.
Getsemaní estaba en el Monte de los Olivos porque, como se ha dicho ya, era el lugar, de toda la Tierra, cargado de más elevada espiritualidad. Era el punto más indicado para que la agonía redentora pudiera ser soportada y consumada. El hecho de que la Tierra posea áreas en donde las fuerzas espirituales estén más fuertemente enfocadas y resulten más elevadamente cargadas, se corresponde con el de que el cuerpo humano posea centros localizados de percepción, tanto espirituales como físicos.
Lo que Cristo realizó en el divinamente influenciado Jardín de Getsemaní, bajo los aleteos de ángeles y arcángeles, posee una inmensa importancia para toda la Humanidad: Marca el momento en que la evolución planetaria, en su conjunto, recibió un nuevo y poderoso impulso, destinado a conducirla a otra etapa en su siempre ascendente marcha.
Pedro experimentó este Rito de la Agonía tras su triple negación, cuando, lleno de contrición, regresó al Jardín y enfrentó allí su propio Getsemaní. Allí, en aquel lugar altamente cargado y en comunión con huestes invisibles, Pedro, mediante el arrepentimiento y la purificación de su corazón, elevó su conciencia tan alto que ello le permitió estar luego preparado y recibir ayuda para la elevada Iniciación que le esperaba en el intervalo entre la Resurrección y la Ascensión.
Juan, el amado, y María, la santa Virgen, hicieron frecuentes peregrinajes al Monte de los Olivos, vibrante de poder espiritual, cuando el Maestro ya no caminaba a su lado en cuerpo físico. Allí, las puertas del cielo se abrían y los ángeles y arcángeles bajaban a comunicarse con los hombres. Las leyendas místicas de la iglesia primitiva contienen muchas referencias a las reuniones celebradas por María, con los discípulos, en el Jardín de los Olivos, reuniones relacionadas siempre con algún aspecto del trabajo de Transmutación.
El olivo posee raras propiedades ocultas y es uno de los árboles frutales más altamente sensibilizados. Crece sólo en áreas especialmente favorecidas. Se encuentra entre los pioneros del reino vegetal y, a lo largo de las edades, se le ha asociado con la curación y la regeneración, cualidades éstas inseparablemente unidas al proceso de transmutación. Por eso hay otras leyendas que aseguran que, tanto la cruz como la corona de espinas, símbolos de la consecución que sigue al proceso de Transmutación, estaban hechas de madera de olivo.

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EL MISTERIO DE LOS CRISTOS 
Corinne Heline

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