CAPÍTULO XI
Los cuatro Evangelios son fórmulas de iniciación. Mateo, Marcos y Lucas los empiezan con la Navidad o Sagrado Nacimiento, porque son formulaciones de los Misterios Menores. El Evangelio de San Juan comienza con el Rito del matrimonio Místico, porque es una formulación de los Misterios Mayores o Cristianos, y el más profundo Tratado de Iniciación jamás dado a los hombres. Rudolf Steiner, el eminente ocultista, dice que este Evangelio no debería ser considerado simplemente como un libro de texto, válida como es esta apreciación, sino como una fuerza espiritual. A los estudiantes esotéricos de las Escuelas de Misterios occidentales se les enseña a meditar diariamente sobre partes de este Evangelio.
Durante el equinoccio de primavera, la naturaleza toda se encuentra bajo el hechizo de la mística unión de los principios del Agua y el Fuego. El fruto de esa unión son: La belleza, la armonía y la perfección. En primavera, la naturaleza manifiesta esta belleza porque la unión se ha consumado por obra de las grandes Jerarquías Estelares. El hombre ha de encontrar también en este sagrado Rito la clave de los Grandes Misterios o Misterios Cristianos, pero ha de aprender a realizar ese Gran Trabajo él sólo. Cristo se refería a este Rito del Matrimonio Místico cuando dijo al Maestro Nicodemo, que ya estaba familiarizado con el trabajo de los Misterios Menores, que debía nacer del Agua y el Fuego antes de que pudiera entrar en el Reino de los Cielos, o sea, en los Misterios Cristianos o Mayores.
Cada uno de los acontecimientos de la vida del Señor Cristo, dados en los Evangelios, representa una determinada etapa a lo largo del Sendero de Iniciación. El hermoso ceremonial del Viernes Santo expresa la consumación de la consecución cristiana. El mundo cristiano ortodoxo observa este día como un tiempo de vigilia dolorosa. El místico cristiano, en cambio, experimenta ese día una extraña alegría espiritual. Él ve la Crucifixión como un medio hacia un más grande final, y la Agonía del Calvario se pierde de vista ante la contemplación del supremo gozo que la sigue. Comprende que la crucifixión del cuerpo ha de preceder siempre a la liberación del espíritu. Un Maestro dijo una vez a sus discípulos: "Sólo en momentos de intensa angustia encontrarás tus armas, y a tus hermanos en la Gran Causa".
El músico iniciado Ricardo Wagner, que comprendió muchos aspectos del esoterismo cristiano, tuvo grandes vislumbres del profundo significado de este maravilloso día en su sublime drama Parsifal. Esta obra trascendental debe ser considerada como un tratado sobre la magia del Viernes Santo. Mucha de la hermosura y mucho del misterio de ese día, los incorporó a los pasajes musicales del hechizo del Viernes Santo que compuso para el último acto de su sublime drama musical.
Cada aspirante que pretende hollar el Sendero es un Parsifal en determinado estadio de su evolución. También él, como Parsifal, conocerá el camino de la cruz y, si es paciente y persistente en hacer el bien, también como Parsifal, conocerá las sobrenaturales revelaciones anímicas que constituyen la magia espiritual del Viernes Santo.
La escena del regreso de Parsifal, una brillante mañana de primavera, constituye una de las bellezas de la naturaleza. Es Viernes Santo y una bendición de paz impregna todo el paisaje.
Existe una extraña contradicción entre el éxtasis de la naturaleza en primavera, y el ceremonial de cuaresma observado en esa estación por la iglesia ortodoxa. Los lugares de culto se cubren sombríamente de negro o morado, mientras los penitentes hincan la rodilla, llenos de lágrimas de contrición, meditando sobre la Pasión de Cristo. La naturaleza, por el contrario, viste sus mejores galas y, por todas partes, se escuchan cantos de alegría y regocijo. Parsifal describe lo primero como "el día de la más oscura agonía divina", y lo segundo, diciendo: "¡Qué hermosos están los prados esta mañana!. ¡Expresan el infinito amor de Dios!".
Cuando el hombre cayó, esto es, cuando perdió su perfecto ajuste con su conciencia espiritual, perdió también el equilibrio entre los dos polos de su espíritu interno, el masculino y el femenino, o sea, el equilibrio entre el corazón y la cabeza.
Esa falta de equilibrio trajo consigo dolor, pobreza, enfermedad y muerte al mundo.
La cruz en la que Cristo permitió ser crucificado es el gran símbolo cósmico de esa gran pérdida de igualdad entre las dos polaridades de la naturaleza, humanamente representadas por el hombre y la mujer. La cruz se encuentra en todos los países, y ha sido utilizada por todos los pueblos, porque toda la Humanidad experimentó esa falta de equilibrio durante los primeros días de su viaje evolutivo.
Pendiendo de la cruz, lo cual, de acuerdo con la tradición esotérica cristiana, fue, a la vez, literal y simbólico, un hecho histórico y una dramatización espiritual, Cristo abrió el camino para la Iniciación, mediante la que toda la Humanidad puede recuperar su plenitud interior y, mediante esa plenitud o integración, redescubrir el estado edénico, de inagotable bienestar y vida inmortal.
La naturaleza ya manifiesta el "ilimitado amor de Dios" como polaridad. Cada año, al cruzar el sol, en el equinoccio vernal, del sur al norte (crucifixión), las latitudes septentrionales inauguran su estación de la resurrección, y la naturaleza toda muestra el gozo y hermosura de una unión alquímica perfecta, de fuerzas vitales. Parsifal se refiere a éste, el Gran Misterio de Pascua, cuando bautiza a la arrepentida Kundry con las palabras: "Regocíjate con toda la naturaleza armoniosamente redimida".
Kundry es el divino femenino, que cayó a causa de la inestabilidad emocional, tal como se representa en el madero horizontal de la cruz. Luego, acompañada por el triunfante Parsifal, penetra en el Templo, entre el alegre repiqueteo de las campanas.
Juntos, pasan a través de las dos columnas, que han sustituido a la cruz, y que simbolizan la Iniciación a través de la polaridad. Esas dos columnas reemplazarán a la cruz, como símbolo universal de la religión, en la Edad Acuaria, que ahora amanece.
Parsifal dice de la naturaleza, bajo el hechizo del Viernes Santo:
En verdad, encontré flores maravillosas
que pretendían enroscar sus zarzillos en torno a mi cuello;
y, nunca antes parecieron tan frescas
la hierba, la fronda ni las flores;
ni pareció tan dulce su fragancia
ni me habló tan atractivamente.
Esa es la magia del Viernes Santo, mi señor - dice Gurnemanz.
¿Cómo puede ser eso así? - pregunta Parsifal - En vez de alegría y flores, la naturaleza debería mostrar llanto y sentir dolor este día de agonía.
Gurnemanz le explica que la gran gloria de la Marea de Pascua se debe a las lágrimas de los pecadores, que lloran de contrición, cayendo sobre la Tierra como rocío sagrado, para convertirse en flores.
- Por eso florece. Todos los seres vivientes se regocijan, escuchan la voz del Salvador, y lo adoran.
- Los bosques y campos - continúa - no pueden mirar a Cristo en la cruz, pero pueden mirar al hombre redimido. En el desarrollo de las flores puede encontrarse la contraparte, en la naturaleza, del proceso de transmutación que tiene lugar en la vida de cada individuo.
Gurnemanz continúa exponiendo el misterio íntimo de esta sagrada estación:
Cada hoja de hierba, cada ramita y cada florecilla,
sabe que este día no puede acaecer ningún daño,
sino que, así como Dios, lleno de mercedes,
recordó al hombre y por él murió,
el hombre, este día, será menos osado
y marchará con cuidado.
Agradecidas se animan todas las cosas
que viven un momento y desaparecen
y, absueltas de todo, esperan
y bendicen este Día de Inocencia.
En el exquisito encanto anímico que Wagner tejió con su música de Viernes Santo, fundió toda la tristeza y el dolor del religioso exotérico, con el éxtasis manifestado por la naturaleza en primavera. Es música que tipifica la culminación del gran proceso de transmutación, mediante el cual, la personalidad (Kundry) se eleva hasta la identificación con el espíritu (Parsifal). Es la fusión alquímica que eleva al aspirante hasta el Tercer Grado o Grado del Maestro, descrito en la ópera mediante la coronación de Parsifal. Esa coronación se acompaña por la música más etérea de la Tierra, que combina los motivos eucarísticos y los del Grial.
El descenso de la Paloma el Viernes Santo, para rellenar y bendecir el Grial, con el fin de nutrir y sostener a los caballeros durante otro año, se refiere a los acontecimientos que pertenecen al Grado de Maestro, y que tienen lugar ese día en los Templos de Misterios de los planos internos. Según la antigua leyenda, es este día santísimo aquél en que la naturaleza exterioriza el maravilloso atributo de sus flores. También el reino animal responde al acelerado ritmo vital del Planeta, acercándose más unos a otros y al hombre. Todo en la naturaleza, pues, contribuye a la santificación del Viernes Santo. El místico sabe que se trata de uno de los días más santos del año, puesto que entonces las puertas del Templo se abren, de par en par, para recibir a los "calificados y dignos" de pasar a través del portal de la gloria.
Todo esto lo incorporó Wagner a su música del Viernes Santo que, como la alquimia de la naturaleza, revela vida donde sólo parece haber muerte. Esta música, extraída de la fuente de los Misterios, nos muestra al hombre elevado a lo divino, a ese mundo más allá de nuestro mundo, y que es la única realidad. Incluso, sobre el no iluminado, derrama ese "otro mundo" su magia, con indescriptible amor.
Con la coronación de Parsifal se cierra el ciclo de la Iluminación. La música se diluye en la obsesionante belleza del motivo del Grial, haciéndose cada vez más etérea, mientras los ángeles le abren paso con sus alas, a través de neblinas doradas, y se pierden para la vista y los oídos humanos. El hombre terminará por comprender que, al margen de este Templo Musical del Parsifal, puede construir un dorado puente de sonido, a cuyo través comunicarse con las huestes angélicas y arcangélicas.
Ricardo Wagner, el músico profeta de la Nueva Era, ha expuesto a la luz, con su Parsifal, un antiguo Misterio Cristiano que, a la vez, oculta y revela muchas cosas sobre lo esotérico profundo y lo elevadamente espiritual, que componen la magia del Viernes Santo.
EL MISTERIO DE LOS CRISTOS
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