CRISTO EN SUS VARIOS ASPECTOS
CÓSMICO, PLANETARIO, HISTÓRICO Y MÍSTICO
CAPÍTULO XXXV
EL CRISTO CÓSMICO
El inefable conocimiento de los Misterios concernientes a Cristo, el verdadero
Dios, es secreto.
Orígenes
Y ésta es la vida eterna, reconocerte a Ti como único Dios verdadero, y a Tu
enviado, Jesús, como Mesías.
Yo he manifestado Tu gloria en la Tierra, llevando a cabo la obra que me
encargaste; ahora, Padre, glorifícame Tú, a Tu lado, dándome la gloria que tenía
junto a Ti, antes de que existiera el mundo".
Juan 17:3-5
Cristo, el poder de Dios y la sabiduría de Dios.
I Corintios
1:24
El Verbo de Dios, mostrando la grandeza del conocimiento del Padre, que
sólo es abarcado y conocido en toda Su extensión, primero por Él y, en segunda
instancia, por aquéllos cuya razón ha sido iluminada por Él, que es Verbo y Dios,
dice: "Nadie conoce al Hijo, etc. (Mateo 11:27), pues nadie puede conocer a Aquél
que es increado y engendrado antes de ser creada la naturaleza toda, en su más
amplio sentido, tan bien como el Padre que lo engendró; ni puede nadie conocer al
Padre como el Verbo animado, que es Su sabiduría y Su verdad.
Orígenes
A medida que nos acercamos a los varios aspectos del Misterio de Cristo, parece que escuchemos, de nuevo, la voz de ángel que le dijo a Josué: "Descalza tus pies, pues el lugar sobre el que estás es sagrado". El Misterio de Cristo es tan sublime, y de importancia tal, que trasciende toda humana definición. Son tan profundos sus significados, que no pueden ser expresados con meras palabras; tan sólo pueden ser percibidos en el silencio de la contemplación espiritual.
Todas las religiones reconocen la naturaleza trina de la Deidad. En el Cristianismo la constituyen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. A esta Trinidad, los rosacruces le asignan los siguientes atributos: El Poder, al Padre; el Verbo, al Hijo, el Cristo Cósmico; el movimiento, al Espíritu Santo. En relación con su visión, en la isla de Patmos, Juan, el Revelador, dice: "Vi el cielo abierto... sus ojos eran como llamas de fuego... y lo llaman Palabra de Dios" (Apocalipsis 19:11-13). En los versículos iniciales de su Evangelio, Juan describe, con frases portadoras de una potencia vital creadora, raramente sospechada por el lector corriente, o por el que escucha sus palabras: "En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Al principio, ya estaba con Dios. Por Él fueron hechas todas las cosas y nada, de lo que ha sido hecho, se hizo sin Él".
San Pablo expresa el mismo pensamiento en Colosenses 1:15-19 cuando habla de Cristo como "imagen del Dios Invisible, nacido antes que toda criatura, pues por Él fueron creadas todas las cosas que hay en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles, incluso los tronos, las dominaciones y potestades o poderes: Todas las cosas fueron creadas por Él. Y Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primero en nacer de la muerte para tener preeminencia en todo. Pues plugo al Padre que en Él se diera la plenitud total".
En el Libro de la Revelación, repite también Juan la afirmación de Cristo de que Él ya existía al principio mismo de la manifestación: "Yo soy la alfa y la omega, el principio y el fin". En el Antiguo Testamento, Isaías hace una afirmación similar, aplicable sólo a Cristo: "Así dice el Señor, Dios de Israel, su redentor, el Señor de los ejércitos: Yo soy el primero y Yo soy el último; fuera de mí, no hay Dios".
Orígenes llama a Cristo "el vapor del poder de Dios y el efluvio puro de la gloria del Omnipotente, la efulgencia de la luz eterna y el espejo inmaculado de la energía de Dios".
En el Concepto Rosacruz del Cosmos, Max Heindel afirma que: "En el capítulo primero de Juan, a este gran Ser se le llama Dios. De este Ser Supremo, emana el Verbo, el Fiat Creador, sin el cual nada fue hecho", y este Verbo es el Unigénito Hijo, nacido de Su Padre, el Ser Supremo, antes que todos los mundos.
Pero, positivamente, no es Cristo". Hace aquí Max Heindel una distinción entre el Cristo Cósmico y el Cristo en Sus aspectos planetario e histórico. "Grande y glorioso como es Cristo, elevándose inmensamente sobre la mera naturaleza humana, no es ese Gran Ser (el Verbo). Ciertamente, "la palabra o el Verbo se hizo carne", pero no en el sentido limitado de la carne de un cuerpo, sino la carne de todo lo que es, en éste y en millones de otros sistemas solares".
El Verbo es una signatura o vibración de tremendo poder. Está compuesto de cuatro letras (en hebreo), dos femeninas y dos masculinas. Toda la creación está compuesta de cuatro elementos básicos, llamados: Fuego, Aire, Tierra y Agua. Las doce Jerarquías Creadoras que rodean este universo y tienen a su cargo continuos procesos de creación, trabajan con estos cuatro elementos. El Fuego y el Aire son elementos masculinos o positivos; el Agua y la Tierra son femeninos o negativos.
Las Jerarquías de Tauro, Virgo y Capricornio, que trabajan mediante el elemento Tierra, están centradas en el Verbo, el aspecto Hijo o femenino de Dios. Las Jerarquías de Aries, Leo y Sagitario, que trabajan con el elemento Fuego, están centradas en el Poder o aspecto masculino de Dios. De ese modo, el espíritu actúa sobre la materia para crear. Las Jerarquías de Géminis. Libra y Acuario están centradas en el movimiento o tercer aspecto de Dios. Pitágoras decía que "lo que deja de moverse, deja de vivir".
Ese movimiento significa armonía o tono. Los tonos, combinados, de las doce Jerarquías Zodiacales producen la Música de las Esferas. Así que todas las cosas son creadas por el Verbo (tono o música). "Por la palabra de Dios fueron hechos los cielos; y todas sus huestes, por la respiración de Su boca", dice el salmista. Cada cosa creada, posee su propia nota-clave individual. El arquetipo humano, molde del cuerpo físico, lo forman las divinas Jerarquías en los elevados planos espirituales; y cada arquetipo humano tiene su propia nota-clave, que suena mientras la vida física continúa. En el actual estado de la Humanidad, tan sólo quienes han alcanzado la conciencia del Iniciado, pueden oír esa nota-clave musical. A medida, pues, que el hombre desarrolla su oído espiritual, se va haciendo capaz de escuchar el canto de su propia alma.
Las tres Jerarquía de Cáncer, Escorpio y Piscis, trabajando mediante los elementos del Agua, están enseñando a la Humanidad la Ley del Equilibrio. Esta ley expresa el secreto del perfecto equilibrio y, en su integridad, sólo es conocida en la Tierra, por los Maestros. Al no haber alcanzado aún el equilibrio, los hombres, en general, aunque pueden observar su actuación en la naturaleza, no son capaces de apreciar sus efectos dentro de sí mismos. El más perfecto ejemplo de equilibrio se puede observar perfectamente, quizá, en el flujo y reflujo del mar. Cuando el hombre sea capaz de manifestar en sí mismo una polaridad perfecta, habrá vencido la enfermedad, la edad y la muerte.
A los estudiantes rosacruces se les aconseja tomar como objeto de meditación los versículos iniciales del Evangelio de San Juan, los cuales les ayudan a constatar que el Verbo es el centro focal, a través del que las doce Jerarquías Creadoras derraman sus fuerzas para la Creación.
Hay un poder específico en cada nombre, por lo que nadie debería llevar uno que no congeniase psíquicamente con él. Cada vez que se pronuncia un nombre, sus fuerzas quedan registradas en la personalidad de su portador, de modo armónico o inarmónico. La palabra name ("nombre", en inglés) tiene cuatro letras: M y E, que son femeninas; N y A, que son masculinas. Amen está compuesta de las mismas cuatro letras, traspuestas. Los cánticos, en las primeras iglesias cristianas, eran, realmente, invocaciones solicitando la protección y bendición de las fuerzas estelares. A los discípulos se les encomendó curar en el nombre del Señor Cristo; y la palabra amen se utilizaba para rodear de divina protección a los oficiantes. El Verbo, pues, es el divino centro creador para la diseminación del amor y de la luz del Cristo Cósmico.
En el ciclo crístico completo, del que se habla en esta obra, estudiamos el trabajo de la Santísima Trinidad en relación con la actividad de Cristo, durante los tres meses de verano, mientras el sol pasa por los signos zodiacales de Géminis, Cáncer y Leo. Este trabajo se incorpora, en el calendario eclesiástico, a la fiesta del Domingo de la Trinidad. Hemos observado cómo la actividad de los Serafines (Jerarquía de Géminis) se dirige hacia la Tierra durante el mes de junio, bajo la guía del Espíritu Santo. Durante el mes de julio, las fuerzas transmutadoras de los Querubines (Jerarquía de Cáncer) son dirigidas hacia abajo, por mediación del propio Cristo. Durante el mes de agosto, la fuerza amorosa de los Señores de la Llama (Jerarquía de Leo), es dirigida hacia la Tierra por los poderes del Padre. Los tres trabajan juntos, en tal armonía y unidad que son, literalmente, tres en uno y uno en tres. Cuando el hombre despierta a la vida superior, gradualmente, espiritualiza su
voluntad, adquiere sabiduría y sublima la fuerza vital en el interior de su propio ser.
El Padre canaliza el principio de la Voluntad; Cristo, el principio de la Sabiduría; el Espíritu Santo, el principio de la Actividad. Éste último, literalmente, infunde la vida a las formas. Trabaja para ello con el principio vital, presente en toda la Creación; y es el guardián de la fuerza sagrada o principio creador de Dios. Por eso, toda cosa viviente está bajo Su guarda. El Padre crea y Cristo formula, mientras que el Espíritu Santo activa la forma.
Vemos así por qué el único pecado imperdonable es el pecado contra el Espíritu Santo. Este pecado consiste en el mal uso de la fuerza creadora, manifestada en el individuo. No es, pues, Dios, quien establece un castigo por su comisión. Al contrario, es el propio hombre el que atrae hacia sí dolor, sufrimiento, enfermedad y muerte, como consecuencia de no haber respetado lo sagrado de la fuerza creadora existente en su interior. Y esas consecuencias seguirán afligiendo al hombre hasta que aprenda a vivir, verdaderamente, la divina naturaleza del Espíritu Santo, conservando la fuerza vital dentro de su propio cuerpo.
A medida que nos aproximemos a la Era de Acuario, el trabajo del Espíritu Santo se hará más perceptible y se comprenderá mejor. Uno de Sus cometidos principales consiste en iluminar a la Humanidad sobre el propósito y la misión del Señor, en relación con el Planeta Tierra y todas las criaturas que en él habitan. Cristo se refería al Espíritu Santo cuando dijo: "Si yo no me voy, el Confortador no vendrá a vosotros; pero si yo parto, yo os lo enviaré... y Él os mostrará las cosas por venir".
Cuando el hombre alcance ese elevado desarrollo que le haga apto para recibir las cuatro Iniciaciones Cristianas traídas a la Tierra por el propio Cristo, será capaz de ver a esos tres Seres divinos desarrollando Sus actividades cósmicas. Ese estado, sin embargo, pertenece a un día muy lejano de la evolución humana. Incluso los discípulos de Cristo recibieron sólo la primera de esas Iniciaciones Cristianas el día de Pentecostés. La meditación sobre esta gloriosa perspectiva inclinará al aspirante a dedicarse, en el futuro, al amor y al servicio inegoísta, y acortará el tiempo que resta, hasta que pueda unirse a las almas consagradas a las que estas Iniciaciones les han sido ya conferidas, como avanzados que son de la raza humana.
El tema del Cristo Cósmico es tan profundo que, tan sólo para intuir levemente la naturaleza de este exaltado Ser, se hace, no sólo conveniente, sino necesario, el considerarlo desde varios puntos de vista. He aquí una cita, de lo más iluminadora y aclaratoria, de Max Heindel:
"Toda partícula de energía física viene del sol visible. Y toda energía espiritual procede del sol espiritual, invisible. El hombre no podía soportar directamente el impulso espiritual proveniente del sol y, por ello, tuvo que serle enviado por medio de la luna, a través de Jehová, que es su regente. Éste es el origen de las religiones.
Más tarde, cuando el hombre se capacitó para recibir más directamente el impulso espiritual, Cristo, el actual Espíritu de la Tierra, vino a prepararla. La diferencia entre el Cristo de la Tierra y el Cristo Cósmico se verá mejor con un ejemplo. Imagínese una lámpara en el centro de una esfera hueca, de metal pulido. La lámpara enviará rayos de sí misma a todos los puntos de la esfera y reflejará lámparas en todas las direcciones. Del mismo modo, el Cristo Cósmico - el más elevado Iniciado del Período Solar - emite rayos. Él es el sol espiritual. El sol es trino: Nosotros vemos el externo, el sol físico. Tras él o, escondido en él, está el sol espiritual, del cual procede todo impulso del Cristo Cósmico. Fuera de ambos, hay algo que denominamos Vulcano y que sólo puede verse como medio globo. En ocultismo decimos que se trata del cuerpo del Padre. Cuando hubimos progresado lo suficiente para que el espíritu de Cristo pudiese actuar en la Tierra, un rayo del Cristo Cósmico vino a ella y encarnó en el cuerpo de nuestro Hermano Mayor Jesús. Tras el sacrificio del Gólgota, Él se introdujo en la Tierra y se convirtió en su Espíritu
Planetario Interno".
ESPÍRITU PLANETARIO INTERNO
Rayo del Sol Dios, por cuyo gran poder
La Tierra nació en el espacio, venimos a Ti
Para aprender el secreto de un amor
Que escoge el sufrimiento cuando quiere ser libre.
Oh, gran Espíritu Solar, oprimido dentro de la Tierra,
Sufres; sus estrechos límites te aprisionan;
Buscas canales humanos para Tu amor;
Pides manos humanas que te liberen.
Tú derramas Tu vida y Tu amor sobre el hombre
Para que el hombre aprenda a darse a Ti,
A ser un canal humano para Tu amor,
A cuyo través fluya, para liberar la Tierra.
Oh Cristo, tu amor encuentra eco en nuestros corazones.
Nuestras manos Te liberarán de la carga que llevas.
Nos ofrecemos como canales para Tu amor.
Nos ofrecemos para que Tú seas libre.
(Autor no identificado)
EL MISTERIO DE LOS CRISTOS
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