miércoles, 29 de septiembre de 2010

El Equinoccio de Primavera - Las Puertas de Aries - en you tube -

Capítulo XI
El Equinoccio de Primavera
Las Puertas de Aries

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Mirad, Yo hago todas las cosas nuevas.
Por la llegada de la Primavera, los Portales de Aries se abren de par en par y la Tierra revive mediante las fuerzas resurrecionales del Universo. Aries, la cabeza del Gran Hombre del Zodiaco es aquél signo que, astrológicamente hablando, señala el equinoccio Vernal. Tanto física como espiritualmente, Aries es un Centro Cósmico de Fuerza Creadora, del cual emana el impulso primario de vida que pertenece, ante todo, a la Estación primaveral cuando llega a completarse y finaliza el año. Este impulso de vida es primariamente espiritual y los antiguos creían que el Sol estuvo en Aries cuando el Creador forjó, de los elementos primarios, el ordenado Cosmos en el cual vivimos.
Como el Hombre es un Microcosmos, un Universo en miniatura, que posee el mismo secreto manantial de vida y atraviesa por los mismos actos de fuerza que caracterizan al Macrocosmos, es tan verdadero para él, como lo es para el Cosmos que existe un tiempo cuando las fuerzas creadoras están en su ascendente; y en ese momento él puede mejor iniciar medidas dirigidas a crear un nuevo orden de cosas. En el gran mundo a su alrededor, esto corresponde a las nuevas fuerzas de la Primavera y dentro del hombre mismo existe una fuente en correspondencia, un manantial de fuerza creativa brotando desde las profundidades del alma.
Con una sabiduría que está unida a la Divina Inteligencia, la Tierra responde irresistiblemente al impulso de Aries a hacer todas las cosas nuevas, de modo que tengamos un estallido de fresca, vigorosa y exuberante vida. La Tierra se viste de un nuevo verdor, los pájaros cantan extasiados y para todo el reino animal es el tiempo de emparejarse. La nota - clave de esta época es Creación.
El hombre responde también a este impulso cósmico, pero menos completamente y con menor armonía que aquella mostrada por los reinos de vida que están por debajo o por encima de su propio reino evolutivo. Aquellos por debajo, responden con mayor perfección a través de su inconsciente e intuitiva guía; los del nivel superior por su consciencia sintonizada en unidad con la Sabiduría de Dios.
Entre todos los reinos de la naturaleza, el hombre ha fallado al salirse de los procesos cósmicos. Eso ha implicado su limitado deseo personal en el esquema de los Ángeles y esa voluntad personal es tan fallida y apartada del Patrón Universal que el resultado sólo puede ser discordia y frustración en la total esfera de acción de los humanos.
En esto radica la "caída" del hombre. Habiendo pasado del estado de guía instintiva común de los animales y plantas y siendo, como es, demasiado egoísta e ignorante para seguir la alta guía del Espíritu, sigue el errático camino de sus propios proyectos y éste será un derrotero cargado de dolores y pesadumbres.
El problema de la Humanidad, a la larga, consiste en restaurar la armonía que ha sido rota. Esto significa retornar a las vías naturales, a los ritmos naturales, a las leyes de la naturaleza. Significa la obediencia al orden natural, no al nivel instintivo del pasado, sino a un más alto nivel instintivo ahora abierto al hombre, sin el cual éste jamás podrá hallar una natural, alegre y armónica expresión de sí mismo; porque Espíritu y Naturaleza son, cuando son bien comprendidos, una unidad armoniosa, un modo de vida espiritual que debe significar, al cabo, un completamente natural modo de vida, en el mejor sentido de la frase.
Por ello, el hombre puede no percatarse de las cuatro Estaciones según vienen y van, pues ha perdido la sensibilidad que le hacía capaz de registrar los correspondientes cambios que tienen lugar en la envoltura espiritual del planeta; tal como hemos mostrado, esos cambios internos no son menos vitales que los externos, y como resultado de su falta de cooperación con las fuerzas creativas espirituales de la naturaleza, el hombre está en discordancia con su mundo y consigo mismo. Esta discordancia entre lo interior y lo exterior, le ha traído la enfermedad, el dolor y la muerte a la raza humana y solamente cuando la concordia haya sido restablecida entre el hombre y su planeta, podrá la vida volver a ser alegre y abundante, la cosa transformante que debía ser.
Los impulsos espirituales liberados dentro de la tierra en estos cuatro cruciales puntos del año, difieren tan radicalmente entre sí como lo son sus características físicas sobre la superficie terrestre. Cada uno está diseñado para promover alguna necesidad evolucionaria específica. Bajo Aries es la fogosa fuerza que quema totalmente la escoria de la vieja naturaleza (simbolizada por el Invierno), para liberar una nueva y ardiente aspiración de vida.
Como la semilla, que es plantada en la tierra, se desintegra, permitiendo que la vida de la planta comience una nuevo experiencia mientras las raíces empujan hacia abajo en busca de alimento procedente de la tierra y el tallo se extiende hacia arriba, en busca de la luz solar y el aire, así también hay una fuerza en el alma que impulsa hacia afuera para expresión del ser humano; pero esta fuerza de alma no puede ser satisfecha en una repetición interminable, ella debe transformarse en un designio dinámico, creativo, acorde con las leyes de Epigénesis que gobiernan la evolución humana. El vino nuevo no puede ser puesto en odres viejos. Esta es la Ley de Aries.
En la vida de ejemplo de Jesús, el Cristo, el evento correspondiente es aquel del enterramiento en la tumba como preludio de la Resurrección en la mañana de Pascua. Esta es una operación de Aries, es un evento perteneciente al Equinoccio de Primavera, pues la Resurrección de Cristo no es sólo la re - animación de un cuerpo, fue la elevación de un cuerpo celestial que cambia constantemente, pues no puede morir, ya que no puede ser disuelto por las fuerzas de corrupción. Para crear ese imperecedero "cuerpo de diamante", aún el Cristo requiere de la cooperación de las fuerzas cósmicas que animan al mundo en el Equinoccio Primaveral.
Los procesos naturales son ordenados y armoniosos, como las estrellas en sus derroteros. Cada día de la semana está bajo un diferente regente planetario. El domingo se diferencia de los días de la semana y cada día en ésta, tiene su propia cualidad espiritual y estelar. Esto es una verdad aún para las horas dentro del día. Cada hora tiene una "estrella" que la preside o su propia "deidad". La radiación de la temprana mañana es muy diferente del atardecer y las variantes influencias de la cambiente Luna son factores del común conocimiento y la experiencia. Los meses irradian las cualidades de las Jerarquías Zodiacales y las Cuatro Estaciones están sintonizadas con los Cuatro Signos Cardinales:
Aries, Cáncer, Libra y Capricornio. Del otro lado de los cambios físicos sobre la superficie de la Tierra, mientras el Sol cruza por los signos del zodíaco, está el aura sutil de las Estrellas por las cuales el Sol atraviesa en el curso de cada mes y esa Aura es tanto visible como tangible a los sentidos espirituales; mientras que por sobre ella están las distintas cualidades de las Cuatro sagradas Estaciones por sí mismas.
Así que, en el ciclo del día, del mes o del año, la humanidad está expuesta a una continuada rotación de influencias desde el Universo exterior; influencias que están diseñadas para extraer y perfeccionar las potencialidades del complejo ser interior del hombre. En los Reinos inferiores de la Naturaleza y en gran parte del Reino Humano también este trabajo proceda bajo el umbral de la inconsciencia. Sólo una minoría, aún entre los seres humanos, ha llegado a ser consciente intelectual y físicamente de la Sabiduría y ternura conque el Padre-Madre Dios los está criando para que lleguen a ser merecedores de
su herencia divina.
Pero cuando el hombre ha madurado lo suficiente para comprender su relación con la naturaleza y su dependencia de ella, desde el punto de vista de viviente, amante y protectora Madre, la vida toma una nueva dimensión. La Conscientividad quema los lazos que le habían confinado en una imaginaria separatividad y recibe la primera insinuación de que esa Consciencia Cósmica con la cual él se ha individualizado como ego, es en realidad Una con el Todo, la Divina Realidad.
No es hasta entonces, cuando ha llegado a intimar con la naturaleza, aprendiendo sus métodos y cooperando con ella voluntaria e inteligentemente, que puede abandonar el largo y lento sendero que va rodeando la montaña del logro y puede seguir el estrecho sendero que conduce directamente a la emancipación. Sólo entonces puede comenzar a tomar en sus manos su propio destino y avanzar velozmente hacia la Liberación y la Iluminación.
Ayudar a que el hombre encuentre ese recto y estrecho sendero es el propósito por el que fueron fundadas todas las religiones y para realizar ese objetivo éstas necesitan coordinar sus actividades con el patrón universal. Por ello los ejercicios espirituales para ciertos días y horas que prescribían los antiguos maestros no eran, como se supone a veces, las meras maquinaciones arbitrarias de un oficioso clero, sino verdaderamente artificios científicos descubiertos y creados para iluminar las mentes y eran, deliberada y conscientemente, dirigidos a la restauración de la ancestral discordia del hombre con el lado oculto de la naturaleza.
Cuando esta simple verdad es entendida intelectualmente, luego digerida en lo interior y externamente puesta en acción, la vida humana de inmediato se coloca en línea con el patrón cósmico. El orden reemplaza el desorden y la armonía sustituye a la discordia, la cooperación y el logro ocupan el sitio del conflicto y la frustración. El estado de desajuste en el cual la humanidad sufre una continua sensación de inseguridad, miedo e impotencia, da paso a un sentido de fortaleza, seguridad y logro, que sólo pueden obtenerse por medio de la patente realización de la unión con el Todo.
Pero antes de que alcance dicha esotérica doctrina, el hombre tiene una pobre comprensión de su interna relación con el Cosmos y de la correspondencia que existe entre la naturaleza y el hombre mismo; y aún cuando ésta se garantiza hipotéticamente, la tendencia es de permanecer siendo guiada más por las apariencias que por la substancia de los Misterios y a creer que sus correspondencias, a pesar de ser similares, están separadas. El piensa que dichas correspondencias siguen líneas paralelas, pero que son la una separada de la otra. esto no es verdad, nosotros somos hebras en la trama que la naturaleza teje. Estamos inextricablemente entrelazados con el patrón cósmico total. Hallamos nuestra realización nunca independientes unos de los otros, ni del planeta. De ahí la importancia espiritual de observar las épocas y momentos de la naturaleza y poner nuestras pequeñas actividades personales en armonía con sus grandes métodos y procedimientos.
Tenemos una verificación de ello si observamos las vidas de los Grandes Guías Mundiales como son Cristo-Jesús, Buddha, Krishna, Zoroastro y otros de esa estatura, para encontrar como dijimos anteriormente que los puntos más relevantes de sus vidas coinciden con los importantes puntos de giro en el año. El estudio de las religiones comparadas ha hecho que esos paralelos sean de conocimiento general y para las mentes materialistas y escépticas viene como a probar que todos esos Grandes Salvadores eran sólo figuras mitológicas; pero para el iluminado espiritualmente esos mismos hechos son simple evidencia de a-una-miento o sintonía entre la naturaleza y el hombre y entre la naturaleza y
Dios.
El esotérico cristiano traza esa correspondencia cósmica con Cristo, el último y más grande de los Salvadores del Mundo, cuyo trabajo que comenzara en la antigua Palestina en la persona del Iniciado Jesús, ha continuado hasta hoy y continuará literalmente hasta el "fin del mundo", como hemos mostrado muchas veces en estas páginas.
Hemos visto como por el Equinoccio de Otoño El regresa a la Tierra, tocando su envoltura áurica con su fuego de vida y como el rayo positivo del Espíritu se une con la substancia negativa para la "concepción" planetaria y el "despertamiento" que tiene lugar.
Para el tiempo del Solsticio de Invierno, aquello que fue concebido en el Otoño se ha gestado en las profundas oscuridades hasta el punto que "nacimiento" planetario ocurre. De ese punto en adelante la Vida de Cristo irradia hacia afuera a través de todo el globo, preparando su Ascensión en el Solsticio de Verano.
El Cristo es un carácter cósmico y Sus actividades son aquellas del Cosmos viviente por sí mismo. Los movimientos del uno son seguidos por los del otro y así es con las vidas de todos los Maestros del mundo. Ellos nos muestran el camino y ese camino es el de la naturaleza. Según como nos sumergimos dentro de sus ritmos, así penetramos sus secretos y compartimos más alegre y completamente la Vida universal.
Un antiguo hombre-sabio dijo que Dios hizo al mundo en Aries. Los Israelitas dejaron a Egipto, su tierra de cautiverio por la tierra prometida bajo Aries. Durante Aries también Cristo se alzó triunfante de la tumba y la muerte. Bajo Aries la humanidad está impelida a moverse adelante hacia nuevas aventuras del espíritu.
Hoy cuelgan sobre la Tierra oscuras y amenazadoras nubes. Negras nubes colgaron sobre la tierra también el viernes que precedió a la Mañana de Pascua. Bien podemos llamar a ese viernes Santo (en el sentido de bueno). ¿Y qué lo hace bueno? La suprema renunciación: "No se haga mi voluntad, sino la Tuya". Entonces viene luego la Gloriosa Resurrección.
Y lo mismo sucede con el mundo hoy. Esa negra nube de nuestros días se tornará en Luz cuando las pequeñas voluntades del hombre se rindan a la Voluntad Universal de Dios en todos los hombres. Entonces vendrá la gran reforma a lo ancho del mundo, la reconstrucción y resurrección de los por largo tiempo enterrados poderes del alma, bajo los auspicios de Aries, la Jerarquía que hace nuevas todas las cosas.
"La Pascua es una apelación para que el hombre cambie su vida hacia algo superior", escribió G. de Purucker, "para extraer al Buddha interior, el Cristo de Gloria que está adentro". Cuando un hombre ha pasado por la Resurrección, es grande, sea conocido o desconocido, elevado en el estado social o un humilde aldeano. El es entonces el ejemplo vivo de una divinidad encarnada.

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del libro "Portales Estelares"

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