miércoles, 29 de septiembre de 2010

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Vueltos hacia el Sol Naciente

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Ahora, en esta Estación Santa, cuando la naturaleza toda siente el repentino ascenso de la vida, cuando los pajarillos con sus notas de mayor éxtasis hacen una llamada a todas las cosas para que asciendan aún más, cuando los Ángeles gorjean respondiendo un coro de alegría por la Resurrección, ahora, el Neófito vuelve su rostro resueltamente hacia el Místico amanecer.

Wagner compuso la música de Tristán e Isolda a partir de la armonía de la Tierra en Primavera. Las grandes frases del Liebestod se arremolinan hacia lo alto y aún más alto, en doradas cadencias, hasta que se pierden entre las estrellas. Este es el canto del alma del verdadero Discipulado, el cual el Neófito debe compartir. Durante esta Estación, el Neófito merecedor que ha puesto sus pies sobre el resplandeciente Sendero que conduce a las puertas del Templo, siente aquellas energías que agitaron su corazón durante la Navidad elevarse ahora hasta su cabeza, la que envuelven con su luminosidad. Su jardín áurico resplandece con flores de luz, siendo la principal de éstas el estrellado lirio blanco que plantara Gabriel, el cual lo capacitará un día para emitir el creativo Fíat.

Dejad que el fiel Neófito, aunque náufrago pudiera estar por la penas y tristezas, que conozca y persista en el sendero que ha escogido, porque la promesa es segura y él podrá, algún día, vivir el gozo de su propia Resurrección.

Como henos visto, el Amanecer Místico era conmemorado hace mucho tiempo en los Templos de Misterios de la antigüedad. En aquellos Ritos, el Neófito caía de rodillas, al amanecer, vuelto hacia el Sol naciente, contemplando según su visión se iba aclarando, la Gloria del Gran Sol Espiritual, bajo cualquier nombre que éste Lo conociera, repitiendo con profunda reverencia: "Nos postramos frente al amanecer".

El Ceremonial del amanecer que anuncia el Equinoccio de Primavera ha sido universalmente conocido y celebrado por cada raza y civilización. Cuando el aspirante está suficientemente avanzado como para leer en los Registros Akashicos (Memoria de la Naturaleza*), éste puede revisar aquellos augustos espectáculos y escuchar una vez más, cómo en pasadas encarnaciones, sus acompañamientos de música terrena y celestial.
La música que fluye desde el Equinoccio de Primavera es el verdadero Flujo de vida del Universo, que hace nuevas todas las cosas. En cada edad, los maestros de música han descubierto las maravillosas armonías de la Estación y han sido elevados por el Espíritu de la Época para interpretar la Canción de Primavera para aquella Raza y aquel Día.

Uno de los ceremoniales que inspiraron mayor reverencia fue el creado por los Egipcios. La multitud en masa miraba, con el aliento contenido, como el sol aparecía sobre el horizonte del Este, transformando en doradas las suavemente rizadas aguas del Nilo e iluminando las inmóviles frondas, rama por rama, de las augustas palmeras. Cuando la poderosa bola dorada se elevaba, haciéndose totalmente visible, se alzaba un majestuoso himno desde la multitud, remontándose a los Cielos donde era acogido en el canto de las Huestes Celestes. Esta es la misma música celestial que el Maestro Compositor Händel, en un exaltado estado de consciencia, escuchó con sus oídos espirituales e hizo descender a la Tierra para esta Época en aquellas para el alma conmovedoras armonías del Coro del Aleluya.

(* Nota del traductor)
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del libro "Portales Estelares"

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