miércoles, 29 de septiembre de 2010

Michael y la Fiesta de Fieles Difuntos - en you tube -

Michael y la Fiesta de Fieles Difuntos
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El asociar la muerte con una festividad podría sin duda parecer extraño para muchos, debido a que el verdadero significado y propósito de la muerte ha sido mal interpretado u olvidado en esta Época materialista. Goethe, uno de los filósofos más sabios de todos los tiempos, afirmó que: "mientras más a menudo morimos, mejor vivimos". Sus palabras tienen un significado esotérico muy profundo. Cuando el sentido total y el propósito de la muerte es comprendido, ya no persiste más el espíritu de su temor y espanto. Más bien revelará la mano extendida de un amoroso y bienvenido amigo. El momento llegará en que la palabra muerte será eliminada de nuestro vocabulario y en su lugar usaremos transición, pues la llamada muerte es sólo el paso de las limitaciones de nuestra existencia física a esferas más amplias y libres.
En el período que sigue al abandono del cuerpo físico, el espíritu está ocupado en recapitular los sucesos de la vida que recién ha terminado. Un extracto de esas experiencias es incorporado entonces al átomo simiente, al par que se añaden poderes al alma. Una vez que el espíritu regrese a la expresión física, ésta será traída en forma de mayor comprensión, más profunda simpatía, una gran compasión, más intensa aspiración por un vivir más elevado y una fuerte dedicación por el amor y el servicio desinteresado, como resultado de dichos poderes desarrollados. Así, todo esto puede verse en las conocidas y sabias palabras de Goethe que anteriormente referimos.
La vida y la muerte son inseparables, especialmente en la época del Equinoccio de otoño, cuando las fuerzas de vida de la naturaleza alcanzan su más profundo menguante. Era en relación con el Otoño del año, que el poeta cantaba a las lágrimas de oro y carmesí que derramaban los árboles en su dolor por el desvanecimiento de su belleza del verano; no obstante, es en esta Estación que la Fuerza Descendente del Cristo toca la Tierra para resucitarla y unificarla con todos los Reinos bajo el poderoso influjo de una nueva vida.
Estos Festivales se inauguraron en la primitiva Iglesia cristiana y estaban plenos de simbolismo místico. El día primero de noviembre era dedicado como una festividad por los que hacía poco habían muerto y ese día transcurría en oración y bendiciendo a los que habían hecho su transición a una vida mayor. Entre los antiguos, el gran jeroglífico simbólico de Escorpión, el signo transitado por el Sol en noviembre, era un esqueleto que yacía en una tumba abierta. Sobre esta figura brillaba la belleza de un arco iris, eterno emblema de la resurrección a una nueva vida.
En su consagrado drama Parsifal, Richard Wagner, reveló las más profundas verdades que han sido dadas desde cuando eran ofrecidos los dramas de Misterios. Wagner estaba hondamente interesado en el misticismo de los primitivos cristianos y también en los Misterios Griegos. El combinó mucho de ambos en su drama anímico Parsifal. En la escena final de su magnífica e impresionante ópera, los Caballeros del Grial se reúnen en asamblea en el Gran Salón de Iniciaciones para conmemorar el festival de la muerte (transición) del santo Titurel – por largo tiempo maestro de los Caballeros y Guardián del Santo Grial.
Durante la impresionante ceremonia, la voz de Titurel se deja oír brotando desde su yelmo, mientras saluda a los Caballeros - una presentación velada- la cual el poeta Edwin Arnol nos describe así:
"Sin nacimiento, ni muerte, ni cambios, permanece el Espíritu eternamente";
"La muerte ya no lo toca, más bien ella parece ser su hogar"
Muchos que han aprendido a ver más allá del velo material que soportamos, son testigos del hecho que muchos de los espíritus liberados de la carne asisten a sus propios funerales. Si su presencia pudiera ser vista por sus dolientes, amigos y familiares, la tristeza de éstos de seguro se transformaría en alegría y los ritos funerales se tornarían en una festividad de regocijo. Los Neófitos de los Misterios griegos eran enseñados a cantar con ciertos ritmos armónicos para asistir a los espíritus a que obtuvieran la liberación de sus cuerpos más fácilmente. Como podían contemplar la liberación del espíritu de su habitación terrestre, para ellos la muerte era en realidad una ocasión de regocijo. Algunas personas que
están comenzando a vivir en la conciencia de la Nueva Era, están rodeando a sus bien amados con el tipo de música apropiada durante las horas en que están abandonando sus cuerpos.
Cuánto mejor es ésta, que las conocidas expresiones de tristeza y derramamiento de lágrimas.
La música para la transición se usará más y más en la cámara mortuoria en tiempos por venir.
Afortunada es el alma privilegiada que se eleva de este mundo caótico de discordia y confusión y en alas de la armonía se remonta a las esferas celestiales, donde es acogida por los coros Angélicos. Es como pasar de la Tierra a los Cielos sobre el puente de un arco iris musical. Así como los griegos tenían a su Hermes Psiquepompos, guía de las almas, para conducirlas por el mundo subterráneo, los hebreos invocaban al Arcángel Michael para protegerlas en la hora de la muerte y conducirlas a su sitio en el Paraíso.
En el Equinoccio de Otoño, las Puertas del Templo de la Vida se abren de par en par en los planos etéricos. Esta es la fecha más favorable para que el Discípulo se consagre a sí mismo en esa transformación de que habla San Pablo cuando la describe como desvestirse del hombre viejo para vestirse del nuevo; una muerte que no es muerte, sino renovación de vida. Dentro del Templo se alza el Santo Grial con su chispeante Elixir de Vida. Esdras describe este Elixir siendo como el agua, pero su color es de fuego. Todo aspirante que se hace merecedor puede entrar y saciarse bebiendo de esta mágica poción mientras en el espacio, sobre su cabeza, se escuchan las dulces voces Angélicas repitiendo para la Tierra las palabras del Más Bendito de Todos los que subieron al Santuario: "Aquel
que bebiera del agua que yo le doy, nunca más tendrá sed, pues el agua que le doy será en él como un manantial saltando hasta la Vida Eterna".

Una vez morí como vegetal y me volví planta Y del Ángel también seguiré adelante.
Y morí como planta reapareciendo como animal, "Todo perecerá, menos Su Rostro".
Y muerto como animal me hice hombre; De nuevo volaré mas allá de los Ángeles,
¿Por qué entonces habré de temer? Y me convertiré en lo inimaginable.
¿Cuándo crecí menos por haber muerto? Luego, déjenme crecer hasta la Nada;
La próxima vez que muera como hombre Porque día a día repite en mi interior:
Me crecerán las alas del Ángel. "En Verdad te digo: Hasta Aquel a Quien volvemos"
Jalalu’d - Din Rumí (Poeta Persa 1207 - 1273 DC.)

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del libro "Portales Estelares"

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