miércoles, 29 de septiembre de 2010

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Prologo I

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La medida del Hombre
Las Estaciones sin fin,
Que tan ligeras vienen y van,
Son milagros de sabiduría
Que los hombres no comprenderán.
J. F. Worral.
El hombre es un universo en miniatura. Todo lo que le rodea en los cielos o sobre la Tierra tiene su pequeño reflejo en su propio ser. Como Ixión, en el mito griego, él está atado sobre una rueda, la rueda de la naturaleza y debe, por fuerza, girar con esa rueda hasta el momento en que aprenda a realizar conscientemente por sí mismo aquellas funciones cósmicas que ha venido realizando inconscientemente bajo el impulso de poderes invisibles y la guía de las inteligencias angélicas.
Así que, mientras la rueda del universo gire, traerá para el hombre sobre la Tierra el tiempo de sembrar y el de cosechar, la luz y las sombras, el calor y el frío, Pero hay otro lado de la rueda que es desconocido para las multitudes de los hombres que viven sobre la Tierra: La rueda de los dioses, que es el universo cuando aparece a los ojos del Espíritu. Mirado espiritualmente, el universo es visto como un organismo viviente, cuyo inteligente propósito se revela a sí mismo en lo que el hombre llama leyes
naturales.
Esas leyes de la naturaleza son también espirituales como materiales. Esto es, las leyes de la naturaleza incluyen leyes del alma, de la mente, del Espíritu; no son meras leyes gobernando la materia.
El hombre, como entidad espiritual, es parte de la naturaleza espiritual considerada, lo mismo que considerado físicamente él es parte de la naturaleza física, con un cuerpo hecho de los elementos que constituyen la materia. Entonces, cuando en las Sagas antiguas declaran que la naturaleza está reflejada en el hombre, significa mucho más que las leyes físicas naturales que estaban representadas en su cuerpo químico.
Vistas con el ojo del espíritu, cada Estación viene y se va entregando su contribución única al desenvolvimiento humano y los dones que ellas traen son espirituales tanto como materiales. "Dios es la juventud del Universo", escribió Edwin Markman, "y es por ello que, cada año, abril regresa a la Tierra".
Así como el año terrestre tiene cuatro puntos de giro, que se corresponden con los cuatro puntos turnantes del camino del planeta en torno del Sol, en los Equinoccios y Solsticios, así en el gran ciclo del desenvolvimiento del alma existen Cuatro Grandes Iniciaciones o Misterios y Nueve Misterios Menores para llegar a aquellos.
Los antiguos celebraban cuatro grandes festivales durante el año; hablando esotéricamente estos pertenecían a los Grandes Misterios. Adoptados por el Cristianismo, ellos se convirtieron, en su aspecto externo, en los principales festivales de la Iglesia. El Solsticio de Invierno con su Misa de Cristo o Natividad; el Equinoccio de Primavera, con la Pascua; el Solsticio de Verano, con la fiesta de San Juan y Pentecostés (Pascua de Pentecostés o la Ascensión); y el Equinoccio de Otoño, con la Sanmiguelada, la Misa o Fiesta de San Miguel Arcángel.
Los misterios no fueron revelados en toda su extensión hasta que vino Cristo y rasgó el Velo del Santuario. De esos nuevos misterios de Cristo de la primitiva Iglesia, nos llega la tradición, como se dice en el Talmud, que Jesús realizó los milagros usando el Nombre Santo, la Palabra Inefable, que es la llave perdida de la Masonería. Y San Jerónimo, escribiendo a la Iglesia de Roma entre los siglos IV y V después de Cristo dijo que en las Escrituras Hebreas hay 9 nombres de Dios, de los cuales el noveno es el Sagrado TETRAGRÁMATON. Esta es la Palabra inscrita sobre la columna central que sostiene el
Cosmos, el Pilar de la Belleza, en derredor del cual gira el Universo. Sobre este Pilar está inscrito verticalmente el Hombre Divino, que fue hecho carne sobre nuestro planeta como Jesús de Nazaret, al que los cristianos llaman el Salvador del Mundo. Aquel que lea, entienda que hay nueve llaves para los Misterios Menores, siendo la llave de la Novena Iniciación la primera llave del Adeptado.
Por causa del incremento del materialismo los Templos de Misterios fueron removidos del mundo físico, pero continuaron existiendo en el Etérico; con el advenimiento de la Época Acuariana serán reinstalados en su forma anterior de nuevo, y en su momento, aquellos que sean encontrados merecedores de compartir los Ritos Sagrados, demostrarán poderes espirituales que aún los primitivos cristianos no pudieron tener.
Debe entenderse que el globo terrestre está rodeado de capas cada vez más tenues, las que interpenetran todo el planeta, estas capas o envolturas se extienden en el espacio más allá de la superficie del mismo. Estas finas esferas están formadas de fuerzasubstancia etérica, de deseos, mentales y espirituales en dicho orden. El Templo de los Misterios Cristianos tiene su más densa expresión en el éter sobre la ciudad de Jerusalén.
El hombre también posee estas finas capas o cuerpos que lo interpenetran y se extienden más allá del cuerpo físico. Para poder penetrar en el Templo Etérico de los Misterios Cristianos, él debe funcionar conscientemente en su cuerpo Etérico, el cuerpo al que San Pablo llamó el cuerpo psíquico o cuerpo de alma. Los cuatro grados del trabajo en el Gran Templo no se correlacionan solamente con las cuatro sagradas Estaciones, sino también con las cuatro capas del hombre y del planeta.
El Templo del cual hablamos fue descrito poéticamente por San Juan en su libro Apocalipsis o la Revelación. Las Doce Puertas del Templo están custodiadas por los Doce Discípulos. Esotéricamente hablando, existen doce tipos de personas en la Humanidad y eventualmente cada miembro de nuestra Oleada de Vida entrará en el Templo pasando a través de la Puerta que se corresponda con su Camino o Sendero, bajo la guía del Discípulo que la preside.
Las actividades del Equinoccio de Otoño en el Templo, están bajo la dirección de los Doce Discípulos, pues ese es el momento cuando el despertar a un mayor entendimiento es más accesible y miles de almas que lo han ganado, sienten la llamada del Espíritu. En el Equinoccio de Otoño las condiciones son más propicias para pasar del plano físico al Etérico.
En el Solsticio de Invierno las fuerzas del plano Etérico están unidas con las del Mundo del Deseo. Allí las actividades del Templo están bajo el especial cuidado de los Ángeles. La nota clave de ese tiempo es el Amor y sobre la Puerta están escritas estas palabras: "Amaos los unos a los otros como Yo Os he amado". En esta mágica Estación la fuerza del Amor es muy fuerte, los corazones más endurecidos son tocados aunque sea momentáneamente por la llama transformante y los Ángeles se ciernen tan cercanos sobre la Tierra que su presencia es sentida por muchos intuitivamente, aunque no puedan verlos.
Cuando las fuerzas del plano de deseos y del mental se unen, las puertas del Templo se abren con el Equinoccio de Primavera. Entonces las actividades del Templo están bajo la guía especial de los Arcángeles. La nota clave de este Festival es el Poder Espiritual.
Poco puede decirse del trabajo que se lleva a cabo, porque aquellos que lo realizan han llegado a ser más que hombres, han comenzado a ponerse las vestiduras de la pura Divinidad. Cuando las fuerzas del plano mental se unen con las del espiritual, todo el esplendor y la gloria del Templo son revelados, pues el Solsticio de Invierno y sus actividades caen bajo la guía de cuatro exaltados Seres Celestiales. Uno de esos Seres "rige" durante cada uno de los tres meses que constituye el período de las Sagrada Estación.
Michael, en el Equinoccio de Otoño; Gabriel, en el Solsticio de Invierno; Raphael, en el Equinoccio Vernal y Uriel, en el Solsticio de Verano. Pero tal como los Doce Discípulos en conjunto presiden sobre las funciones del Equinoccio de Otoño, así los Cuatro Arcángeles juntos presiden sobre el sublime Rito del Solsticio de Invierno en su culminación. Aquí toda separabilidad cede en la Unidad. La nota clave de esta Estación es Éxtasis Espiritual.
El día va a llegar para cada hombre cuando el velo se rasgue frente al rostro de la naturaleza y éste vea en su verdadera forma las inteligencias que han sido sus guías invisibles mentoras y junto a ellas aprenda a moverse y trabajar con completa conciencia. Los paganos llamaron a esas fuerzas "dioses" y "diosas"; posteriormente los hebreos y cristianos (como muestran los Rollos del Mar Muerto), suplantaron esos términos con la palabra Ángeles o Mensajeros y así es como son generalmente conocidos hoy.
Pero los Misterios de Cristo no serán restaurados hasta que la Humanidad en general reconozca una vez más la alta importancia de las Sagradas Estaciones. Este despertar no está muy lejano. Desde 1950 las masas han vuelto sus ojos más ansiosamente hacia las Verdades Sagradas y los signos de los tiempos son como el seguro cumplimiento de la profecía de Madame Blavatsky, de que un nuevo mensajero sería enviado al Mundo dentro de la próxima Época Acuariana.
Uno pocos pioneros de esa gloriosa época están ahora luchando para volver a despertar en la conciencia de las masas alguna comprensión de estos Festivales Cósmicos junto con sus correspondencias terrenales. Con el Arte, la Ciencia y la Religión unidas de nuevo en el Templo, el ceremonial tomará su apropiado sitio como una pura forma - arte; pues la ceremonia, cuando se coordina con las fuerzas cósmicas, es un canal por el cual se despierta la imaginación en poder dinámico espiritual y el hombre comienza a ser capaz de colaborar con los dioses en su actuar; capaz de controlar, en cierta medida al menos, la rueda de la naturaleza sobre la que ha estado atado.
Las multitudes de esos días, quizá solo vean el espectáculo dramático, la gran convocación, pero para el siempre creciente número de los Iniciados, los ceremoniales de la Nueva Era serán como un sendero abierto hacia los dioses.
Esos ceremoniales deberán ser celebrados teniendo en cuenta los cambios característicos de la Latitud y el lugar geográfico donde sean celebrados. En el hemisferio norte, se acostumbra pensar que el Año Solar (que es diferente del año del calendario), comienza cuando el Equinoccio está en Piscis-Aries; la Estación cuando el color y la música parecen regresar a la Tierra luego de los meses del invierno. Desde luego, las Estaciones están invertidas en el hemisferio sur. Allá la primavera está asociada con el Equinoccio de Virgo-Libra; pero la época del comienzo de la primavera varía de una Latitud a otra, del
Ecuador a los Polos, en ambos Hemisferios.
Como los Misterios de la Época Acuariana fueron ampliamente creados en el hemisferio norte, que incluye la mayor parte de las tierras emergidas del planeta y por ello la mayor parte de su población, y dado que los Misterios incluyen grandes espectáculos dramáticos representativos de fenómenos naturales, fue el paisaje del norte el que aportó el mayor material al drama de los Misterios como los conocemos hoy, y los antiguos lo sabían.
Esto no será siempre así, en la nueva Época, la Escuela de Misterios del Hemisferio Sur se hará realidad.
Interpretados espiritualmente, sin embargo, las alegorías nórdicas son aplicables universalmente. Es la idea de la primavera eternamente nueva en la mente de Dios la que es importante para el alma. En la conciencia espiritual no existen tiempo ni espacio.
La meditación enlaza todas las Estaciones y sintoniza al aspirante en los Misterios del Mundo Arquetípico, donde todo es aquí y ahora.
El neófito aprende a pensar desde el punto de vista del alma-año, que se abre para él con el Equinoccio de Otoño sin importar donde viva sobre la superficie de la Tierra.
En esa Estación un nuevo impulso espiritual desciende sobre el globo terrestre y, al decir de los esoteristas, el alma de la Tierra comienza a despertarse y la conciencia espiritual del hombre comienza a ser despertada por aquella. En consonancia con este derramamiento cósmico, el neófito comienza su trabajo espiritual, el trabajo que produce la pura Piedra Blanca, en la Estación del Equinoccio de Otoño que puede coincidir o no con el otoño del año allí donde reside. Es el astronómico y no el aspecto geográfico de las Estaciones el que tiene la importancia en los Misterios que se relacionan con las Fuerzas Arquetípicas.
Sin importar dónde pueda estar situado geográficamente, el primer trabajo del neófito es un trabajo de Equinoccio de Otoño. El segundo trabajo pertenece al Solsticio de Invierno. El tercer trabajo se correlaciona al Equinoccio de Primavera y el cuarto trabajo, al Solsticio de Verano. Hay cuatro claves que nos dan la pista para el trabajo a realizar en cada Estación. Para el Equinoccio de Otoño, Preparación (Purificación). Para el Solsticio de Invierno, Dedicación; para el Equinoccio de Primavera, Resurrección (transmutación, vida nueva); y para el Solsticio de Verano, Consumación (Transformación, el éxtasis del cumplimiento), las cuales decían los alquimistas traían el Gran Trabajo Blanco a su perfección lunar.
Y fue refiriéndose a este trabajo final que Cristo dijo a sus Discípulos: " Me voy al Padre... Ustedes no pueden seguirme ahora, pero lo harán después".
El Cristo es un Ser Cósmico y Su Vida está delineada en las estrellas. La Iniciación en los Misterios Cristianos es también un proceso cósmico donde la evolución humana es acelerada para que el hombre pueda unirse lo más rápido posible con la Fraternidad de los Ángeles, un trabajo bellamente ejemplificado en la vida y labores de María de Nazaret.
El camino de Cristo como se dramatiza en las ceremonias solares, es también el sendero de la Iniciación de cada hombre. "Como es arriba, es abajo" Todo hombre es Cristo en formación. Las estrellas señalan una biografía anticipada para ellos tanto como para los Salvadores del Mundo. El despertar de Cristo dentro del hombre es la consumación de nuestra fase terrena de evolución.
Meditando en profunda oración sobre estas Verdades, el Discípulo encuentra una nueva y más santa interpretación en las palabras de Cristo a su partida. "He aquí, Yo siempre estaré con ustedes, hasta el fin de los tiempos". Entonces comprende por experiencia personal de primera mano la armonía existente entre la vida de Cristo y los ciclos de la naturaleza, pues ésta es Dios en manifestación. Entonces toma sobre sí algunas de las cualidades de los Salvadores del Mundo y se une a la siempre creciente hueste cuyo objetivo final es asistir al Cristo en su trabajo redimiente con la Humanidad.

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del libro "Portales Estelares"

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